Monday, February 13, 2012

Poemas sin libros (por Félix Luis Viera)

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Lucila Chase

por Félix Luis Viera


Cuando Lucila Chase atraviesa la Plaza Central de la ciudad de Cartago, los pájaros se sacan el plumaje y los niños vuelan hasta edades adultas para poder apreciar el caminar de Lucila Chase. 

Lucila Chase es liviana en su andar: ¿quién podría creer que la solidez de sus carnes pudiesen acompañarla mediante su andar más bien etéreo? Ver pasar por la Plaza Central a Lucila Chase significa sufrir inmensa, amargamente, en caso de que uno sea un hombre y no sea el hombre de Lucila Chase. Vista desde la avenida, al fondo de la Plaza está la Catedral y la tarde es radiante y Lucila Chase camina hacia la Catedral, de modo que hacia acá quedan sus nalgas que se van moviendo con un no se sabe qué de ígnea ternura; es de hombres llorar viendo las nalgas de Lucila Chase cómo andan hacia la Catedral partiendo la Plaza. Dios mío. Cómo será posible seguir en esta vida sin haber visto alguna vez en carne viva las nalgas de Lucila Chase. 

En el atardecer de primavera el aire de la ciudad de Cartago es aún más transparente y Lucila Chase regresa hacia la avenida con la Catedral de fondo. Lucila Chase parece una estela que fuese a despegar. Su piel tan blanca entibia la tarde y su cabellera oscura se va moviendo como alertando de estallidos que se acercan. Su cuerpo no se mece; ondea. 

Cerca ya de la lente, en primer plano casi, el olor de Lucila Chase es el mensaje de esos naranjos que inmortalizan a los atardeceres y sus senos hablan de memoria de constelaciones remotas. 

Cuando sus nalgas al fin arriban a la acera, automóviles y transeúntes sienten que algo inexplicable trastoca el ritmo de las llantas y las rodillas. 

Lucila Chase al fin atraviesa la avenida y todos los varones de Centroamérica, excepto el varón de Lucila Chase, comienzan a llorar.


México, DF, septiembre de 1998

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Félix Luis Viera (Santa Clara, Cuba, 1945). Poeta, cuentista y novelista. Ha publicado los poemarios: Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia (Premio David de Poesía de la Uneac*, 1976, Ediciones Unión, Cuba), Prefiero los que cantan (1988, Ediciones Unión, Cuba), Cada día muero 24 horas (1990, Editorial Letras Cubanas), Y me han dolido los cuchillos (1991, Editorial Capiro, Cuba), Poemas de amor y de olvido (1994, Editorial Capiro, Cuba) y La patria es una naranja (Ediciones Iduna, Miami, EE UU, 2010, Ediciones Il Flogio, Italia, 2011); los libros de cuento: Las llamas en el cielo (1983, Ediciones Unión, Cuba), En el nombre del hijo (Premio de la Crítica 1983. Editorial Letras Cubanas. Reedición 1986) y Precio del amor (1990, Editorial Letras Cubanas); las novelas Con tu vestido blanco (Premio Nacional de Novela de la UNEAC 1987 y Premio de la Crítica 1988. Ediciones Unión, Cuba), Serás comunista, pero te quiero (1995, Ediciones Unión, Cuba), Un ciervo herido (Editorial Plaza Mayor, Puerto Rico, 2002, Editorial L´ Ancora del Mediterraneo, Italia, 2005), la noveleta Inglaterra Hernández (Ediciones Universidad Veracruzana, 1997. Reediciones 2003 y 2005) y El corazón del Rey (2010, Editorial Lagares, México). Su libro de cuentos Las llamas en el cielo es considerado un clásico de la literatura de su país. Sus creaciones han sido traducidas a diversos idiomas y forman parte de antologías publicadas en Cuba y en el extranjero. En su país natal recibió varias distinciones por su labor en favor de la cultura. Fue director de la revista Signos, de proyección internacional y dedicada a las tradiciones de la cultura. En México, donde reside desde 1995, ha colaborado en distintos periódicos con artículos de crítica literaria, de contenido cultural en general y de opinión social y política. Asimismo, ha impartido talleres literarios y conferencias, y se ha desempeñado como asesor de variadas publicaciones.

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