Son curiosas las trampas que la costumbre impone en los productos culturales, y que provocan alteraciones en las autorías de obras, en ausencia de una "entidad" rectora que sancione finalmente la atribución de los mismos, sean obras de Artes Visuales, cinematográficas o de otra naturaleza.
Hoy, aniversario de la Victoria de Girón, el Dominical realizó una entrevista al colega Pedro de la Hoz, quien enumeró varias obras de arte realizadas sobre las batallas de Girón como inspiración. Pedro mencionó también el documental “Muerte al Invasor”, lo atribuyó a Santiago Álvarez.....y no pude reprimir una sonrisa.
Días atrás, en la sorprendente librería de la Virgen del Camino, había adquirido el libro “Volver sobre mis pasos”, selección epistolar de Mirtha Ibarra. Una somera lectura (tengo la mala costumbre de leerme un libro en un día) me devolvió una apasionante-compleja visión de Titón como artista y ser humano, una visión nada romántica del ICAIC, pero sobre todo me quedó grabada la temprana lucha de Alea por defender su paternidad de “Muerte al Invasor”, frente a la atribución injusta a/de Santiago Álvarez. (texto completo en el post Abelardo Mena sobre "Muerte al Invasor" y las trampas de la costumbre)
Hoy, aniversario de la Victoria de Girón, el Dominical realizó una entrevista al colega Pedro de la Hoz, quien enumeró varias obras de arte realizadas sobre las batallas de Girón como inspiración. Pedro mencionó también el documental “Muerte al Invasor”, lo atribuyó a Santiago Álvarez.....y no pude reprimir una sonrisa.
Días atrás, en la sorprendente librería de la Virgen del Camino, había adquirido el libro “Volver sobre mis pasos”, selección epistolar de Mirtha Ibarra. Una somera lectura (tengo la mala costumbre de leerme un libro en un día) me devolvió una apasionante-compleja visión de Titón como artista y ser humano, una visión nada romántica del ICAIC, pero sobre todo me quedó grabada la temprana lucha de Alea por defender su paternidad de “Muerte al Invasor”, frente a la atribución injusta a/de Santiago Álvarez. (texto completo en el post Abelardo Mena sobre "Muerte al Invasor" y las trampas de la costumbre)
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¿qué es el periodismo convencional? Voy a intentar provocar un poco, aún a riesgo de parecer absoluto. Sé que hay varias formas de hacer periodismo, pero hasta ahora como lector solo me he podido familiarizar con dos: uno es un periodismo que pudiéramos llamar “catastrofista”; y el otro es una “catástrofe edénica”.
El primero llegué a padecerlo de primera mano porque viví año y medio en España. Recuerdo que me gustaba leer cada mañana “El País” para ver cómo iban las cosas, pero a juzgar por las noticias que leía, las cosas no iban, sino que hace rato “ya nos fueron” (y nosotros sin enterarnos). Leer un periódico español (sea de izquierda o derecha, o de la derecha a la izquierda) es como sentirse un perfecto epitafio: no leemos las noticias; son las noticias las que tienen verdadera vida y desfilan alegremente ante nosotros, recordándonos con esa profusión de malas nuevas nuestra precoz y tenaz condición de lápidas humanas. Leer ese periodismo es algo así como amanecer cada día con hormigas en la boca de un miedo invisible, aunque colectivo.
Del otro periodismo (el que se practica con mayor frecuencia en Cuba), ya dije alguna vez que me hace sentir uno de los célebres músicos del Titanic, aquellos que no obstante la inminencia del naufragio, mantuvieron la gozosa cantaleta hasta el último minuto. Me basta ver en televisión a algunos de nuestros locutores y periodistas para convertirme en rehén de esa trágica sensación: allí están, describiendo el minucioso despedazamiento del mundo en ultramar, al tiempo que se empeñan en transmitir la impresión de que “aquí adentro” todo está bajo control. (texto completo en el post “Brainstorm”, de Eduardo del Llano)
El primero llegué a padecerlo de primera mano porque viví año y medio en España. Recuerdo que me gustaba leer cada mañana “El País” para ver cómo iban las cosas, pero a juzgar por las noticias que leía, las cosas no iban, sino que hace rato “ya nos fueron” (y nosotros sin enterarnos). Leer un periódico español (sea de izquierda o derecha, o de la derecha a la izquierda) es como sentirse un perfecto epitafio: no leemos las noticias; son las noticias las que tienen verdadera vida y desfilan alegremente ante nosotros, recordándonos con esa profusión de malas nuevas nuestra precoz y tenaz condición de lápidas humanas. Leer ese periodismo es algo así como amanecer cada día con hormigas en la boca de un miedo invisible, aunque colectivo.
Del otro periodismo (el que se practica con mayor frecuencia en Cuba), ya dije alguna vez que me hace sentir uno de los célebres músicos del Titanic, aquellos que no obstante la inminencia del naufragio, mantuvieron la gozosa cantaleta hasta el último minuto. Me basta ver en televisión a algunos de nuestros locutores y periodistas para convertirme en rehén de esa trágica sensación: allí están, describiendo el minucioso despedazamiento del mundo en ultramar, al tiempo que se empeñan en transmitir la impresión de que “aquí adentro” todo está bajo control. (texto completo en el post “Brainstorm”, de Eduardo del Llano)
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