Fotos tomadas del Facebook de Teatro Miami Studio
Ariel Texidó, Gretel Trujillo y Sandra García
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Ariel Texidó, Gretel Trujillo y Sandra García
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(about) Al Horizonte no se llega en una barca de papel
por Angel Velázquez Callejas (para el blog Gaspar, El Lugareño)
Si lo miramos desde el punto de vista de como ha vivido la humanidad hasta ahora, en un estupor, en una mentira condicionada por la tradición histórica y cultural, Ernesto García y su grupo actoral de Teatro en Miami Studio tienen razón: la vida no tiene sentido. El hombre marcha en una barca de papel y en cualquier instante se haya abocado a naufragar. Pero si por otro lado el horizonte, la esperanza, el deseo, siguen siendo el fin para la humanidad, a la vida se le otorga un significado. En esta encrucijada, entre si la vida tiene o no sentido, se haya, según mi punto de vista, el meollo de la trama teatral “Al horizonte no se llega en una barca de papel”. La humanidad ha vivido en medio de esta encrucijada: o bien, la vida tiene sentido porque el hombre por naturaleza inconsciente arrastra una memoria condicionada; o bien la vida carece de significado porque el pasado para el pensamiento abstracto no existe y el futuro será siempre una invención sobre su pedestal. Hasta donde alcanzo ver, esta obra teatral, que la enmarco dentro de los cánones de la filosofía existencialista, posibilita la reflexión de ambas condiciones de la existencia.
Usando una posibilidad concreta de la vida cotidiana, la del triangulo amoroso, Ernesto García y su tripulación se embarcan en un largo viaje que al final no tiene sentido. Y tal parece que la realidad actual le da la razón. Todas las relaciones amorosas por lo general, no son en el fondo una relación de amor. Siempre una riña, siempre la angustia, siempre el temblor, siempre el miedo. Los amantes no existen; existen las cosas y los objetos forman la relación. La palabra amor es solo una excusa para seguir buscando el horizonte.
Siempre que el arte intenta penetrar en el fenómeno de la duda, del escepticismo, reaparece nuevamente, de un modo sutil, la brecha de percepción oblicua: una especie de desespero, angustia, ansiedad y sufrimiento que invade al ser humano. En su sistema poético del mundo, Lezama Lima tropezaba con la naturaleza de la fragilidad humana. La puesta teatral “Al horizonte no se llega en una barca de papel” confirma la metáfora esencial de lo imposible y lo inalcanzable: nunca el horizonte ha existido; nunca la esperanza ha llegado a ser. Ambos inventos del lenguaje humano, horizonte y esperanza, forman un espejismo, imaginación, una extraordinaria y eficaz movilidad que le da sentido al fenómeno mas evolucionado de la existencia: la mente humana. Desde allí, desde la mente, el hombre lo ha creado todo. A creado al horizonte y ha creado la filosofía de que la vida no tiene sentido, de que el horizonte no existe. El teatro del absurdo apoyó a Sartre, al existencialismo pesimista y esta obra, la cual trae a colación un viejo problema de esa filosofía está en lo cierto, pero hasta cierto punto.
No dejo de mirar que hasta yo estoy marchando en un barco de papel. Pero se que algún día mi barco sé hundirá. ¿Qué debo hacer para que esto no suceda? Casi nadie se pregunta y se ocupa de esta situación. Quizás el resto del público allí presente no sepa que la barca es mayor, que esa es la realidad que atraviesa hoy toda la humanidad: la humanidad navega en un gran barco de papel; ni sabe por que esta allí navegando y ni sabe que rumbo sigue. ¿O la esperanza o el suicidio? ¿Esas son las dos alternativas posibles?
Recuerdo ahora a José Martí. Quiso escribir un libro titulado El sentido de la vida. Fue uno de los primeros en estar invadido por la preocupación de esta existencia. Pero nunca se ha hallado ese libro. Solo habló de su proyecto. Sin embargo, su obra prueba una honda preocupación por el sentido de la vida, su significado. Después de Emerson, fue la figura que mas se refirió a ese tópico. Descubrió dos cosas: que la vida no tenía sentido tal y como la humanidad la vivía y que el problema fundamental era de concepto: la vida no puede ser conocida, no puede ser analizada y conceptualizada, sino vivida. Tal y como sucede con el amor, apreciación que a Martí lo llevó a considera el mas de los valiosos valores, no puede ser definido. Esa tres personas de la obra teatral se ven debatiéndose en puros conceptos, en puras palabras. Creando un mundo y cada cual haciendo eco del mismo. Claro que la vida así no puede tener sentido. Hay una frase de Martí que lo resume todo: “salto, dicha grande”. No más para poder indicar eso que se ha experimentado, eso que no tiene fin, que es infinito.
Me viene ahora, la figura de Jorge Mañach. Escribió en la década del 50 del siglo pasado un tratado sobre la filosofía de la vida, un libro que poco se lee. Asumió tantos conceptos le parecieron adecuados de la filosofía existencialista para dar orden lógico a su tratado, pero en el fondo, el mismo Mañach se hallaba navegando en un barco de papel. La frustración republicana de esa década en el seno de la intelectualidad cubana lo prueba. La frustración por la política y cultura había tocado fin.
¿Cómo es posible entonces que el ser humano se haya empañado por todos los siglos de la civilización humana alcanzar semejante imposibilidad? La historia humana demuestra que ningún ser humano ha llegado aun allí, a ese lugar. Léase la obra teatral de Samuel Beckett, Esperando a Godot. Ese Godot es lo mismo que el horizonte de la obra de Ernesto García, que nunca aparece, nunca llega. Ni con un trasatlántico se ha podido alcanzar el horizonte. El horizonte parece ser tan misterioso, tan propenso a la vida misma, que encarna en la estructura celular del ser humano. Sin horizonte no puede haber ser humano, pero con el horizonte pierde su condición esencial. La obra de Ernesto García es oportuna y desde el punto de vista de al actuación, el montaje, el argumento, la escenografía y las luces es magnifica.
Usando una posibilidad concreta de la vida cotidiana, la del triangulo amoroso, Ernesto García y su tripulación se embarcan en un largo viaje que al final no tiene sentido. Y tal parece que la realidad actual le da la razón. Todas las relaciones amorosas por lo general, no son en el fondo una relación de amor. Siempre una riña, siempre la angustia, siempre el temblor, siempre el miedo. Los amantes no existen; existen las cosas y los objetos forman la relación. La palabra amor es solo una excusa para seguir buscando el horizonte.
Siempre que el arte intenta penetrar en el fenómeno de la duda, del escepticismo, reaparece nuevamente, de un modo sutil, la brecha de percepción oblicua: una especie de desespero, angustia, ansiedad y sufrimiento que invade al ser humano. En su sistema poético del mundo, Lezama Lima tropezaba con la naturaleza de la fragilidad humana. La puesta teatral “Al horizonte no se llega en una barca de papel” confirma la metáfora esencial de lo imposible y lo inalcanzable: nunca el horizonte ha existido; nunca la esperanza ha llegado a ser. Ambos inventos del lenguaje humano, horizonte y esperanza, forman un espejismo, imaginación, una extraordinaria y eficaz movilidad que le da sentido al fenómeno mas evolucionado de la existencia: la mente humana. Desde allí, desde la mente, el hombre lo ha creado todo. A creado al horizonte y ha creado la filosofía de que la vida no tiene sentido, de que el horizonte no existe. El teatro del absurdo apoyó a Sartre, al existencialismo pesimista y esta obra, la cual trae a colación un viejo problema de esa filosofía está en lo cierto, pero hasta cierto punto.
No dejo de mirar que hasta yo estoy marchando en un barco de papel. Pero se que algún día mi barco sé hundirá. ¿Qué debo hacer para que esto no suceda? Casi nadie se pregunta y se ocupa de esta situación. Quizás el resto del público allí presente no sepa que la barca es mayor, que esa es la realidad que atraviesa hoy toda la humanidad: la humanidad navega en un gran barco de papel; ni sabe por que esta allí navegando y ni sabe que rumbo sigue. ¿O la esperanza o el suicidio? ¿Esas son las dos alternativas posibles?
Recuerdo ahora a José Martí. Quiso escribir un libro titulado El sentido de la vida. Fue uno de los primeros en estar invadido por la preocupación de esta existencia. Pero nunca se ha hallado ese libro. Solo habló de su proyecto. Sin embargo, su obra prueba una honda preocupación por el sentido de la vida, su significado. Después de Emerson, fue la figura que mas se refirió a ese tópico. Descubrió dos cosas: que la vida no tenía sentido tal y como la humanidad la vivía y que el problema fundamental era de concepto: la vida no puede ser conocida, no puede ser analizada y conceptualizada, sino vivida. Tal y como sucede con el amor, apreciación que a Martí lo llevó a considera el mas de los valiosos valores, no puede ser definido. Esa tres personas de la obra teatral se ven debatiéndose en puros conceptos, en puras palabras. Creando un mundo y cada cual haciendo eco del mismo. Claro que la vida así no puede tener sentido. Hay una frase de Martí que lo resume todo: “salto, dicha grande”. No más para poder indicar eso que se ha experimentado, eso que no tiene fin, que es infinito.
Me viene ahora, la figura de Jorge Mañach. Escribió en la década del 50 del siglo pasado un tratado sobre la filosofía de la vida, un libro que poco se lee. Asumió tantos conceptos le parecieron adecuados de la filosofía existencialista para dar orden lógico a su tratado, pero en el fondo, el mismo Mañach se hallaba navegando en un barco de papel. La frustración republicana de esa década en el seno de la intelectualidad cubana lo prueba. La frustración por la política y cultura había tocado fin.
¿Cómo es posible entonces que el ser humano se haya empañado por todos los siglos de la civilización humana alcanzar semejante imposibilidad? La historia humana demuestra que ningún ser humano ha llegado aun allí, a ese lugar. Léase la obra teatral de Samuel Beckett, Esperando a Godot. Ese Godot es lo mismo que el horizonte de la obra de Ernesto García, que nunca aparece, nunca llega. Ni con un trasatlántico se ha podido alcanzar el horizonte. El horizonte parece ser tan misterioso, tan propenso a la vida misma, que encarna en la estructura celular del ser humano. Sin horizonte no puede haber ser humano, pero con el horizonte pierde su condición esencial. La obra de Ernesto García es oportuna y desde el punto de vista de al actuación, el montaje, el argumento, la escenografía y las luces es magnifica.
Me parece este comentario sobre la obra teatral de Ernesto Garcia muy lucido. No esta criticando, sino intentando ver la realidad de los mecanismos de expresion teatral de "Al horizonte no se llega en una barca de papel". Seria bueno seguir este argumento del sr. Velazquez porque parece sugerir una ontologia critica del pensamiento teatral de Ernesto Garcia.
ReplyDeleteSaludo,
Roberto
Vi la puesta teatrar "Al horizonte no se llega en una barca de papel" y no estoy de acuerdo con el comentario del sr, Velazquez.Si la vida no tiene sentido entonces para que sirve el teatro y el esfuerzo de la dramaturgia de Ernesto Garcia. La obra que se expone en Teatro Studio de Miami es muy interesante porque revela la capacidad creativa del ser humano. Y no creo que estemos nosotros navegando en una barca de papel. Ironia de Ernesto para llamar la atencion en torno a la fragilidad del amor.
ReplyDeleteVictor
Agradezco el análisis de Ángel Velázquez Callejas sobre nuestra obra: “Al Horizonte no se llega en una barca de papel” y las posibles aristas filosóficas y cognoscitivas que le rodean. También a “Gaspar, el Lugareño” por su publicación. Es saludable y estimulante leer ideas alentadas por nuestra obra. El arte teatral que nos planteamos es ese, el de avivar el pensamiento a través de un hecho estético. Gracias nuevamente y mis respetos. Saludos Ernesto García.
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