J.B.: No me llevo bien con ellos. Porque ellos han elegido llevarse mal conmigo. Yo no tengo nada en su contra. No digo nada contra ellos, procuro leerlos, no contesto. Pero casi todos me ven con alguna hostilidad, que algunos se ocupan de manifestar. Algunos se divierten escribiendo cosas altamente mezquinas contra mis libros y contra mí.
SEMANA: ¿Y con la generación mayor?
J.B.: Con la generación mayor yo he tenido un poco más de fortuna. Ellos no me ven como una amenaza. Son escritores consagrados. Bryce ha tenido más influencia en mí como escritor que el propio Vargas Llosa. En Bryce hay más humor, y no hay esa obsesión por la técnica literaria que en algunas de la primeras novelas de Vargas Llosa terminó siendo dañina para la propia novela. Ahora bien, Vargas Llosa ha sido conmigo bastante más generoso que Bryce. Alcancé a conocer a Ribeyro y es un gran escritor. A diferencia de Mario, Ribeyro era un señor que se escondía en un rincón, que esquivaba las polémicas y miraba con una lucidez brutal. Me parece muy sabia esa actitud de no tener tantas certezas y declararse un poco perplejo y un poco neutral. Muchos escritores, como Gabo o Fuentes o el propio Mario, tienen una evidente fascinación por el poder. Les gusta visitar presidentes, cortejar reyes… Ribeyro no era así. Y creo que nos dejó, además de una obra admirable, esa enseñanza no menor de que tal vez el escritor no siempre debe de ser un profeta. Yo reivindico esa postura. (ver la entrevista completa)
Foto/AP
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