Tuesday, November 9, 2010

(Miami) Mons. Wenski en la misa de apertura del encuentro eclesial entre cubanos de la Isla y del Exilio

Homilía de Mons. Wenski, arzobispo de Miami, en la misa de apertura del XIII Encuentro entre representantes de la Iglesia Católica en Cuba y en el exilio, celebrada en la Ermita de la Caridad este martes 8 de noviembre.


Mons. Arturo González, obispo de Santa Clara
y Mons. Wenski, arzobispo de Miami
Foto/Getty Images
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Como Ustedes saben, viajo a Cuba a cada rato – siempre para visitar y apoyar la Iglesia de Cuba. La semana pasado estuve por las ceremonias que celebraron por el nuevo seminario. En agosto del año pasado, visité el seminario en construcción con el Cardinal O’Malley. Durante esa visita cuyo propósito también fue de evaluar como se utilizaba la ayuda que vino de los Estados Unidos después de los ciclones, tuvimos una conferencia de prensa en la Casa Sacerdotal. Y en aquel entonces, un reportero me preguntó. ¿Qué necesita Cuba ahora? Mi respuesta fue breve. Y, yo creo no lo público después. Respondí con una sola palabra, “esperanza”. La Cuba de hoy está marcada por una creciente incertidumbre y un sentido de desesperanza. Para muchos, especialmente para los jóvenes, la esperanza se define como “marcharse.”

Una señal de esa esperanza que Cuba tanto necesita ha sido la construcción de este nuevo seminario. El seminario desempeñó este papel no solo en la historia eclesiástica de Cuba sino también en su historia cívica – porque dentro de sus aulas se forjaba la identidad nacional y religiosa del cubano. Y lo hará en el futuro también. Como dijo el Cardenal Ortega, en su discurso en la ceremonia cívica que tuvo lugar el miércoles pasado: “…es la fe en Dios, o la presencia sospecha o cierta de Dios en el horizonte de nuestras vidas, la que garantiza los valores en la sociedad, la que apoya las virtudes del ser humano en su vida familiar y social, la que fundamenta la espiritualidad del pueblo. Es mirando hacia lo alto como el hombre y la mujer se sobrepasan en su vida diaria y son capaces de superar crisis, de evitar rencores de amar y perdonar.” Por lo tanto dijo, refiriéndose al seminario, “esta es la importancia fundamental de esta casa”.

En Spe Salvi, el Papa Benedicto escribió: “Un mundo sin Dios es un mundo sin esperanza.” Cuando una sociedad cierra la puerta hacia el Infinito, o la transcendencia del ser humano, lo mismo por medio de adherirse a una ideología materialista (como es el caso del Marxismo-Leninismo) o por adherirse al materialismo práctico (como va en aumento en nuestras democracias occidentales) la esperanza está exiliada. A pesar de que Cuba ya no es oficialmente un estado “ateo”, 50 años de comunismo durante el cual las prácticas religiosas han sido activamente desalentadas han tenido su efecto en la sociedad Cubana. Como dijo Jaime en ese mismo discurso: “…de un corazón vacío de Dios no sale ninguna palabra que sus fieles y nuestro pueblo puedan recibir con provecho.”

A través de todo esto, la Iglesia – a pesar de su situación debilitada y sus números reducidos – ha sobrevivido. Hoy día la Iglesia en Cuba, más allá de haber sobrevivido, está luchando por dar un testimonio a la esperanza. Y, a pesar de las dificultades y la falta de recursos, está ganando nuevos miembros y más espacio en la cual llevar a cabo su misión. La visita del Papa Juan Pablo II en el 1998 ciertamente surtió un inmenso efecto positivo. Y en cientos de parroquias a través de la isla, en innumerables proyectos de asistencia social ofrecido por Caritas, los católicos en Cuba son testigos de que esa esperanza que nunca defrauda, la esperanza que tiene un rostro humano: Jesucristo.

Cito otra vez el discurso del Cardinal de la Habana del miércoles pasado: “’De la abundancia del corazón habla la boca’ y no esperan de nosotros otra cosa los hombres y mujeres que nos rodean, adultos o jóvenes, sino una palabra que los abra a realidades hondas del espíritu. En suma, que el sacerdote y el seminarista, de un modo u otro, deben hablar de Dios a su pueblo.”

¿Cuán a menudo en la historia del mundo el dragón del Apocalipsis (cf. Revelación 12:1-18) en sus varias encarnaciones ha querido devorar la Esposa de Cristo? Sin embargo, es el dragón que al final termina vencido pues el amor siempre triunfa pues es más poderoso que el odio. Como dijera el Papa Benedicto XVI: “….en todos los tiempos la Iglesia, el pueblo de Dios, también vive de la luz de Dios y —como dice el Evangelio— se alimenta de Dios... Así, la Iglesia, sufriendo, en todas las tribulaciones, en todas las situaciones de las diversas épocas, en las diferentes partes del mundo, vence. Es la presencia, la garantía del amor de Dios contra todas las ideologías del odio y del egoísmo.” (Agosto 15, 2007).

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