Wednesday, September 29, 2010

Con la verdad a cuestas ( Sección a cargo de Ena La Pitu Columbié)

BONIATO
(Santiago de Cuba, final)


Texto y fotos por Ena LaPitu Columbié
(para el blog Gaspar, El Lugareño)

(A mi abuela, a mi madre, a mi tía y a Rosy, que en diferentes tiempos
vivieron la tortura de las visitas a Boniato. A Trilce por su cumpleaños
 y porque siendo una niña cargaba “jabas”; para que no lo olvide.)


He estado fuera un par de semanas debido a un viaje, lo justo sería entonces alternar con algo de acá, antes de seguir mi periplo Oriental cubano; pero no quiero terminar mi serie sobre Santiago de Cuba sin hablarles de un sitio que ha hecho infelices a muchas de las familias cubanas y no solamente a las orientales, sino a cuantiosas familias de todas partes de la Isla. Me refiero a un territorio donde se entremezclan la ignominia, el sufrimiento, la desazón y la desesperanza, pero también donde se prueban los hombres las familias y sus valores. Un lugar que no podemos obviar: La Cárcel de Boniato.

El Pueblo Boniato, está asentado en la sierra del mismo nombre, a unos ocho kilómetros de la Ciudad de Santiago de Cuba y es considerado como periferia. Su mirador natural llamado Puerto Boniato, fue durante muchos años visitado por los turistas y citadinos, ya que desde su elevada altitud de más de dos mil pies por encima del nivel del mar, ofrece una vista panorámica envidiable, pudiendo verse las más hermosas elevaciones montañosas de toda Cuba, además de la oferta variada del magnífico restaurante de especialidades con que contaba. En esos tiempos se apreciaba desde allí la fructífera vida del puerto santiaguero, y la aglomeración de miles de navíos comerciales en su mayoría, en la actualidad esas imágenes están en el recuerdo y/o en algunas fotos, ya que dicho puerto refleja hoy por hoy sólo vacío y desolación.

Subir al mirador ya es una odisea, y no tan solo por el transporte, es un viaje lleno de hermosura y contrastes en el que puede observarse la pobreza de los pobladores, frente a una naturaleza exuberante y rica. Sería poco agradecer a Dios por tener la posibilidad de prestar atención a tanta belleza junta; pero ya arriba, al extasiarte con un panorama natural paradisiaco, cuando agudizas la vista, allí, entre todo el verdor y la vida, incrustada como una herida putrefacta e incurable, se encuentra agazapada una construcción que retiene y controla muchos de los más bajos instintos del hombre, pero también los más nobles. Asesinos, violadores, ladrones y hombres de vanguardia, pensadores valientes y honestos cumplen con sanciones no siempre justas en La Cárcel de Boniato. Conocí de un guajiro que mató un caballo para dar de comer carne roja a su hija con Leucemia fulminante, tratando de alargarle la vida; lo encerraron con una sanción de 20 años —“por ser el animal considerado reserva de guerra”— compartía celda con otro hombre que había matado a un anciano para robarle y ese sólo cumpliría la mitad de los años de aquel. Pero también en “Boniato” como popularmente le dicen, han estado hombres de temple, que han cumplido con largas condenas por pensar diferente al oficialismo, por decidir vivir en la verdad y consecuente con sus principios. Presos políticos hay muchos todavía, y algunos perdieron la vida por mantenerse firmes entre las rudas paredes del penal más temido de la isla. Otros tan sólo jugaron a defender la libertad —sin grandes pretensiones— y también pagaron el precio.

Siempre se habla de los presos, los comunes reales, y de los inventados —a estos por hacer política les cazan la pelea y le siembran el delito común—; de los políticos y de conciencia, de sus largas condenas y su sufrimiento, pero siempre olvidan a un sector de la población que sufre tanto o más que ellos mismos, los soldados desconocidos de la historia: La Familia. Pasar frente a la entrada de La Cárcel de Boniato provocó que miles de recuerdos se agolparan en mi mente y me hicieran estremecer…

Cuando se cierran las puertas del penal después de una visita, el preso se tira en su litera y se envuelve en la nostalgia y la abulia, otros retornan al juego o a la conversación; pero las personas que han ido a verlos, a llevarles “las jabas” cargadas de alimentos y productos para el aseo que casi les ha costado la vida conseguirlos, para esos a penas comienza su faena. La familia en su mayoría viaja miles de kilómetros para ver a su encarcelado, y antes de eso ha pasado semanas recolectando, negociando, vendiendo y cambiando para poder armar un bultito de cosas que haga feliz al ser querido. Luego vienen las tensiones, los registros; señoras mayores desnudadas y toqueteadas, ancianos vejados exponiendo al público sus heridas y vergüenzas, también la requisa de lo llevado donde hacen papilla un arroz imperial o un dulce que ha tomado horas a una madre adornar para su crío, y la censura de todo, de objetos de aseo, de comidas, libros, cartas… Cuando se cierran las puertas del penal y una hilera de familiares, madres, esposas, hijos, hermanos, comienzan a caminar tratando de recuperar sus vidas, sus mentes recorren las palabras en la memoria, para activarlas y ponerlas en la búsqueda perseverante de lo que necesita el cautivo. En veintiún días, a veces menos, se repite el ciclo familiar de ansiedad, nerviosismo, cansancio y miedo, vuelven esas personas una y otra vez a viajar largas distancias, a comprar en la bolsa negra, a gastarse la vida año tras año, visitando las cárceles cubanas. A ellos también mi homenaje y respeto.

ver los post anteriores de Con la verdad a Cuestas
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Ena Columbié, “LaPitu” Guantánamo, Cuba. Poeta, ensayista, crítica, narradora y artista. Licenciada en Filología. Ha obtenido numerosos premios en crítica literaria y artística, cuento y poesía. Ha publicado los libros: Dos cuentos (Narrativa. Cuba 1987), El Exégeta (Crítica literaria. Cuba 1995), Ripios y Epigramas (Poesía Cuba 2001) y Ripios (Poesía. USA 2006) y en las antologías: Lenguas Recurrentes (1982), Lauros (Cuba 1989), Epigramas (Cuba1994), Muestra Siglo XXI de la poesía en español (USA 2005), La Mujer Rota (México 2008). Dirige la editorial, Ediciones EntreRíos. Ha colaborado como editora en la editorial La Araña pelúa de París y en La Peregrina Magazine, así como en diversos proyectos privados independientes.Como fotógrafa ha publicado en revistas y periódicos de USA. Reside en Miami, Florida. USA.

4 comments:

Carmen Karin Aldrey said...

Sí, es una maldita mancha entre tanta elocuencia natural. Allí estuvo mi padre varios años, cuando salió era un guiñapo, un noble señor envejecido y enfermo. Que Dios lo tenga en la gloria, y también a mis tías, las damas de las jabas.
Pitu, gracias por traer a Internet lo que algunos olvidan y otros ignoran.
Besos. Karin.

Manny Lopez said...

Me hacia falta tu regreso. Muy buen escrito, y unas fotos bellas, con un velo de cierta tristeza...Gracias Lapi!

Anonymous said...

Que doloroso ese lugar para mi familia... Un beso Lauro

Anonymous said...

RETORNE EN EL TIEMPO CUANDO HACE40 LUSTROS VIAJABA DIARIAMENTE POR ESA CARRETERA.WOW!..CUANTOS RECUERDOS .Y DE IGUAL MANERA SE CUANTO PADECISTE JUNTO A TU FLIA PARA LOGRAR EL OBJETIVO ESENCIAL...OTRA TRISTE REALIDAD QUE SEGUIRA SIEMPRE A CUESTAS EN NUESTRAS VIDAS. ari

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