(Opus Habana). Estas ferias del libro contribuyen poderosamente a despertar el interés popular por el libro, a acercar el libro al pueblo; pero no son suficientes para poner el libro en las manos del pueblo, porque aunque reducidos los precios por los libreros expositores, hay centenares de millares de ciudadanos cuyos recursos económicos no les permiten adquirirlos. Yo he asistido, uno y otro día, al espectáculo que ofrecen, ante las casetas y mesas de exhibición, hombres y mujeres, jóvenes especialmente, contemplando extasiados y desencantados, los libros que se les ofrecen, pero que no pueden comprar. Y con la misma hambre material con que hoy mira el chiquillo callejero, tras las vidrieras de las tiendas o las puertas de los restaurantes y fondas, no ya las golosinas, sino el pedazo de pan, he oído exclamar a estos otros criollos que padecen hambre y sed de libros, de educación y de cultura: «¡quién pudiera disponer de unos quilos para comprar ese libro!».
Mientras allá, en los pueblos, en el monte y en la sabana, la tragedia económica, educativa y cultural de nuestros campesinos alcanza extremos que los habaneros no podemos sospechar, colocado como se halla el guajiro criollo en la tristísima condición de paria en su propia patria. (texto completo)
Mientras allá, en los pueblos, en el monte y en la sabana, la tragedia económica, educativa y cultural de nuestros campesinos alcanza extremos que los habaneros no podemos sospechar, colocado como se halla el guajiro criollo en la tristísima condición de paria en su propia patria. (texto completo)
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