Tuesday, March 31, 2009

Nuevas historias...

por Carlos Peón-Casas


Violencia urbana


El suceso ocurrió ante los ojos atónitos de los viandantes. La mujer, mulata y joven haciendo una llamada en un teléfono público, el tono de la conversación meloso en demasía la voz delataba requiebros amorosos, lo hacía sin pudor alguno, como si a su alrededor no existiera más mundo que el suyo. De pronto, y como por ensalmo, apareció su partenaire, extranjero a todas luces y con más años que Matusalén, ajeno al coloquio de su pareja, la conminó a colgar el aparato con una frase soez, y marcando bien una interjección intranscribible. Incluso la amenazó con propinarle una golpiza allí mismo por su atrevimiento de estar llamando a “ese jenízaro”, a todas luces su claro rival erótico, el “apagafuegos” de sus ausencias europeas.

En la antigua barbería

La llamaban “Modelo” y se ubica en el corazón mismo de los años ciudad, todavía en su cielo raso de los años cincuenta, del pasado siglo, la última vez en que su dueño “le pasó la mano”, luce el antiguo sistema de aire acondicionado de la época. Hoy el calor abruma a los clientes, el sitio no es más que el remedo de lo que fue con paredes despintadas y poca iluminación. Los operarios son diligentes, a pesar de que para ejecutar su oficio, tienen que comprar de su propio peculio los implementos de su tan reconocido oficio. Agradecen con mucha cortesía los dos o tres pesos que los clientes fijos o los presurosos, les dejan por encima del precio oficial del servicio en cuestión.

Tomarse una cerveza

Es el mejor remedio para el calor aplastante de los mediodías. En la ciudad se fabrica una inmejorable: tipo lager, de amargor reconfortante y fortaleza reconocida. También se puede aspirar a alguna importada de la vieja Europa, y hasta de la lejanísima China. Hay para todos los gustos. Pero el deseo de apagar la sed no basta para el viandante de a pie que tendrá que desembolsar una verdadera fortuna por un “gusto” que le queda grande e inalcanzable.

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