Fotos/ Delio Regueral
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Los senos de Claudia Hernández
por Félix Luis Viera
(para el blog Gaspar, El Lugareño)
Los senos de Claudia Hernández deberían ser proclamados Orgullo Nacional. En las clases de geografía, en las de historia, aun en las de matemáticas, los maestros deben exhibir los senos de Claudia Hernández como la constatación de las coordenadas, como la ratificación de los devenires de la patria, como la reafirmación de Lo que queda demostrado en los teoremas que impulsan a reinventar los circuitos integrados.
Los senos de Claudia Hernández, compactos, jugosos, de copa más bien G, abiertos uno hacia el Este y el otro hacia el Oeste, deben ser estudiados por los antropólogos –en un país donde este oficio tanto abunda– sólo con la finalidad de demostrar que estaban malgastando el tiempo en pos de algo menos importante que los senos de Claudia Hernández.
Quienes claman por el Paraíso pueden hallarlo en sus pezones; sus pezones rezuman, resumen todos los edulcorantes que la mercadotecnia ha logrado lanzar hasta hoy.
El sexo de Claudia Hernández creo que podría acoger a una orquesta sinfónica. Pero a la vez tiene algo de refugio. En él pueden anidar los pájaros cantores —sólo los cantores—y resguardarse de las bombas los inocentes de las guerras. Es la terneza misma cuando está en reposo, pero cuando no lo está celebra como las verbenas. O sea, quiero decir que el sexo de Claudia Hernández es exorbitante como una fiesta pública, pero a la vez propicia esa sensación de beatitud semejante a la lectura de un libro sagrado.
Si en una noche cualquiera uno se acerca a la colonia General Anaya, siente, desde lejos, el zumo y la solidez de los senos de Claudia Hernández. Siente que ha entrado en la infinitud en donde ni siquiera los bombazos lograrán hacernos daño.
Septiembre de 1998
Septiembre de 1998
Félix Luis Viera (Santa Clara, Cuba, 1945). Poeta, cuentista y novelista. Ha publicado los poemarios: Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia (Premio David de Poesía de la Uneac*, 1976, Ediciones Unión, Cuba), Prefiero los que cantan (1988, Ediciones Unión, Cuba), Cada día muero 24 horas (1990, Editorial Letras Cubanas), Y me han dolido los cuchillos (1991, Editorial Capiro, Cuba), Poemas de amor y de olvido (1994, Editorial Capiro, Cuba) y La patria es una naranja (Ediciones Iduna, Miami, EE UU, 2010, Ediciones Il Flogio, Italia, 2011); los libros de cuento: Las llamas en el cielo (1983, Ediciones Unión, Cuba), En el nombre del hijo (Premio de la Crítica 1983. Editorial Letras Cubanas. Reedición 1986) y Precio del amor (1990, Editorial Letras Cubanas); las novelas Con tu vestido blanco (Premio Nacional de Novela de la UNEAC 1987 y Premio de la Crítica 1988. Ediciones Unión, Cuba), Serás comunista, pero te quiero (1995, Ediciones Unión, Cuba), Un ciervo herido (Editorial Plaza Mayor, Puerto Rico, 2002, Editorial L´ Ancora del Mediterraneo, Italia, 2005), la noveleta Inglaterra Hernández (Ediciones Universidad Veracruzana, 1997. Reediciones 2003 y 2005) y El corazón del Rey (2010, Editorial Lagares, México). Su libro de cuentos Las llamas en el cielo es considerado un clásico de la literatura de su país. Sus creaciones han sido traducidas a diversos idiomas y forman parte de antologías publicadas en Cuba y en el extranjero. En su país natal recibió varias distinciones por su labor en favor de la cultura. Fue director de la revista Signos, de proyección internacional y dedicada a las tradiciones de la cultura. En México, donde reside desde 1995, ha colaborado en distintos periódicos con artículos de crítica literaria, de contenido cultural en general y de opinión social y política. Asimismo, ha impartido talleres literarios y conferencias, y se ha desempeñado como asesor de variadas publicaciones.
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