Sunday, April 5, 2009

Palabras leídas en la presentación del libro (de Sosa) por Heriberto Hernández.

Este cuaderno de versos tiene dos cualidades esenciales. La primera es estrictamente literaria y se inscribe en el marco de la devoción. Lo que fuera en Cuba la generación de los ochenta, y hablo en pasado porque se escucha con frecuencia en estos tiempos hablar en presente sobre algo que ha muerto y es hoy sólo los despojos dispersos de una carnicería, era asfixiado, en los albores de la década siguiente, por la reacción oficial y la reales limitaciones que paralizaron la pasajera ilusión de movimiento. Entonces comenzaron a escucharse algunas voces que parecían reafirmar todo lo dicho. Manuel Sosa es uno de estos poetas y el que sin dudas resume de una manera más clara el gesto agónico de una generación que creyó ver la luz, que tuvo la ilusión de poder conquistarla y recibió el manotazo, como un recordatorio de hierro, que marcaba donde estaban los límites.

Hay en sus libros anteriores una voluntad de continuidad que llega a hacerse corpórea. La consolidación de un discurso que resume con gran originalidad los, muchas veces dubitativos planteamientos de los mayores de su generación y su propensión a la introspección, ya no en actitud de negar o de rechazar la descolorida épica de lo cotidiano, sino en una auténtica exploración de sus sensaciones, propiciaron a su poesía una apariencia, no siempre negable, de summa en este caso teleológica. Circunscribir sus especulaciones líricas a un plano estrictamente literario pareciera que anticipa la negación, que ya de alguna forma podía ver. De ahí que la finalidad se encuentre siempre esbozada en el origen. El poeta, negado tres veces y todas las que fuese necesario, ya en el exilio renueva su devoción por establecer bastiones de resistencia, y es en este empeño en el que se estructura la segunda cualidad que sustenta este conjunto de versos: su voluntad de reafirmación, la necesidad de sustentar la existencia y hacerla visible. Pareciera que este libro puede resumirse en una palabra: existo. Que no quieran mirar, o le impidan a alguien mirar, o nieguen que hayan visto, no son argumentos que puedan validar la inexistencia o la invisibilidad.

Foto/Blog Gaspar, El Lugareño

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