XV
Los vendedores de golosinas atiborran el stadium a la hora de mayor concurrencia. Están allí por su cuenta y riesgo, cargando pesadas jabas y mochilas. Compran o “resuelven” sus mercancías de manera non sancta, y concurren al repleto juego de pelota para hacer “el pan” como se dice en el mejor argot de la calle. Los concurrentes que llevan a sus pequeños al sitio se hacen un nudo en los maltrechos bolsillos ante la aparición de los susodichos. Los precios de aquellos dulces productos superan sus disminuidas posibilidades económicas. En lugar de los atractivos “chiclets”, M&M’s ó Chupa Chups de la “shoping”, sus pequeños tendrán que consolarse con algún cucurucho de maní de los de a peso, o el crujiente chicharrón de viento que la señora gorda trae en una gran bolsa de nylon que es prácticamente de su tamaño. El vendedor sigue su animado paso por las gradas repletas, y alza la voz entre el bullicio para anunciar su muy dulce y muy cara mercancía, inalcanzable para la mayoría.
Por Carlos A. Peón -Casas
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ver las anteriores Estampas camagüeyanas
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