¿Cuándo empezó la preocupación de recoger y conservar todo lo relacionado con la labor de los cubanos en el exilio?
La primera bibliotecaria cubana que trabajó en la biblioteca de la Universidad de Miami fue Rosita Abella, que había sido jefa del Departamento Circulante de la Biblioteca Nacional de Cuba. Trabajaba en el Departamento de Adquisiciones y desde el primer momento comprendió la necesidad de guardar para el futuro todo lo que los cubanos estaban haciendo en el exilio o lo relacionado con ellos, tanto su labor cultural como la política. Lo que nunca pensamos fue que nuestro exilio iba a durar cincuenta años.
Junto a Rosita Abella, empezó a trabajar otra mujer extraordinaria, la doctora Ana Rosa Núñez, una bibliotecaria que también comprendió la necesidad e importancia de recoger para el futuro toda la producción de nuestros compatriotas fuera de Cuba. Ambas mujeres me ayudaron mucho en mi carrera, lo mismo que mi tía Evy, también bibliotecaria de la Universidad. De ellas aprendí que esta profesión es como un sacerdocio al cual se debe volcar uno en cuerpo y alma.
Lo primero que hicimos fue empezar a ir a las bodegas y las tiendecitas que fueron abriendo los cubanos, pues en esos comercios se repartían gratuitamente todos los periodiquitos que se editaban en Miami. Al mismo tiempo, comenzamos a pedir a otras personas que visitaban la biblioteca y que vivían en otras localidades, tanto de Estados Unidos como del extranjero, que nos guardaran cualquier publicación, cualquier afiche, cualquier cosa escrita por cubanos para nuestra colección. Además, nos preocupábamos por comprar todos los libros de autores cubanos que se publicaban. Así surgió entre nosotras el interés por recoger y conservar todo lo relacionado con los cubanos exiliados. Varias veces trepé a los postes de la luz para quitar los afiches de los actos cubanos que se celebraban aquí en Miami, pues ésta era la única manera de conseguirlos.
Aparte de todo ese material que fuimos acumulando, se empezaron a comprar publicaciones importantes de Cuba. Por ejemplo, Rosita Abella se ocupó de adquirir las colecciones de Bohemia, la Gaceta Oficial de la República de Cuba y otras revistas. Por otro lado, la biblioteca poseía una colección bastante grande de libros escritos por cubanos y sobre Cuba, pues las universidades de Miami y La Habana siempre tuvieron buenas relaciones. Desde la fundación de la Universidad de Miami en 1926, profesores de aquí iban a Cuba y profesores de allá venían a enseñar aquí. Muchos de esos profesores cubanos traían libros para donarlos, porque al principio la biblioteca de la Universidad de Miami no compraba libros, sino que subsistía solamente con los que le regalaban. Así que teníamos una buena colección. Eso fue lo que estas extraordinarias bibliotecarias cubanas usaron como argumento para convencer a la dirección de la Universidad de lo importante que era contar con una colección cubana. (ver entrevista completa)
La primera bibliotecaria cubana que trabajó en la biblioteca de la Universidad de Miami fue Rosita Abella, que había sido jefa del Departamento Circulante de la Biblioteca Nacional de Cuba. Trabajaba en el Departamento de Adquisiciones y desde el primer momento comprendió la necesidad de guardar para el futuro todo lo que los cubanos estaban haciendo en el exilio o lo relacionado con ellos, tanto su labor cultural como la política. Lo que nunca pensamos fue que nuestro exilio iba a durar cincuenta años.
Junto a Rosita Abella, empezó a trabajar otra mujer extraordinaria, la doctora Ana Rosa Núñez, una bibliotecaria que también comprendió la necesidad e importancia de recoger para el futuro toda la producción de nuestros compatriotas fuera de Cuba. Ambas mujeres me ayudaron mucho en mi carrera, lo mismo que mi tía Evy, también bibliotecaria de la Universidad. De ellas aprendí que esta profesión es como un sacerdocio al cual se debe volcar uno en cuerpo y alma.
Lo primero que hicimos fue empezar a ir a las bodegas y las tiendecitas que fueron abriendo los cubanos, pues en esos comercios se repartían gratuitamente todos los periodiquitos que se editaban en Miami. Al mismo tiempo, comenzamos a pedir a otras personas que visitaban la biblioteca y que vivían en otras localidades, tanto de Estados Unidos como del extranjero, que nos guardaran cualquier publicación, cualquier afiche, cualquier cosa escrita por cubanos para nuestra colección. Además, nos preocupábamos por comprar todos los libros de autores cubanos que se publicaban. Así surgió entre nosotras el interés por recoger y conservar todo lo relacionado con los cubanos exiliados. Varias veces trepé a los postes de la luz para quitar los afiches de los actos cubanos que se celebraban aquí en Miami, pues ésta era la única manera de conseguirlos.
Aparte de todo ese material que fuimos acumulando, se empezaron a comprar publicaciones importantes de Cuba. Por ejemplo, Rosita Abella se ocupó de adquirir las colecciones de Bohemia, la Gaceta Oficial de la República de Cuba y otras revistas. Por otro lado, la biblioteca poseía una colección bastante grande de libros escritos por cubanos y sobre Cuba, pues las universidades de Miami y La Habana siempre tuvieron buenas relaciones. Desde la fundación de la Universidad de Miami en 1926, profesores de aquí iban a Cuba y profesores de allá venían a enseñar aquí. Muchos de esos profesores cubanos traían libros para donarlos, porque al principio la biblioteca de la Universidad de Miami no compraba libros, sino que subsistía solamente con los que le regalaban. Así que teníamos una buena colección. Eso fue lo que estas extraordinarias bibliotecarias cubanas usaron como argumento para convencer a la dirección de la Universidad de lo importante que era contar con una colección cubana. (ver entrevista completa)
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