
—No puedo permitir que pensamientos ajenos se metan en mi creación, se vuelvan mi censura. Esos son fantasmas. En la película está dicho todo, con todo mi corazón y con toda mi alma. Yo formo parte de ellos. Y a veces ellos hablan y no se entienden a sí mismos o no han profundizado demasiado en lo que piensan.
—¿Y pretende traducirlos?
—Mi pretensión es decir, o al menos dejarles decir.
—¿Entonces cuál es la función de su cine?
—Yo estoy en contra de la idea de que el cine y el arte están en la obligación de dar un mensaje o de enseñar. No tienen por qué hacerlo. El cine es para mí principalmente un acto de creación. Yo soy maestro y me gusta mucho esta vocación que descubrí casi a la mitad de mi vida, pero el cine no lo considero mi medio directo para enseñar. Creo que soy mejor maestro que cineasta, y cada día en las aulas me doy cuenta de que aprendo mucho de mis alumnos. (la entrevista completa en Juventud Rebelde)