Wednesday, August 4, 2010

Discurso del Cardenal Jaime Ortega en Washington (3 de agosto de 2010)


Discurso de Su Eminencia el Cardenal Jaime Lucas Ortega y Alamino
Arzobispo de la Habana
Octavo galardonado por el Reconocimiento Gaudium et Spes
128 Convención Suprema Cena de Estados
Caballeros de Colón
3 de agosto de 2010.

Eminencias, Excelencias, Caballero Supremo Sr. Carl Anderson, distinguidos miembros de Caballeros de Colón, amigos.

Para mí es un gran honor, y un deber que desempeño con mucho gusto, aceptar la invitación que me hizo el Caballero Supremo, el Sr. Carl Anderson, para participar en esta Convención Suprema Anual.

En primer lugar, es ante todo un honor porque me permite agradecer públicamente este inmerecido reconocimiento que Caballeros de Colón me ha otorgado, y que me será entregado en esta importante ocasión. Cuando supe que sería honrado con el reconocimiento Gaudium et Spes, entregado por Caballeros de Colón a algunos de los personajes más importantes de la Iglesia Católica en el mundo, y escuché los amadísimos nombres de algunos de los galardonados anteriores, la beata Teresa de Calcuta, el Cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado de su Santidad el Papa Benedicto XVI, y mi inolvidable amigo el Cardenal O’Connor, sentí el impulso de comunicar al Caballero Supremo, el Sr. Carl Anderson, mi sorpresa por haber tomado en cuenta este sucesor de los Apóstoles, quien fue elevado a la dignidad de cardenal por Juan Pablo II en 1994, y actúa como Arzobispo de la Habana desde 1981; también quería transmitirle mi profunda gratitud por este gran honor inmerecido. Quisiera aprovechar esta oportunidad para hacerlo una vez más.

Dije anteriormente que también era mi deber decir unas palabras de gratitud especiales por los servicios eclesiásticos de Caballeros de Colón en favor de nuestra Iglesia en Cuba. Ustedes, queridos Caballeros de Colón, han hecho realidad el lema de la convención “Soy en guardián de mi hermano”.

Sin importar la distancia ni las diferencias entre nuestros sistemas sociales y políticos, ustedes han sido hermanos para los católicos cubanos y les han mostrado su solidaridad. Tan solo necesitaríamos mencionar su decisivo apoyo para la construcción del nuevo Seminario San Carlos y San Ambrosio en la Ciudad de la Habana, Cuba.

Estas nuevas instalaciones, que esperamos inaugurar en noviembre durante las Celebraciones de San Carlos Borromeo, tienen capacidad para cien seminaristas, y remplazará el edificio anterior situado en la Ciudad colonial, que no es funcional ni por su localización ni por sus condiciones. El antiguo edificio se convertirá en un centro cultural de gran trascendencia para la educación teológica de los laicos en las áreas de humanidades y el arte y la cultura en general.

De esta forma, al contribuir tan generosamente a la construcción del Nuevo Seminario, también han permitido el desarrollo de dos obras de gran impacto social y eclesiástico.

Como lo dijo el Papa Benedicto XVI, los sacerdotes son “un don del corazón del Cristo, un don para la Iglesia y para el mundo”. Por lo tanto, su capacitación y labor vocacional constituyen la principal tarea de un Obispo. De allí mi preocupación por tener un seminario adecuado que – gracias al apoyo de Caballeros de Colón – está a punto de terminarse. Pero el laicado ha desempeñado un papel preponderante en Cuba, en especial en los últimos 40 años, no solo por su trabajo en ciertos ministerios debido a la escasez de sacerdotes, sino también por su papel social en las familias, los lugares de trabajo, las escuelas y la sociedad en general; en ocasiones han tenido que enfrentar problemas debido a las restricciones y limitaciones que han sufrido los creyente en las décadas pasadas. El papel del laicado en Cuba es bien conocido por Caballeros de Colón, quienes estaban presentes en mi país desde los inicios de la República en 1902 con una labor que ha dejado huella en nosotros. Debo decir que los laicos de la Habana ya están organizando grupos de hombres que quieren unirse e Caballeros de Colón en diversas parroquias. Ahora les transmito un ruego en su nombre y una invitación muy especial del Arzobispo.

Les puedo asegurar que actualmente la situación es más favorable para la acción de los servicios caritativos característicos de Caballeros de Colón en la Iglesia Cubana.

Muchas obras sociales por los ancianos, por los niños discapacitados, talleres parroquiales para ayudar a los que tienen problemas de aprendizaje, para los jóvenes y adultos que quieren aprender humanidades o la Doctrina Social de Iglesia, etc., son algunas de las posibilidades de la presencia social de la Iglesia en Cuba, que se ve rebasada por estos esfuerzos que realizan también las numerosas Casas de Misión que reúnen comunidades de 60, 70 o hasta 100 personas en casas familiares. Muchas veces, estas comunidades están encabezadas por catequistas laicos que preparan a los fieles para pasar de ser comunidades evangelizadas a comunidades Eucarísticas. En mi Arquidiócesis, varias de estas comunidades se han convertido en parroquias. Ahora debemos construir iglesias parroquiales. Ya hemos conseguido algunos permisos para construirlas, pero nuestra Iglesia es pobre y necesita ayuda.

La Iglesia siempre se ha interesado – de una manera discreta, directa y no violenta – en todo lo que tiene que ver con la justicia y el bien común. Ha logrado que se lean y acepten sus publicaciones, no solo por los católicos practicantes sino también por otros, ya que reflejan las carencias y expectativas de muchos cubanos.

Últimamente, el gobierno cubano, en respuesta a nuestras peticiones, nos ha pedido que mediemos entre las familias de los prisioneros políticos y las autoridades gubernamentales para conocer sus propuestas. Así comenzó un proceso, que ha llevado al anuncio reciente de que cincuenta y dos convictos, considerados como prisioneros de conciencia por Amnistía Internacional, serían liberados en un periodo de tres a cuatro meses. Más de veinte de estos prisioneros ya se han ido a España.

Estas discusiones conducidas por la Iglesia no tienen precedentes y han provocado un nuevo reconocimiento social de nuestros católicos. Esperamos que este proceso de diálogo, en el cual estamos inmersos actualmente, desemboque en algo positivo. Les pedimos que oren por esta causa y por nuestra Iglesia en Cuba.

Hace poco, el portavoz de la Santa Sede, el Padre Lombardi, reconociendo la mediación de nuestra iglesia, dijo lo siguiente:

“El papel crucial en el proceso de diálogo asumido por el Cardenal Ortega Alamino y por el Arzobispo Dionisio García, presidente de la conferencia de obispos, fue posible por el hecho evidente de que la Iglesia Católica tiene profundas raíces en el pueblo y que es un intérprete confiable de su espíritu y sus expectativas.”

La Iglesia, observó, “no es una realidad extrínseca, no huye en los momentos difíciles. Soporta el sufrimiento y las esperanzas con dignidad y paciencia, sin servilismo, pero también sin tratar de exacerbar las tensiones ni tampoco exasperar los ánimos. Por otro lado, lo hace con un esfuerzo continuo para abrir vías para la comprensión y el diálogo.”

Creo sinceramente que ésta es también la razón por la que Caballeros de Colón me otorga este reconocimiento inmerecido. Me siente profundamente honrado. En nombre de la Iglesia de Cuba, reitero mi más profunda gratitud al Caballero Supremo y a todos los Caballeros de Colón. Ruego al Señor que siga bendiciendo sus acciones eclesiásticas, y que el Padre McGivney – quien fue inspirado por Dios para fundar esta extraordinaria obra eclesiástica – pronto sea canonizado.

Los bendigo a todos y rezo por ustedes.

Muchas gracias

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