Foto Archivo Blog Gaspar, El Lugareño
Manny López celebrando el Primer Año de Noches de Poesía
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Manny López celebrando el Primer Año de Noches de Poesía
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Conversando con Manny López en su excelente place Zu Galería, me entero de que él había llegado a tierras de libertad a los 10 años de edad por el Mariel, pero que además recordaba aquellos días. Le pedí su testimonio para compartirlo con los lectores del blog.
Generosamente ha escrito y enviado sus memorias de ese episodio trascendental para su vida, para la de muchos otros y quizás para la nación cubana toda, afincada en las dos orillas.
Aprovecho para agradecer a Manny no solo este gesto de compartir parte de su historia personal en este espacio, sino también su amistad.
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Recuerdo el run run de que nos había llegado la salida. A los niños no se les dice nada, costumbre de los adultos, pero yo siempre estaba alerta de lo que estaba pasando a mi alrededor.
Anteriormente, habíamos tenido la experiencia de irnos para La Habana, nosotros los guajiritos de Morón pero tuvimos que regresar. Teníamos visas para viajar a México y fuimos a sellar el pasaporte. Al llegar, nos enteramos de la situación de la Embajada del Perú. Mi tío, de Miami, se comunicó con nosotros y nos dijo que vendría a buscarnos. Estuvimos más de un mes en La Habana esperando y nada. Regresamos a una casa medio vacía, ya que hasta los mosquiteros habíamos regalado, y ahora nuestros amigos y familiares no nos prestaban nada.
Una tarde del 1980 nos llegó la salida, pero solo a tres de la familia, de los siete que eramos. Mi madre siempre lista para la pelea, una mambisa, salió de inmediato para Ciego de Avila a las Oficinas de Inmigración y allí le recordó al oficial Venegas, creo que se así se llamaba, que viajábamos todos o nadie! Nos fuimos cinco, mis abuelos se quedaron detrás.
Nos vinieron a recoger en un carro a la casa y nos llevaron para Ciego de Avila a las Oficinas de Inmigración y de ahí, de pueblo en pueblo, con mitines de repudio incluidos, hasta llegar al Fontan, un resort frente al mar de miles de estrellas, solo para la escoria.
En el Fontan nos encontramos con unos amigos que tenían una casa de campaña y con ellos nos alojamos. Nos bañabamos en el mar, y desde ese día nos alimentamos con las cajitas que repartían, y que contenían en su interior: arroz blanco duro, spam a veces, yogurt plain, que lujo aquel resort! No recuerdo cuantos días estuvimos en ese lugar, fueron muchos hasta llegar al Mosquito, mi mama cumplió sus 33 años en aquel lugar.
Allí nos albergaron bajo carpas, y nos agruparon bajo el nombre del Barco asignado. Lo único que no logro recordar, de todo lo relacionado con el Mariel, es el dichoso nombre de aquel camaronero. Nos dijeron que buscáramos a los otros del mismo barco y que nos agrupáramos, del nuestro nadie aparecía. Estábamos en un pánico total! Si no encontrábamos más personas de repente no nos vamos… en fin… Apareció una señora con su hijo de 15 años y vimos la luz! Nos unimos bajo las carpas aquellas, y no nos despegamos hasta que nos montaron en el barco.
Recuerdo el día que saliendo del baño vi como los guardias le tiraban los perros a un hombre que se había intentado escapar aquel infierno. Llego el día esperado y abordamos la embarcación en las primeras horas de la mañana, y ahí estuvimos hasta ya tarde en la noche cuando finalmente partimos.
En el barco, cientos de personas hambrientas se pelearon cuando llegó una barca repartiendo aquellas cajitas ya mencionadas. Mi padre agarró todas las nuestras y las lanzó al mar, en una furia gritando que así nos querían ver, peleándonos por esas miserias. Estuvimos 13 horas hasta llegar a Cayo Hueso, vomitando las bilis, como en coro, todos a la vez. Al llegar al puerto, recuerdo que los militares nos decían, “cálmense que aquí hay chicharos para todos”.
Nuestro miedo no había pasado, mi papa quedó atrás, primero desembarcaron los niños y las mujeres. Luego, ya todos reunidos, nos integramos a la fila para entrar a las oficinas donde hacían el papeleo. A lo largo de las colas habían unos latones llenos de Coca Cola y manzanas. Yo cogí una Coca Cola, era la primera vez en mi vida que tenía una en mi mano, y no la sabia abrir. Cuando me tomé dos o tres sorbos de aquella Coca Cola, no pude mas.
Cuando vimos las caras de nuestra familia del otro lado de la cerca, nos entró una cierta calma. Mi tía nos trajo ropas y zapatos, nos pudimos limpiar un poco y deshacernos de aquella horrible peste a vómito impregnada en nuestra piel.
El viaje a Miami se me hizo largo, pararon en el camino y nos compraron hamburgers que no pudimos comer tampoco. Creo que en algún momento me dormí. Si yo estaba agotado, como estarían mi madre y mi padre con tanta responsabilidad y con tanto miedo, pero aparentando calma. Habíamos llegado finalmente!
Se acabaron tantas cosas ... empezaba una vida nueva, con otras faltas, con otras posibilidades, con otros sacrificios, como es la vida, pero respirando, sintiendo que eramos dueños de nuestro propio destino aquí... en tierra de libertad.
Generosamente ha escrito y enviado sus memorias de ese episodio trascendental para su vida, para la de muchos otros y quizás para la nación cubana toda, afincada en las dos orillas.
Aprovecho para agradecer a Manny no solo este gesto de compartir parte de su historia personal en este espacio, sino también su amistad.
Joaquín Estrada-Montalván
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Cierro los ojos y recuerdo ... casi siempre en blanco y negro ...
por Manuel Adrián López
(para el blog Gaspar, El Lugareño)
(para el blog Gaspar, El Lugareño)
Recuerdo el run run de que nos había llegado la salida. A los niños no se les dice nada, costumbre de los adultos, pero yo siempre estaba alerta de lo que estaba pasando a mi alrededor.
Anteriormente, habíamos tenido la experiencia de irnos para La Habana, nosotros los guajiritos de Morón pero tuvimos que regresar. Teníamos visas para viajar a México y fuimos a sellar el pasaporte. Al llegar, nos enteramos de la situación de la Embajada del Perú. Mi tío, de Miami, se comunicó con nosotros y nos dijo que vendría a buscarnos. Estuvimos más de un mes en La Habana esperando y nada. Regresamos a una casa medio vacía, ya que hasta los mosquiteros habíamos regalado, y ahora nuestros amigos y familiares no nos prestaban nada.
Una tarde del 1980 nos llegó la salida, pero solo a tres de la familia, de los siete que eramos. Mi madre siempre lista para la pelea, una mambisa, salió de inmediato para Ciego de Avila a las Oficinas de Inmigración y allí le recordó al oficial Venegas, creo que se así se llamaba, que viajábamos todos o nadie! Nos fuimos cinco, mis abuelos se quedaron detrás.
Nos vinieron a recoger en un carro a la casa y nos llevaron para Ciego de Avila a las Oficinas de Inmigración y de ahí, de pueblo en pueblo, con mitines de repudio incluidos, hasta llegar al Fontan, un resort frente al mar de miles de estrellas, solo para la escoria.
En el Fontan nos encontramos con unos amigos que tenían una casa de campaña y con ellos nos alojamos. Nos bañabamos en el mar, y desde ese día nos alimentamos con las cajitas que repartían, y que contenían en su interior: arroz blanco duro, spam a veces, yogurt plain, que lujo aquel resort! No recuerdo cuantos días estuvimos en ese lugar, fueron muchos hasta llegar al Mosquito, mi mama cumplió sus 33 años en aquel lugar.
Allí nos albergaron bajo carpas, y nos agruparon bajo el nombre del Barco asignado. Lo único que no logro recordar, de todo lo relacionado con el Mariel, es el dichoso nombre de aquel camaronero. Nos dijeron que buscáramos a los otros del mismo barco y que nos agrupáramos, del nuestro nadie aparecía. Estábamos en un pánico total! Si no encontrábamos más personas de repente no nos vamos… en fin… Apareció una señora con su hijo de 15 años y vimos la luz! Nos unimos bajo las carpas aquellas, y no nos despegamos hasta que nos montaron en el barco.
Recuerdo el día que saliendo del baño vi como los guardias le tiraban los perros a un hombre que se había intentado escapar aquel infierno. Llego el día esperado y abordamos la embarcación en las primeras horas de la mañana, y ahí estuvimos hasta ya tarde en la noche cuando finalmente partimos.
En el barco, cientos de personas hambrientas se pelearon cuando llegó una barca repartiendo aquellas cajitas ya mencionadas. Mi padre agarró todas las nuestras y las lanzó al mar, en una furia gritando que así nos querían ver, peleándonos por esas miserias. Estuvimos 13 horas hasta llegar a Cayo Hueso, vomitando las bilis, como en coro, todos a la vez. Al llegar al puerto, recuerdo que los militares nos decían, “cálmense que aquí hay chicharos para todos”.
Nuestro miedo no había pasado, mi papa quedó atrás, primero desembarcaron los niños y las mujeres. Luego, ya todos reunidos, nos integramos a la fila para entrar a las oficinas donde hacían el papeleo. A lo largo de las colas habían unos latones llenos de Coca Cola y manzanas. Yo cogí una Coca Cola, era la primera vez en mi vida que tenía una en mi mano, y no la sabia abrir. Cuando me tomé dos o tres sorbos de aquella Coca Cola, no pude mas.
Cuando vimos las caras de nuestra familia del otro lado de la cerca, nos entró una cierta calma. Mi tía nos trajo ropas y zapatos, nos pudimos limpiar un poco y deshacernos de aquella horrible peste a vómito impregnada en nuestra piel.
El viaje a Miami se me hizo largo, pararon en el camino y nos compraron hamburgers que no pudimos comer tampoco. Creo que en algún momento me dormí. Si yo estaba agotado, como estarían mi madre y mi padre con tanta responsabilidad y con tanto miedo, pero aparentando calma. Habíamos llegado finalmente!
Se acabaron tantas cosas ... empezaba una vida nueva, con otras faltas, con otras posibilidades, con otros sacrificios, como es la vida, pero respirando, sintiendo que eramos dueños de nuestro propio destino aquí... en tierra de libertad.
Joaquin, me costo trabajo escribir esto, no es que no quisiera recordar y menos ahora cuando 30 años han pasado, y lo estamos recordando, es que no lograba ponerlo en el papel, me salia en ingles y no en español, en fin que todo esto son las secuelas del transplante, de un transplante que ha sido beneficioso, pero a veces no, porque creanlo o no, uno si vive sintiendo que eres y no eres de aqui y de alla... Gracias por todo siempre, Saludos, Manny
ReplyDeleteMuy conmovedor el relato de Manny, gracias por publicarlo, Un abrazo
ReplyDeleteElvira
Sí, ciertamente intenso. Saludos.
ReplyDeleteTodas las historias de esa época estan llenas de dolor, pero es una buena catarsis contarlas como hizo Manny.
ReplyDeleteEnhorabuena amigo, ahora te será más facil hablar de ello.
Un beso, LaPitu
Querido Manny:
ReplyDeleteAcabo de leer tus recuerdos del éxodo de Mariel en el blog de Joaquín Estrada y quería felicitarte, mandarte un abrazo de "marielito", con sincera admiración. Tu texto tiene el encanto de la espontaneidad y se queda vibrando en el alma de quien lo lee; muchas gracias por escribirlo. Hiciste muy bien en recordar todo aquello y en tratar de describirlo. Mariel fue una crisis tan espantosa y compleja que cada uno de nosotros debe aportar su granito de arena para completar el panorama, como digo en mi libro Cuerpos al borde de una isla (que saldrá en junio). Y sobre todo para que los demás cubanos que no vivieron aquel cataclismo puedan llevarse una idea de los extremos de odio y violencia a que llegó el castrismo en esos meses.
Abrazos,
Reinaldo
Una experiencia como esta a esa edad , siempre deja huellas desgarradoras ;guardarla y poder contarla alivia y fortalece y nos hace ser mas tolerantes; con seres que quizas han pasado por estas u otras similares..muy sensible ...se te admira .se te quiere mi . respeto.
ReplyDeleteari.
Manny, qué testimonio! ¡Escribes muy bien! Y ciertamente escribir es catártico, nos limpia de las pequeñas (o grandes) tragedias que se acumulan por allá adentro. Gracias por compartirlo.
ReplyDeleteA veces basta como muestra un botón, y otras un montón. Después de 30 anos del éxodo del Mariel, donde a veces solo recordamos la lacra social que fue soltada en estampida de fuga, debemos recordar que junto a ella vino en su mayoría mucho cubano (decente como diría la abuela) de valores sociales sólidos y con el deseo de “echar pa’lante” por ese futuro que aspiraba para su familia, para consigo. Hoy es muestra, evidencia palpable, el éxito de miles de “marielitos” que han alcanzado y mantenido su triunfo como profesionales, gente de oficio, dueños de negocios y hogares. Algo tan normal en sociedades libres que ofrecen todo tipo de camino, y toda libertad para elegir sabiamente (o lamentablemente) cual tomar.
ReplyDeleteEl éxito de más de 90 mil “marielitos” en estos 30 años es prueba inefable del talento del cubano en contexto libre, y una bofetada sin manos (más bien con cartas y fotos) a aquella masa enardecida que los acuso de escorias y gusanos, y que en estos mismos 30 años se cuenta en toneladas su miseria moral y física, en una diametral comparación entre individuos libres, y no.
Leyser Martínez
Querido Manny, nunca imaginé que habías pasado por eso. Una experiencia que, para un niño, debe haber sido devastadora.
ReplyDeleteHas llegado muy lejos desde entonces, pero se siente en tus palabras la dicotomía que muchos cubanos vivimos: somos de aquí, pero seguimos siendo de allá. Es nuestra marca de fábrica, que a veces se nos duerme en el alma, pero se despierta con mucha intensidad con un recuerdo, con la palabra de un amigo, como me acaba de suceder a mí con tu historia.
Se te quiere Manny López, mucho!
elena
Un abrazo, Manny, la diáspora tiene un cargamento de vivencias terribles, y como dice Ena, es bueno contarlas y liberarse del peso de las memorias.
ReplyDeleteMe gustó mucho!
Un fuerte abrazo, Karin
Un testimonio que leí antes en El Lugareño y ahora vuelvo a releer, muy conmovedor, que buena suerte para Many el haber llegado tan joven.
ReplyDeleteMuchas Gracias a todos por sus comentarios tan lindos. Saludos, Manny
ReplyDeleteManny, es la tercera vez que vengo a leer tu cronica, pero me emocionaba demasiado, hoy quiero decirte, finalmente puedo, que te agradezco me dejaras entrar a tu infancia por ese momento de ruptura y de nacimiento. Siento que vienes de abrir un baul de emociones, y mucha salud, vigor en la narracion; ha estado tanto tiempo callada, que se desata. Gracias a ti , y a Joaquin por incitarte a hacerlo. Me confirmas a ese chiquilo precioso, amoroso de la vida, que siempre veo en tus ojos. El mar(l) marca.
ReplyDeleteTe quiero
Gracias nuevamente a Manny por publicar su testimonio en el blog.
ReplyDeleteGracias a todos por visitar y compartir sus puntos de vista en los comments
saludos
Hace unos días atrás me contaste verbalmente esta misma historia que como sabes, nos llenó de tristeza y emoción a todos los que la oímos...ahora la veo escrita y no le falta ni una sílaba, ni le sobra un silencio de la versión oral. Es una experiencia que está tatuada dentro de ti con tal fuerza que siempre que la compartes es exacta, desgarradora, dolorosa...siempre la misma...Gracias por compartirla con nosotros.
ReplyDeleteQuiero darle las Gracias a Joaquin por permitir que mi hermano publicase tal recuerdo. A mi hermano, palabras no tengo pues leeindo renglon por renglon fue como revivir tan dicho recuerdo que yo habia cerrado en fondo de mi alma que mucho ya ni recordava o mejor dicho no queria recordar. Mi hermano te admiro mucho, Besos Sandra
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