Nota mía: Juan Antonio García Borrero (Juani), desde el Festival Cines del Sur, Granada, España, respondió las preguntas que le envié por email, para compartir con los lectores del blog Gaspar El Lugareño sus opiniones sobre cine cubano, los blogs y la prensa tradicional, la censura, ...
Le agradezco que haya dedicado parte de su tiempo a esta entrevista, en medio de la vorágine que implica participar en un festival de cine, donde además se presenta libro y se colabora en una de las muestras temáticas.
Entre los libros publicados por Juani se encuentran: Cine cubano: nación, diáspora e identidad, La edad de la herejía (Editorial Oriente, Santiago de Cuba, Cuba, 2002), La dictadura de los críticos (Editorial Ácana, Camagüey, Cuba, 2002), Guía crítica del cine cubano de ficción (Editorial Arte y Literatura, La Habana, Cuba, 2000), ¿Quién le pone el cascabel al Oscar? (Editorial Oriente, Santiago de Cuba, Cuba, 1998), Por una crítica imperfecta (Editorial Chau Bloqueo, Argentina, 1997). El más reciente es Intrusos en el paraíso. Los cineastas extranjeros en el cine cubano de los sesenta.
Entrevista a Juan Antonio García Borrero
por Joaquín Estrada-Montalván
¿Te consideras: crítico de cine, periodista o ensayista?
La verdad es que a estas alturas preguntarme eso no me resulta demasiado estimulante, pues ni siquiera puedo decir que lo único que me interesa es el cine, porque no es así. Para mí las películas son un pretexto que me da la posibilidad de sumergirme en esas zonas de la realidad que se enmascaran detrás de lo que vemos en pantalla. Lo que más me interesa es “pensar” lo que hay detrás del encuadre, de los bocadillos que los personajes dicen, de lo “bonito” o lo “feo” que se está mostrando en pantalla, de lo que los críticos e historiadores cuentan.
Es muy fácil elogiar o descalificar aquello que se ve, estableciendo como parámetros lo que tenemos en nuestro horizonte de expectativas, y que tiene que ver con el estado de ánimo más puntual. Pero si queremos una indagación seria de lo que ha sido el cine en esta nación, entonces es preciso ir en busca de las contradicciones que provoca en nosotros todo eso que vemos. No eludir esas contradicciones, sino asumirlas como algo natural que forma parte de la vida.
Al periodismo lo respeto demasiado como para creer que yo, sin estudiarlo, lo hago. Tampoco me siento exactamente un “crítico de cine” porque demasiadas veces he escrito contra esos lugares comunes que genera la práctica rutinaria de ese “oficio”, para decirlo como Caín, lo cual me ha deparado dolorosas distancias dentro del gremio. Por lo tanto, me va quedando solo lo del ensayista. Digamos que soy alguien que se hace preguntas.
¿La década de 1960 es tu preferida en cuanto al cine cubano?
No, para nada, y tal vez si fuera así hubiese tenido menos polémicas en mi contra, sobre todo dentro de la isla. De esas cosas hablamos en el pasado Taller Nacional de la Crítica Cinematográfica celebrado en Camagüey. A mi me sigue pareciendo una pésima defensa del ICAIC el hecho de insistir en que lo mejor del cine cubano está en esa década fundacional. El grueso de quienes hablan así no nota que están certificando en la cara de quienes vienen atrás, que el único mérito que les espera a estos es el dudoso mérito del epígono interminablemente reciclado. Justo el libro “Cine cubano de los sesenta: mito y realidad” intenta provocar algunas relecturas alrededor de eso.
¿Reconoces que existe "cine cubano" antes de 1959?
La existencia de películas realizadas antes de 1959 es abrumadora. Lamentablemente se ha perdido una buena parte de la producción silente. Es cierto que el cine sonoro pre-revolucionario no tenía interés alguno de fomentar una imagen de la República que estuviese a tono con las aspiraciones de aquellos que la imaginaron en el siglo anterior, a diferencia de cineastas como Díaz Quesada, que en el período silente hicieron muchísimos filmes de corte patriótico, pero la del cine sonoro también formaba parte de una manera colectiva de imaginar la nación. Gracias a esa “levedad” surgió un pensamiento crítico, encarnado en los integrantes de la primera Cinemateca (Germán Puig, Ricardo Vigón, Gutiérrez Alea, Cabrera Infante, Néstor Almendros) o de “Nuestro Tiempo” (Alfredo Guevara, García Espinosa, el propio Titón), que fue la base de ese cine “revolucionario” que surge a partir de 1959. Pongo revolucionario entre comillas, porque ahora este término se asocia solo a lo ideológico, y a lo que tenga que ver con lo planteado por el gobierno que naciera en 1959, pero ese cine del inicio se proponía revolucionar las maneras de aproximarse a la realidad. Y no fue un cine que nació gracias a la Providencia, o a la semilla cósmica que alguna vez mencionara Alfonso Reyes, sino que se nutre de todo lo que ha estado pasando en la década anterior en el seno de estos grupos interesados en fomentar una cinematografía nacional. Ahora, lo que sí parece claro es que con el ICAIC nace, por primera vez en Cuba, una industria cinematográfica. Y allí comienzan a estar presentes las contradicciones: una industria que está en función de la Revolución (es la primera institución cultural en ser creada por el nuevo gobierno), y que al mismo tiempo participa de todo ese clima herético que baña a buena parte de las cinematografías modernas del momento (Nueva Ola francesa, Free Cinema, Cine polaco).
¿Existe un cine independiente dentro de Cuba?
Ya sé que esta pregunta tiene todo el fin de “provocar”, en el mejor sentido de la palabra. Ese también fue el tema de discusión de un evento en el que participé hace un tiempo en Miami. Para mí está claro que en Cuba no existe un cine radicalmente independiente, pero quisiera que fueras franco conmigo: ¿existe ese cine en alguna parte del mundo? Y no quiero que me hables de la libertad de expresión, que ya sé que en Cuba no lo hay cuando se compara con la que proclama el mundo occidental. Yo tengo mis criterios sobre la censura, las cuales las he expresado en mi blog a propósito del documental “Zona de silencio”. Para mí el que censura solo está haciendo gala de un poderío temporal. Es el que manda por un rato y punto. Gracias a Dios o a la naturaleza, los censores siempre pasan a mejor vida, mientras que los artistas de verdad perduran en el tiempo. Por otro lado, es preciso que nos acostumbremos un poco más a hablar de la era del audiovisual en vez de la época del cine. Los tiempos son otros, y eso es lo que ha posibilitado que exista la serie de Eduardo del Llano, por ejemplo, y que la gente de a pie la conozca tanto o más que “Los dioses rotos”. ¿No son independientes las películas de Eduardo del Llano?
¿Se puede hablar de la existencia de una cinematografía nacional producida fuera de la Isla?
Esto todavía no me queda claro. Es decir, llamarlo “cinematografía” quizás suene demasiado desmesurado. Pero lo que sí creo haber demostrado con el libro que preparé alrededor del tema para el festival de Benalmádena, y el ciclo sobre el cine realizado por cubanos más allá de la isla, es que el conjunto de películas filmadas en esas condiciones no es nada precario. Ni maniqueo. Revisar todas esas películas es como mirar en un álbum de fotos que una familia encuentra cien años después que ha muerto el cabeza de familia. Uno va descubriendo la otra parte de la nación.
¿Se pudiera hablar de una serie temática en tu obra?
Bueno, yo solo he intentado partir del cine cubano (en su más amplia acepción) para hacerme preguntas que inquietan al individuo que soy. Respeto a aquellos que se plantean preguntas y respuestas colectivas, pero no creo que estas puedan ser de ayuda a nadie (y menos a mí) si antes no fiscalizo en primera persona el sentido de mi existencia. Es decir, ¿quién diablos soy en medio de todo esto? Hasta ahora no me siento representado en ninguna de esas preguntas y respuestas que hablan en nombre de muchos.
Ahora, en el caso específico del cine cubano, lo que me interesa proponer es un concepto de cine cubano un poco más ambicioso que ese que suele asociar la historia del cine cubano a la historia del ICAIC, y que otras veces he nombrado “icaicentrismo”. No me interesa proponer paradigmas al respecto, solo estimular la discusión alrededor de esos tópicos. Me interesa que comencemos a hablar con naturalidad de un cine cubano silente, otro sonoro pre-revolucionario, otro revolucionario, otro realizado por cubanos más allá de la isla, y por supuesto, todo lo que se hace en la actualidad con las tecnologías modernas. Pero sin establecer falsas fronteras. Como diría Guillén, todo mezclado.
Percibo dos ideas constantes en tus textos: reescribir la historia del cine en Cuba enfocado en intentar comprender procesos de formación identitaria y a la vez tratar de "desideologizar" tus aproximaciones, lo cual me parece complejo en un contexto -nacional- en extremo polarizado ideológicamente, también en lo que se podría llamar el mundo del cine.
Bueno, no sé de dónde puedes interpretar que intento “desideologizar” esas propuestas. A no ser que, debido a esas polarizaciones a las que aludes, entiendas que un texto que no hable en términos “fidelistas” o “anticastristas” está escurriéndole el cuerpo al asunto. Entre cubanos pretender demostrar que no estamos “ideologizando” algo es tal vez la peor manera de hacer ideología. Menos popular, pero al fin y al cabo “ideología”. Admito que a estas alturas no me seduce ese tipo de intercambio porque me aporta poco en términos anímicos. Es algo personal: me siento como si estuviese viviendo en un túnel donde no hay salida.
Pero por supuesto que lo que yo hago es también ideología, aunque ni yo mismo sepa definirla ahora mismo (y tampoco me parezca importante). Me interesa pensar al mismo tiempo en la libertad del individuo (que a mi juicio es básica), y también en la posibilidad de una sociedad que sea menos egoísta que aquella que solo toma en cuenta las oportunidades para triunfar, mas se olvida de los perdedores. Pero pensar de manera simultánea en esos dos extremos siempre implicará un surtidor de equívocos, hasta para aquel que intenta rendirle culto a ambas gestiones. Yo creo que no hay que quejarse de las interpretaciones que los demás hagan de esa posición que uno asume, porque no se trata de quedar bien con los otros, sino con uno mismo.
Dedicas mucho tiempo a tu blog “Cine Cubano, la pupila insomne”, aunque no pocos consideran a los blogs como un "género" menor dentro del periodismo.
Si bloguear es ese género menor dentro del periodismo que dices, entonces nunca terminaré de agradecer que por fin “lo menor” esté ganando algo de notoriedad. Precisamente invertir la percepción que tengamos de ese fenómeno que nos hace creer que solo es importante lo que aparece en los grandes periódicos, es lo que nos permitirá entender que uno como individuo es único, y por tanto, que nuestra historia merece ser conocida, como mínimo, por aquellos que figuran en nuestra familia.
El otro día encontré en el blog “Ojo al texto”, que está entre mis enlaces permanentes, una reflexión de Jesús Martín Barbero que me mató, y que transcribo: “No se puede ser ciudadano sin ejercerlo. Es decir, sin tener palabra propia. Cómo podemos pedir que los ciudadanos se expresen si durante el tiempo que están en la escuela, la inmensa mayoría del tiempo es para repetir lo que leen, no –como dijo Paulo Freire- para que aprendan a escribir su propia historia”.
Eso es lo que a mi juicio le concede valor al blog. No importa que sea malo, muy malo. O que esté mal escrito. O que sea un disparate de punta a cabo. Un blog es la posibilidad de dejarles a nuestros seres más cercanos el testimonio de nuestra existencia, contada en primera persona. Es decir, “nuestra propia historia”, que jamás será del interés de los periódicos. En una época donde todo parece tener que formar parte de las etiquetas colectivas, si alguien se aparece con la defensa de su individualidad, aunque no tengamos visiones semejantes del mundo, tiene mi respeto.
Lo ciertos es que en mi caso el blog ha sido como una tabla de salvación en términos de individuo. Debo la creación de “Cine cubano, la pupila insomne” al ensayista Duanel Díaz, y el blog me ha reportado más alegrías que malos momentos, aunque estos últimos no han faltado. Pero la verdad es que me ha ayudado muchísimo a tener una idea menos maniquea de la realidad y de mi mismo. Soy de los que tiene mucha confianza en la blogosfera como plataforma para mejorar la convivencia humana. Es decir, no es que piense que con los blogs se arregle lo que los políticos no han podido o querido, pero hablo de una mejoría del individuo mismo. De nada vale proponernos un mejor mundo si los seres humanos van a ser los mismos de siempre. Si el miedo, la doble moral, la hipocresía, el egoísmo, o el resentimiento, van a seguir determinando el comportamiento colectivo. Por eso es que ni siquiera pienso en el blog como una gestión periodística, sino como algo cívico.
Por otro lado en los blogs vamos a encontrar la memoria de eso que hoy no parece importante a los medios oficiales, pero que conforman la existencia misma, el día a día. Yo no soy quién para decir que algunas de las cosas que he hecho tienen más importancia que otras, pero creo que un libro colectivo como ese que preparé sobre el cine realizado por cubanos más allá de la isla merecía una mejor promoción en la prensa oficial, no tanto por mí, como por el hecho que se trata de la memoria de algo que ha sido realizado por cubanos en un período histórico, pero que si nos guiamos por los medios oficiales de ambas orillas, no hay por qué tomarlo en cuenta. Creo que fue a raíz de esa indiferencia de los periódicos relacionados con Cuba que decidí abrir el blog. Por otro lado, gracias al tuyo, por ejemplo, es que una parte de la comunidad cubana puede enterarse que existe ahora este de “Intrusos en el paraíso”, pues si te vas al portal de Cultura en Camagüey (que es donde vivo), verás que no hay la más mínima referencia. Y tampoco en el resto de los sitios dedicados a la cultura en el país.
Así que no me importa si los blogs resultan una suerte de periodismo menor. Además, el mío ya no es un proyecto personal, sino que he conseguido que participen algunos creadores que más allá de sus diferencias ideológicas, o estéticas, tienen en la mira algo común, que es el cine cubano, hágase donde se haga.
¿Crees posible que en la contemporaneidad "intelectual" cubana se puedan sostener polémicas que se fundamenten en razones y no en ofensas personales, en intentar descalificar al "contrincante" en vez de "enredarse" en desafíos teóricos?
Es una pregunta compleja. Se habla mucho de la existencia de un Estado totalitario, pero a veces a mí me da la impresión de que a los cubanos lo que nos ha tocado es una nación totalitaria. De otro modo no puede explicarse que más allá de las reglas que establece el gobierno cubano, y que ya sabemos concede pocas posibilidades de discrepar, predomine la práctica de descalificar al sujeto antes que a las ideas que este expone. En mi blog muchas veces he hablado de la necesidad de fomentar una “cultura del debate”, pero debo admitir que en el fondo eso me parece un espejismo cuando se trata de concretar esa aspiración en el seno de la sociedad, que es donde más importa. Hay demasiado resentimiento por medio, y el resentimiento no permite que uno mire hacia el futuro. El recuerdo de lo que pasó se convierte en una obsesión. Pero supongo que llegará un momento en que a alguien le interese en verdad mirar con mesura hacia el futuro. Como eso no depende de mí intento mejorar lo que está al alcance de mis manos, que es el blog. Y la verdad es que puedo contar con los dedos de las manos aquellos comentarios donde ha estado presente la ofensa personal. Polémicas han existido en “Cine cubano, la pupila insomne”, pero ha estado por delante el respeto al sujeto que expresa las ideas.
Una pregunta a manera de despedida: estas participando en el Festival “Cines del Sur”, en Granada, España, y presentas un ciclo de cine y un libro en este festival, ¿por que escogiste este tópico en esta ocasión?
Este asunto de los cineastas extranjeros en el cine cubano es un tema que siempre ha sido comentado por la historia canónica en un par de párrafos. A mí eso no solo me parece injusto, sino que deja en las sombras la explicación de cómo conseguirían formarse los realizadores del ICAIC, que partían literalmente de cero.
El ciclo que han logrado conformar los programadores del festival es sencillamente impresionante. Hay allí películas que no se conocen en Cuba, como por ejemplo, la japonesa “La novia de Cuba”, filmada por Kazuo Kuroki en 1969, o la irreverente “The Life of Juanita Castro”, de Andy Warhol. Para el investigador que soy, estas películas tienen un valor extraordinario, pero desde luego, a mí no me interesa adentrarme en estas cintas como si se tratara de visitar un frío museo, sino que aspiro a entablar con esas cintas un diálogo crítico que contribuya a desmitificar esa mirada entre fantasiosa y triunfalista que aún tienen muchos extranjeros de la Revolución cubana. Supongo que el libro será discutible para algunos, lo mismo en una orilla que en la otra, pero en el fondo eso es lo que importa: que se discuta.
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Foto/Flickr-Zippagraphics
muy buena la entrevista Gaspar, felicidades y, gracias por tu empecinamiento y aficion a "lo cubano".
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