Friday, November 20, 2009

Eidos (by Alain González)

Le agradezco a Alain González que comparta varios poemas de su primer libro publicado Eidos, (Editorial Voces de Hoy, Miami) en este blog Gaspar, El Lugareño.

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Hay un olor a hierba esta noche
que tiene de ceniza, de alabastro,
que toma de este inmenso juego
el silencio y lo traslada a otros silencios
como un comienzo de música ardiendo sigilosa,
como si se orquestaran los sentidos.

Sus arabescos siembran una especie de llovizna
semejante a la viceversa del rocío
como si confundida con su propia fiebre
nos iniciara en su transparencia incendiada.

Hay un olor a hierba esta noche
que se tensa como una metáfora feliz,
que sabe de las delicias que siempre nos esperan
en el sueño.

Y huye tan despacio que es como si permaneciera.
Es como si nos arrancáramos de nuestros abismos.
Como si desnudos nos sumergiéramos en la noche.


Héroes

Naves quemadas
en cuyas maderas
consume el tiempo
el vértigo de sus olas.


El pájaro

Desmiente a la rama con su vuelo.
Soluciones de jaula son el sueño
el hambre, el celo, el frío, el miedo.
Escapa el pájaro volando, comiendo,
amando, esperando o escapando.
Huye de las jaulas de su contingencia.
Se fuga a otras vidas, quizá preferibles.
Escapa de su miedo al sueño, al hambre,
de su miedo al amor, al frío
de su miedo al miedo.

Pero no puede escaparse de su fuga.


Cerca de todo a menudo está la casa

Cerca de todo a menudo está la casa
tirados en la cama nos circunda
y puede que seamos el silencio o la noche
lastimosamente no absoluto
lastimosamente no absoluta.

Me gustaría saber qué nos destierra,
cómo será posible que a veces reconozca
dónde soy la última cuerda de mí mismo
y un poco más allá, la casa en su término, acallando.

Miro mis manos, podrían ser el regreso
los resquicios profusos que nos culpan
por dejar que la casa nos palpe con sus manos.

Cerca de todo a menudo está la casa
y aunque dudosamente haya un insomnio
más creíble que el de su existencia
conservaremos siempre una anodina
esperanza de diálogo, un reproche,
todo lo táctil de la noche se distiende
como un hombre sin mujer,
como una espera muy pobre
que no podremos culpar
como a cortinas blancas que el viento desvela.

Y la casa, silenciosa, siempre cerca
padeciendo con pereza los afeites del tiempo
paradójicos afeites como una alcoba
donde se conoce que el tímido murmullo del silencio
es el murmullo de las distancias que nos dejan
tan lejanos en la casa como en nosotros mismos.

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