—En esos años la filosofía cubana transitó por los descubrimientos del marxismo, lo que motivó varias interpretaciones y polémicas. ¿Qué efecto tuvieron estas tendencias en la valoración de nuestra historia?
—Fue un momento en que se encontró el marxismo y tratamos de ser auténticos marxistas, que seguíamos a Fidel, pero también fue el momento en que el dogmatismo hizo presa de muchas conciencias y algunos, con demasiada autosuficiencia, se creyeron que tenían a Marx agarrado de las barbas y descalificaron a muchos por no ser marxistas o no creerlos marxistas, para luego salir corriendo hacia el positivismo o el liberalismo y, a veces, no parar hasta Miami (que puede no ser físico, sino ideológico). Ahí tienes los casos del ya fallecido Jesús Díaz y otro posterior, Rafael Rojas.
«El primero, en un tiempo ultrarrevolucionario que terminó como contrarrevolucionario, dirigiendo revisticas bien pagadas por Cooperación Iberoamericana, y subido a un avión de Hermanos al Rescate. El otro, que parece ser que se ha leído todos los libros del mundo —incluyendo la biblioteca de Alejandría—, y se cree capaz de pontificar sobre lo humano y lo divino, y no comprende en su pobreza intelectual que el forro de los libros no lo hace culto. (la entrevista completa aquí)
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