Manuel Vázquez Portal, Efraín Riverón y José A. Matos Alonso (JAMA)
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Anoche, en la sede de la Editorial Iduna, se rindió homenaje póstumo al escritor Francisco Riverón Hernández (1917-1975), con la publicación y presentación de su libro La Isla Perdida.
La presentación estuvo a cargo de su hijo Efraín Riverón y de Manuel Vázquez Portal. También, estuvo presente el artista José A. Matos Alonso (JAMA), quien cedió su obra Picasso Preso para ilustrar la portada.
Por cortesía de la Editorial y Manuel Vázquez Portal publico el prólogo del libro.
------------------------------La presentación estuvo a cargo de su hijo Efraín Riverón y de Manuel Vázquez Portal. También, estuvo presente el artista José A. Matos Alonso (JAMA), quien cedió su obra Picasso Preso para ilustrar la portada.
Por cortesía de la Editorial y Manuel Vázquez Portal publico el prólogo del libro.
Gaspar, El Lugareño
La Isla Perdida
Prólogo por Manuel Vázquez Portal.
La cosmogonía de un poeta es única. Porque cada poeta es un cosmos. Para caracterizarlo basta sumergirse en su universo. Y hablo del universo reinventado por su visión y el trazo dejado por su capacidad de aprehensión. Sin mas finalidad que embellecer, sin mas propósito que ennoblecer.
Solo desde la huella del poeta se sabe de su paso. Toda generalización empequeñece su individualidad. El poeta, amanuense de una armonía universal, reenseña lo que conocemos pero de una manera que nos recuerda las esencialidades olvidadas.
Y el poeta -según Francisco Riverón Hernández--lleva su yo dentro de un hombre que no es suyo y no siempre comprende cómo pudo nacer en esa cárcel.
Ese sentimiento de destino inexorable lo torna canal de conducción semiótica para que el universo envíe sus señales. No puede escapar. En el poeta viven las cosas de otro modo (…) porque para él todas las cosas deben ser vistas por el lado que enseña la belleza.
Universo exterior y universo interior se conjugan entonces para dar paso a la poesía, ese exquisito e inexplicable sortilegio que envuelve a todos pero que solo los poetas, seres signados, reencausan para brindárnoslo.
Francisco Riverón Hernández es uno de esos seres signados. Se supo siempre continente de la sabiduría y la belleza universal. Cargó con su Facttum con la dignidad y la entereza de los elegidos. Frente al amor destiló poesía, frente a la pena se refugió en la poesía. La poesía era su adarga y su escudo.
Siempre creyó que el verso lo salvaría, y así ha sido, la poesía no traiciona a quienes la han amado. Treinta y seis años después La isla perdida -libro que la policía política cubana creyó haber destruido después de la requisa salvaje en casa del poeta--resurge para recordarle al poder que puede disolver lo que tiene de tierra al poeta y además creer que lo entierra en el poco de polvo acostumbrado pero que el poder ignora que su fuerza no alcanza y algo quedará--del poeta--siendo y manifestando su materia de sueño, su lenguaje de dios en la tierra.
Esa es la lección que reaprendemos. Los poetas antiguos nos lo habían ya dicho. No muere de olvido la hermosura.
La isla perdida se escribió en condiciones excepcionales. Estaba proscripta antes del primer verso. Era poesía para alimentar la gaveta. En Cuba se expandía por entonces lo que hoy llaman quinquenio gris, pero que en realidad era masacre del arte y la cultura por mandato oficial. Los heraldos del odio componían odas a la trinchera y trenos a los ínclitos soldados muertos. Un poeta que se atreviera a decir: Nuestros poetas/ solo tienen ojos para lo que no ven/ y palabras para lo que no esta sucediendo./ ¡Viva la hipocresía! /Aunque la poesía siga llorando estaba condenado al anonimato. Y Francisco Riverón Hernández se atrevió.
Y Francisco Riverón Hernández se atrevió porque era un poeta y los poetas solo obedecen al mandato de la belleza. Los poetas, por naturaleza, son audaces y transgresores frente a todo aquello que les imponga una finalidad que doblegue al ser humano. La isla perdida hubiera podido ser un canto complaciente para el poder y darle a su creador rica y ancha avena porque le sobraban recursos expresivos para hacer de la poesía una turbia jinetera sin que se notara y medrar de ella, y estaría hoy realmente perdida, pero el eligió la estrella que ilumina y mata y rescato a la isla y a la poesía para siempre.
Con la aparición de La isla perdida, del poeta Francisco Riverón Hernández, por la editorial Iduna, se impone una reevaluación de la poesía cubana escrita entre los años 1970 y 80 para demostrar que en ese período no todo fue grisura aunque la oficialidad se empeñara en enviar a la oscuridad a lo más auténtico del género.
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3 comments:
Gracias, Joaquín, por el link.
No conozco la poesía de Riverón.
Un poco siguiendo el prólogo de Vázquez Portal, precisamente "la grisura" era "la oficialidad". Los demás, o estábamos negros, o grises con pespuntes negros. C'est la vie.
Tocayo, Lugareño, me subscribí a tu blog. Ahora lo tendré diariamente(mientras sea gratis).
Saludos,
Joaquín Gálvez
gracias por los comentarios y al tocayo por suscribirse al blog
saludos
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