(Semana). La figura del hombre fuerte está tan arraigada en la cultura política que muchas memorables novelas latinoamericanas están dedicadas al tema, e incluso se habla de 'La novela del dictador' como un subgénero. Yo, el supremo, de Augusto Roa Bastos, está basado en José Gaspar Rodríguez de Francia, el caudillo que aisló a Paraguay durante más de 25 años a comienzos del siglo XIX. Otro dictador, el venezolano Juan Vicente Gómez, quien gobernó durante 27 años hasta que murió en 1935, inspiró al protagonista de El otoño del patriarca, de Gabriel García Márquez. El peruano Mario Vargas Llosa escribió La fiesta del chivo, sobre Rafael Leonidas Trujillo, quien detentó el poder de facto en la República Dominicana desde 1930 hasta su asesinato en 1961, aunque formalmente mantuvo una fachada constitucional e incluso renunció a la reelección en 1938 para volver cuatro años después. Y el argentino Tomás Eloy Martínez es famoso, entre otros, por sus libros dedicados al peronismo, La novela de Perón y Santa Evita.
El hombre fuerte es la salida a una situación desesperada, como escribió hace poco el mismo Martínez en una columna de prensa. "De ahí que la figura -llámese cesarismo, bonapartismo, bismarckismo- sea tan familiar en América Latina, donde, desde las revoluciones independentistas, la mayor parte de las naciones, castigadas por sucesivas crisis políticas y escenarios de transición, conocieron más caudillos que soluciones institucionales". (sigue)
El hombre fuerte es la salida a una situación desesperada, como escribió hace poco el mismo Martínez en una columna de prensa. "De ahí que la figura -llámese cesarismo, bonapartismo, bismarckismo- sea tan familiar en América Latina, donde, desde las revoluciones independentistas, la mayor parte de las naciones, castigadas por sucesivas crisis políticas y escenarios de transición, conocieron más caudillos que soluciones institucionales". (sigue)
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