Foto/Reuters
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En los brazos del imperialismo
por Félix Luis Viera
Hace unos 12 años, en un viaje que hice a Cuba, me topé con unos niños que hacían un juego raro en el pasillo de tierra entre dos edificios. Jugaban a brincar sobre un charco de agua; es decir, librar la distancia de un extremo a otro del charco. Les pregunté cómo era el asunto. Me explicaron que quien brincara con éxito ganaba: llegaba a la Yuma.
Haciéndome el inocente les pregunté qué era la Yuma. Yhosvany se llamaba el que respondió: “La Yuma es los países”. ¿Los países?, pregunté de nuevo fingiendo desconocimiento. “Los países, socio, allá, allá...”, respondió otro apuntando con el brazo todo hacia cualquier punto a lo lejos. Tenía la mirada lacerante, los ojos azules. Me contestó que se llamaba Maiquel.
Aquellos niños deben tener hoy de 18 a 20 años de edad. Quién sabe si ya alguno, fuera del juego, pudo llegar a la Yuma, allá, a “los países”.
Lo de Fidel Castro contra el “imperialismo yanqui” es un asunto personal. Y es hasta hoy, Castro, quizás el único mandatario en la historia que a partir de un asunto personal ha tenido a un pueblo de rehén; cautivo.
Sin embargo, también le cabe el mérito al hijo descarriado de Birán de ser el gobernante que más ha hecho en favor del “imperialismo yanqui”. No solo por lo que en su inocencia jugaban aquellos niños con los que me encontré —juego que seguramente llevan a cabo allá, hoy, otros niños—, sino porque los “grandes”, los adultos, digo, también sueñan con irse a “los países”; lo dicen por todas las vías confidenciales posibles, lo dicen con sus ojos, su tono al admirar algo que trae —material, inmaterial—algún amigo o familiar que los visita llegado de “los países”. Lo dicen su tono y sus ojos cuando, por cualquier vía, pueden apreciar algo que existe allá, en la Yuma. Sobran ejemplos.
También tiene el récord el comandante obseso de ser el único dictador que ha estirado la agonía de un sistema, de un pueblo, durante 22 años. Él, Castro, sabía que todo había terminado en 1991, cuando estalló la Unión Soviética y el llamado “campo socialista”. Pero él no se iba a rendir, ya lo sabemos. Su impiedad para su pueblo no tiene límites. Y él tenía que proseguir su lucha antiimperialista por encima de todas las cosas; es su asunto personal, repito.
Y así, durante estas dos décadas el comandante ha logrado el efecto contrario: la miseria y el terror en que ha sumido al pueblo cubano en estos 22 años, ha hecho que este, el pueblo, por diferencia, como dicen los matemáticos, jale, más que nunca antes, hacia la banda contraria, hacia “los países”, la Yuma. Es comprensible. No es aventurado afirmar que hoy la mayoría de los cubanos residentes en Cuba sobredimensione las bondades espirituales y materiales del modo de vida estadounidense. Es comprensible, repito. En los brazos del “imperialismo yanqui” quisieran estar. Y aun en cualquier sitio que no sea la Nada Castrista.
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Félix Luis Viera (Santa Clara, Cuba, 1945). Poeta, cuentista y novelista. Ha publicado los poemarios: Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia (Premio David de Poesía de la Uneac*, 1976, Ediciones Unión, Cuba), Prefiero los que cantan (1988, Ediciones Unión, Cuba), Cada día muero 24 horas (1990, Editorial Letras Cubanas), Y me han dolido los cuchillos (1991, Editorial Capiro, Cuba), Poemas de amor y de olvido (1994, Editorial Capiro, Cuba) y La patria es una naranja (Ediciones Iduna, Miami, EE UU, 2010, Ediciones Il Flogio, Italia, 2011); los libros de cuento: Las llamas en el cielo (1983, Ediciones Unión, Cuba), En el nombre del hijo (Premio de la Crítica 1983. Editorial Letras Cubanas. Reedición 1986) y Precio del amor (1990, Editorial Letras Cubanas); las novelas Con tu vestido blanco (Premio Nacional de Novela de la UNEAC 1987 y Premio de la Crítica 1988. Ediciones Unión, Cuba), Serás comunista, pero te quiero (1995, Ediciones Unión, Cuba), Un ciervo herido (Editorial Plaza Mayor, Puerto Rico, 2002, Editorial L´ Ancora del Mediterraneo, Italia, 2005), la noveleta Inglaterra Hernández (Ediciones Universidad Veracruzana, 1997. Reediciones 2003 y 2005) y El corazón del Rey (2010, Editorial Lagares, México). Su libro de cuentos Las llamas en el cielo es considerado un clásico de la literatura de su país. Sus creaciones han sido traducidas a diversos idiomas y forman parte de antologías publicadas en Cuba y en el extranjero. En su país natal recibió varias distinciones por su labor en favor de la cultura. Fue director de la revista Signos, de proyección internacional y dedicada a las tradiciones de la cultura. En México, donde reside desde 1995, ha colaborado en distintos periódicos con artículos de crítica literaria, de contenido cultural en general y de opinión social y política. Asimismo, ha impartido talleres literarios y conferencias, y se ha desempeñado como asesor de variadas publicaciones.
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