(Fragmento de la conferencia “Iglesia, comunicación y cultura digital”, ofrecida por Mons. Claudio María Celli, Presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales de la Santa Sede en la iglesia de Santa Catalina de Ricci en La Habana, el pasado día 6 de noviembre)
La vivacidad de la pastoral de la comunicación en las Iglesias particulares de Cuba puede ser leída desde el Evangelio, en el fragmento que narra la multiplicación de los cinco panes y los dos peces (Mt 14,13-21). Un rasgo característico de la Iglesia aquí, dadas las circunstancias de su historia, es el de una extraordinaria capacidad para mantener vivos sus vínculos internos gracias a un creativo uso de todos los medios de comunicación de que ha podido disponer. El Señor sigue haciendo milagros cuando le entregamos generosamente aquello poco que poseemos, también en el aspecto de la comunicación. Somos conscientes de que el Espíritu Santo es el verdadero protagonista de la Evangelización y los cristianos somos instrumentos que encontramos nuestra fuerza y esperanza en Cristo muerto y resucitado; así, se ha abierto un camino muy esperanzador.
Sobre el cambio que el mundo está viviendo, basten como ejemplo alguna iniciativas de las cuales tengo conocimiento, como la revista Vida Cristiana de alcance nacional, la revista Palabra Nueva y el mensual Espacio Laical que son editadas entre otras por el arzobispado de la Habana; la revista Vitral que cada dos meses publica la diócesis de Pinar del Río, y que ha ganado un espacio reconocido en el espacio de Internet; o la publicación “Cocuyo” de la Diócesis de Holguín. Todas ellas con temática eclesial de interés y de instrucción religiosa[1]. Esto nos recuerda el conocido refrán: “A Dios rogando, y con el mazo dando”.
A nivel de nuevas tecnologías la Conferencia Episcopal de Cuba cuenta además con una red interna de comunicación muy bien articulada. La Red Informática de la Iglesia en Cuba comenzó a trabajar a mediados de los noventa, cuando se creó un Departamento de Informática en la Conferencia de Obispos, que junto a la Nunciatura Apostólica comenzó a apoyar a los Obispos para introducir medios informáticos en los obispados y parroquias de forma gradual, formando una red de correo electrónico en la que las computadoras se conectaban entre sí a través de módems de acceso telefónico. Esta red ha crecido y conectado recientemente al proveedor estatal de Internet, fruto de un proceso gradual de diálogo Iglesia – Estado. Es un gran avance, aunque aún queda camino por recorrer.
La capacidad de la Iglesia cubana para expresarse de manera audiovisual ha sido impulsada por Signis, que en la isla tiene una larga tradición. Existe mucha creatividad y talento en Cuba, que ha ganado reconocimiento y autoridad en los diferentes jurados internacionales.
Recientemente, al intercambiar impresiones en la Santa Sede con Mons. Wilfredo Pino, me ilustraba justamente esto. Con sus periódicos, boletines, algunos sitios web que van naciendo, los agentes de pastoral cubanos acceden a materiales y subsidios catequísticos que les permiten integrar el mensaje cristiano en su propia cultura de la comunicación, siendo conscientes que esta cultura nace, aún antes que los contenidos, de los modos en que se difunde. Poco a poco se van explorando nuevos modos de comunicar con “nuevos lenguajes, nuevas técnicas, para responder a la realidad social y a los actuales comportamientos psicológicos” (RM, 37).
El fenómeno de la globalización, facilitada justamente por las nuevas tecnologías de comunicación, se expresa también en el impacto que pueden causar mensajes que se emiten desde aquí. Por ejemplo, en mayo de 2008 se concedió el premio Ortega y Gasset a un blog cubano como el mejor exponente de Periodismo Digital. El eco trascendió las fronteras de América Latina.
Para nosotros los creyentes, este hecho es la constatación de que el ecosistema comunicativo que cubre la Aldea Global anticipada por McLuhan en los años sesenta, debe encontrar a cada cristiano vigilante, como perceptor crítico de la comunicación y también como emisor, ya que la barrera de los roles en muchos casos se diluye por la flexibilidad que se da sobre todo en Internet. Hoy en día como la experiencia nos ha podido mostrar, podemos comunicar con el mundo entero, aún cuando no seamos conscientes de ello.
Foto/AP: Mons. Claudio Celli y el Card. Jaime Ortega
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