Wednesday, July 16, 2008

Palabras en el catálogo


Este martes, 15 de julio a las 9 pm, se inauguró en Camagüey la exposición del fotógrafo belga Jonny Vekemans, 20 fotos y 20 Cianotipos (que ya había sido anunciada acá). Comparto en esta ocasion con los lectores del blog, las palabras del catálogo.

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por Oneyda González

Cuando Jonny Vekemans tuvo un accidente al viajar a Escandinavia del Norte, en 1987, su cuerpo quedó atrapado en el mecanismo de la moto que conducía a muy alta velocidad. A consecuencia de ello vio su vida cortarse en dos mitades. Había vivido a ritmo vertiginoso, y, aunque debía permanecer en la prisa de un mundo agitado, fue más consciente de la finitud de la existencia. En lo adelante necesitó grabar el instante que vivía, y conservar cada emoción para fijarla en el tiempo. Estudió fotografía, por eso, y porque habían cerrado las minas donde trabajaba. Tras la convalecencia, cuando volvió para verlas, quedó marcado por el deterioro y la indiferencia en que se encontraban, de modo que no quiso dar margen al olvido. Sabía que con ellas se iba también la memoria de su gente. Tomó imágenes cada semana, con lo que fue registrando el proceso de destrucción. Lo ha hecho, como obsesivamente, por casi veinte años. Gracias a eso es posible ver el registro pormenorizado de la decadencia: edificios donde habitaron hombres que tantas veces enfermaron de los pulmones, por el contacto con el polvo que desprende el carbón al ser extraído de las profundidades. Sobre sábanas usadas por estos enfermos, en los hospitales de Limburgo, el artista quiso imprimir los cianotipos. La memoria afectiva se mezcla a la denuncia, dejando un extraordinario testimonio de compasión y dulzura.

Pero, como Jonny es un enamorado de lo bello, ha buscado otras formas de expresión para dejar su marca en el cuadro fotográfico. En las galerías de una mina suele haber tanta oscuridad que se tiende a fantasear. De esa experiencia sensible surge un imaginario que cultivan desde siempre los mineros, y que él ha convertido en una estética personal por la vía de la comunión entre las luces y las sombras. Si antes buscó el carbón, luz concreta para el consumo social y promesa de luz para su vida y la de su familia; ahora que ya no es posible buscarla, sale tras otra: la mujer, esa especie de enigma para el hombre, salvada por éste que insiste en conocerla. Ha perseguido esas visiones que la tradición puso en los fosos subterráneos hasta concretarlas en estos cuerpos que representan lo ignoto, y al mismo tiempo resumen su ideal. Las brujas de Limburgo, 2006, su primer encuentro con el público de la ciudad, fue un paso de acercamiento al mundo femenino. Pero si en aquella exploración veíamos un trasunto mítico de la mujer culpable y condenada, aunque pasado por el tamiz de su mirada tierna, aquí es un cómplice total del objeto que ha fotografiado. El centro de la idea es Santa Bárbara y ella es la mártir, pero es también la autoridad. Es el símbolo de un nuevo tipo de fe, el triunfo humano sobre la intolerancia.


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