¿Qué ha quedado en su corazón de la visita de Juan Pablo II?
Una profunda y filial gratitud quedó en mi corazón después de esa visita del Papa Juan Pablo II a Cuba. Este sentimiento prevaleció en mí desde el momento en que subí al avión que conducía al Santo Padre a La Habana. Me emocionó pensar que con sus limitaciones físicas hubiera hecho un viaje de casi doce horas para visitarnos. Después, su programa en Cuba fue agotador y, sin embargo, concluyó su última celebración en La Habana lleno de entusiasmo.
¿Qué ha quedado en el país de aquel acontecimiento histórico?
Los efectos de los actos que tienen que ver con la vida espiritual de personas y pueblos no son reducibles a estadísticas. Se produce una transformación a veces en los corazones humanos y en el alma de los pueblos que frente al hecho religioso experimentan una nueva apertura a la trascendencia, una comprensión de las propias raíces nacionales, una apreciación de los valores dejados por la fe cristiana en la vida personal y social, y una aceptación renovada de esos valores. Ante una visita pastoral como la de Juan Pablo II a Cuba en el orden espiritual de la vida del pueblo todo cambia y esto constituye un hito que perdura en sus efectos.
¿Cómo ha cambiado desde entonces la situación en el país y en la Iglesia?
Han pasado catorce años desde aquella visita, que ocurrió en momentos económicamente más difíciles para Cuba que los actuales. Hay nuevas estructuras en el Gobierno; ha habido un cambio presidencial hace cuatro años con nuevos ministros y funcionarios. Se ha iniciado una reforma económica de importancia en cuanto al cultivo de la tierra, la construcción de viviendas, la legalización de trabajos por cuenta propia y de cooperativas privadas, el crédito, la compra y venta de casas y automóviles, la creación de pequeñas empresas privadas.
La Iglesia tiene ahora más agentes pastorales: sacerdotes y religiosas. Se admite la entrada de misioneros; la Iglesia tiene publicaciones propias, un mayor acceso a los medios de comunicación, aunque no sistemático aún; hemos construido en La Habana un nuevo seminario nacional y ha crecido el número de seminaristas; la Iglesia tiene facilidades para celebraciones públicas, etc.
Los medios de comunicación internacionales en estos días han hablado mucho sobre una mayor influencia de la Iglesia en las cuestiones sociales. ¿Es verdad?
Más que de influencia social prefiero hablar de presencia social. Hace quince años, antes de la visita del Papa Juan Pablo II, parecía que la Iglesia estaba ausente de la sociedad. Hoy no es así; poco a poco se convierte en una realidad social que debe ser tenida en cuenta.
¿Cómo han acogido la liberación de detenidos en las cárceles cubanas como gesto de conciliación? ¿Es verdad, como dicen, que fue directamente usted quien hizo las listas?
La Iglesia tuvo una activa participación como mediadora entre familiares de los detenidos del grupo de los 75, de los cuales 53 quedaban en la cárcel, y el Gobierno. Acogiendo nuestra gestión a favor de esos detenidos, el Gobierno decidió ponerlos en libertad. Pero, además, liberó a otro número de prisioneros, llamados políticos, hasta el número de 130. Muchos de los nombres de esos prisioneros estaban en las listas de opositores, otros fueron designados por el Gobierno cubano, de modo que no quedaron casos de este tipo de prisioneros en la cárcel. También para estas puestas en libertad hubo una especie de participación de la Iglesia.
Cerca de la Navidad y en atención a la visita del Papa Benedicto XVI a Cuba, y al Año jubilar por el 400° aniversario del hallazgo de la imagen de la Virgen de la Caridad, patrona de Cuba, y según el deseo de la Iglesia católica y otras confesiones cristianas, el presidente Raúl Castro indultó a unos tres mil prisioneros comunes que tenían altas condenas, buen comportamiento o estaban enfermos.
¿Cómo son hoy las relaciones con las autoridades del país?
Es una relación más directa y fluida. La participación en el proceso de liberación de prisioneros nos hizo encontrarnos varias veces al presidente de la Conferencia episcopal y a mí con el presidente Raúl Castro, con quien hemos podido abordar temas de interés nacional y de la Iglesia en Cuba. La preparación de la visita del Papa se ha hecho en un clima positivo, facilitando todo lo necesario para su realización.
¿Cuáles son las expectativas de la visita de Benedicto XVI ?
El pueblo cubano ya conoce lo que es la visita de un Papa, pero muchos de los que eran niños cuando vino Juan Pablo II hoy son jóvenes. El pueblo expresa ahora su fe más que hace catorce años. La Iglesia se ha hecho más presente; ya el tema religioso no es tabú; la peregrinación nacional de la Virgen de la Caridad fue una verdadera demostración de fe popular y los sentimientos religiosos que parecían dormidos o apagados se manifestaron de modo muy notable. Esta es la tónica espiritual que encontrará el Papa. Al paso de la Virgen peregrina el pueblo nos pedía la bendición, que teníamos que dar personalmente sacerdotes y diáconos hasta el agotamiento. Cuando en grandes celebraciones públicas digo que el pueblo cubano tiene ansias de las bendiciones de Dios y que el Papa, Vicario de Cristo, viene a visitarnos para traernos la bendición del cielo, todos prorrumpen en un aplauso. Las expectativas del pueblo son ciertamente de fe, pero incluyen el bien del país, el bienestar de las familias, la reconciliación entre los cubanos, la esperanza de un futuro mejor. Los que hemos sido por tantos años pastores de este pueblo sabemos qué significa para el pueblo cubano que el Santo Padre venga a bendecir a Cuba.
Mario Ponzi
23 de marzo de 2012
Tomado de L'Osservatore Romano
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