Iglesia de Rancho Veloz, diócesis de Santa Clara
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Dobles de oración por una hija del pueblo
Texto y fotos por P. Raúl Rodríguez
Párroco de Quemado de Güines, Diócesis de Santa Clara
Párroco de Quemado de Güines, Diócesis de Santa Clara
(para el Blog Gaspar, El Lugareño)
Desde el campanario de la Iglesia de San José en Rancho Veloz, se escucharon el toque de los dobles a lo largo del pasado sábado 7 de mayo; mientras muchos en el pueblo se preguntaban por quién doblan, al no ver pasar por la calle Martí camino hacia el cementerio ningún entierro.
Era el sábado vísperas del Día de las Madres. En medio de la tarde, mientras la campana invitaba a orar por una cristiana que ha partido, se escuchaba en el silencio de la historia una frase pronunciada en la década del 30, del pasado siglo, que trajo el comienzo de una obra, marcada por el amor y el sacrificio: “Mamá, vuelve que estamos millonarios”
Fue pronunciada por Mirta Raya Casanova, una niña de 11 años, cuando logró reunir unos pocos pesos peinando a las señoras del pueblo, le comunicó la buena noticia a la madre desesperada, que había ido a la capital en busca de trabajo, para alimentar a sus cuatro hijos.
Las campanas estuvieron doblando en oración por una hija del pueblo, que con el paso del tiempo se convirtió en la célebre empresaria Mirta de Perales la mujer de carácter decidido que por dos veces, en Cuba y fuera de Cuba, comenzó su obra: la primera vez siendo una muchacha joven; la segunda con dos pequeños hijos en sus manos, la mujer que un día fue llamada a la Casa Blanca por el presidente Ronald Reagan para decirle en su discurso: “tú eres el sueño americano”.
En Rancho Veloz las campanas doblaron en oración confiada y la comunidad cristiana recordó en la oración:
A la hija del pueblo que en su última visita a su tierra natal, a finales de la década del 50, llegó con la simpatía y el cariño que le caracterizaba a visitar a Fernando el Curro (el alcalde en aquel momento) y al entrar a la sala de la casa, lo abrazó y le dijo “vengo a felicitar a este alcalde que ha puesto muy lindo a mi pueblo” y al despedirse le dijo “en mi salón de belleza no se permiten que entren hombres, pero en cualquier momento que entre será bien recibido el hombre que ha embellecido a mi pueblo”.
A la benefactora de corazón generoso…la lejanía no le hizo olvidar a Rancho Veloz, desde nuestro encuentro en julio de 1995, testigo soy de su generosidad.
Recordar hoy a Mirta de Perales, es recordar a la mujer de carácter fuerte y decidido, de corazón generoso, espontánea, sencilla y cariñosa. Conservo la foto de nuestro primer encuentro, en la dedicatoria me escribió “Te quiero”. Los triunfos y éxitos logrados en su carrera profesional nunca le hicieron olvidar a aquellos comienzos, le escuche varias veces decir “tengo que devolver a Dios todo lo que me ha dado”.
La vieja campana de la Parroquia de San José se ha escuchado, en el altar se ha ofrecido una oración confiada “porque una oración siempre la escucha Dios”. Recordar a Mirta con cariño fue una promesa que le hice hace unos años. Al presentir que sería nuestro último encuentro, en el balcón de su apartamento mientras contemplaba el azul del mar, me atreví a preguntarle “¿cómo le gustaría que la recordaran en su pueblo? Me respondió “si el día que muera Ud está en mi pueblo, se que voy a ser recordada con mucho cariño”.
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ver en El Nuevo Herald: Adiós a Mirta de Perales
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