Cuba (aparentemente) se acerca, "de manera organizada y progresiva", a su futuro. Mas allá de celulares, machetes y acceso a los hoteles, es necesario (también) pensar en la re-formulación de las leyes actuales y en la re-institucionalización del estado cubano.
La constitución (aún) vigente, por ejemplo, es (básicamente) un instrumento-legal que (sólo) sirve para jutificar y garantizar el control del poder (total) del país por parte de la familia Castro, que se cumple, o no, en la práctica cotidiana de acuerdo a como y cuando ellos (Castro I primero, y ahora el infante Raúl) así lo deciden.
Paredón, internacionalismo proletario, guerras de liberación, patria o muerte, socialismo o muerte, el revolucionario debe ser una selectiva y fría máquina de matar, muerte al invasor, hacer la paz con la guerra, son algunos de los tantos reflejos de la cultura de la muerte en el imaginario social cubano actual.
Revolución de la muerte –por la muerte y para la muerte- (diría yo) fue la que se inició en el 59, basada en su propia experiencia terrorista ejecutada desde el Movimiento 26 de Julio, con sus grupos de Acción y Sabotaje urbanos y las guerrillas rurales afincadas (fundamentalmente) en la Sierra Maestra.
La (primera) reacción opositora se centró (mayormente) en la creación de varios movimientos radicales violentos (urbanos y rurales) los cuáles basicamente extendieron, dentro de la nueva realidad, los métodos de lucha introducidos en el contexto nacional por el ya mencionado Movimiento 26 de Julio. Estos grupos fueron calificados por unos de contrarrevolucionarios o revolucionarios por otros, al considerar que los opositores, en realidad, luchaban contra el comunismo y por implementar la revolución verdadera, la que fuera traicionada por Fidel y sus fieles seguidores (concepto –muy- cuestionable, pero cuestión que es ajena a estas líneas).
El debate sobre la conveniencia de eliminar, o no, la pena de muerte en la república (de la normalidad) que “ya viene llegando”, recobra especial vigencia cuando se cumplen hoy cinco años del fusilamiento en La Habana de tres jóvenes condenados por el intento de secuestro de una embarcación (por demás bautizada como Baraguá) y sus tripulantes. Sentencia cumplida (aproximadamente) 48 horas luego de ser aprobada.
El gobierno ha aplicado una moratoria, pero la espada de Damocles aún pende, por ejemplo, sobre los salvadoreños acusados de ejecutar los actos terroristas cometidos en varios centros turísticos en La Habana en 1997. Una de las consecuencias de estos sucesos fue la muerte del italiano Fabio di Celmo.
La pena de muerte no debería ser utilizada nunca más en Cuba y menos como justificación legal para ejercer revancha o venganza hacia los que por mantener el poder aplicaron en no pocas ocasiones este recurso. La pena de muerte debe ser abolida, es la única manera efectiva de evitar el caer en esta tentación de tipo afectiva.
La cultura de la muerte debe ser borrada de la realidad cubana, y la ruta para conseguirlo es la que tenemos que encontrar con urgencia.
Escribo estas líneas luego de leer la Declaración de Concordia, el post La Pena de Muerte en el Futuro de Cuba, en el blog La Casa Cuba de Eduardo Mesa, el post Víctimas e Incautos, en el blog El Tono de la Voz de Jorge Ferrer, la información de AFP Salvadoreños condenados a muerte aspiran a cambio de pena y ante la posibilidad de que el incendio el pasado lunes de la tienda El Encanto de Camagüey, donde falleció el bombero Alejandro Clivillé Sariol no haya sido accidental.
Gaspar, El Lugareño
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1 comment:
Gracias Joaquín, que sea la vida y no la muerte la pidra angular de nuestro futuro.
Tu hermano,
Eduardo
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