Thursday, March 1, 2012

"Solitar" de Ena Columbié (por Minerva Salado)


 Ena Columbié, presentando el libro Ciudad Oculta, de Minerva Salado
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Minerva Salado presentando Solitar, de Ena Columbié,
 con ellas Odette Alonso artífice de la feria. 
Fotos/Margarita Baez
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Como parte de la Feria Internacional del Libro de Minería en México, estuvo la presentación de los libros Ciudad oculta de Minerva Salado http://elexegeta.blogspot.com/2011/06/la-vida-es-el-viaje-por-la-ciudad.html, y Solitar de Ena Columbié. Las palabras de presentación del libro de Minerva lo puede leer en El Exégeta, en el link anterior y aquí presentamos en exclusiva para Gaspar, El Lugareño, las palabras de Minerva sobre Solitar.

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Solitar

por Minerva Salado

El título de este libro de Ena Columbié, me obliga a hablar de la soledad y de su contraparte: el encuentro.

La soledad es un sentimiento que la tradición ha depositado en la mujer, como si los hombres no fueran capaces de sentirla. Y esto ocurre porque la mayoría de los hombres que la sienten no la expresan. En general, hay una suerte de vergüenza masculina para exhibir la soledad, que se guarda como ropa sucia y a menudo se emplean recursos que no logran ocultar sin embargo su padecimiento.

Solitar es un libro de soledades escrito por una mujer que incluye al género humano, lo que en el tema resulta excepcional. Sobre todo porque en este libro se habla de las varias soledades que no se definen únicamente por la ausencia de pareja, la más simple y frecuente entre ellas, sino por esa inabarcable ausencia de lo que amamos, que podría definirse como la soledad del emigrante –otra simplicidad-- y yo prefiero determinar como la soledad de quien emigra de sí mismo: ese personaje conocido, y vivido, que se esfuerza por recuperar a través de “el otro” lo que ha dejado atrás de lo suyo. A veces lo logra, otras no; en ocasiones regresa a hurgar en los mismos caminos, lo cual confirma su sentido de la búsqueda.

Como contraparte de la soledad está el encuentro y pregunto a Solitar: ¿Qué es encontrar? Me responde Ena Columbié, muy categórica, en la página 22: “Tocar es un acto de fe/ un aleluya infinito que desnuda.”

O sea: Encontrar es tocar. Y repito con ella: Aleluya.

Y en la repetición no sólo saludo el descubrimiento del símil, sino el hallazgo con esta ejemplar definición y con la esencia de la poeta, cuyo libro anuncia que su tema es la soledad, mientras yo percibo que su tema es el tacto. 

Diría que todo el discurso subliminar de Solitar va hacia él, en la sensualidad y en la ausencia que, desde luego se convierte en soledad; una vivencia relativa, porque creo que quien es capaz de recordar a través del tacto no estará solo nunca. Se toca la tierra que nos habita y la que habitamos, se toca a quienes amamos: amigos, hermanos, amantes, se tocan los objetos y los libros, se tocan la sopa y el café. Y la huella de todo lo que tocamos permanece en nuestra piel, como un mapa que revela la biografía personal. Luego entonces, cuando tocamos recordamos, identificamos, apreciamos y nos hacemos acompañar. Así son las personas menos solas que he conocido.

“Los cubanos son muy tocones”, dicen los amigos de acá. Y sí, lo somos, porque tocar es buscar la respuesta que producirá ese Aleluya que está presente en Solitar, la palabra que va al conjuro de la soledad.

Por todo ello y más, hay que abrir este poemario de Ena Columbié, una cubana de Guantánamo, esa zona de la isla que se conoce en el mundo por la base militar norteamericana, pero que en justicia debiera trascender por el influjo de su paisaje bajo la imponente sombra de la Sierra del Toar, a cuyos pies yace la ciudad como una mujer reclinada sobre la costa. La selva de esta cordillera tal vez sea la más intrincada de la isla, concentrada y firme, inaccesible y obstinada: misteriosa. De ello han de tener los guantanameros mucho y no negarán que todos estos atributos son alimento de la poesía y de la búsqueda.

Termino con una página de Solitar que destaco en el conjunto, no sólo porque me gustó y confirma lo dicho hasta ahora sobre el libro, sino porque habla de quién es esta mujer: poeta de declaraciones, contestataria por tanto y también irreverente, quien no se va por las ramas para asegurar que “Beatriz Portinari nunca estuvo en el Purgatorio” y tiene la audacia que hace falta para calificar el estilo de su inventor, Dante Alighieri, como “dulce e infernal para escribir”. (Poesía, p.10)

Este poema, Cuento de cuaresma, es un ejemplo que confirma lo que he dicho sobre Solitar: el tema no es la soledad, es el tacto. Cuidado con limitarse en ello, ni en Cuaresma.
En tiempos de Prudencio
ya era costumbre la costumbre
el ayuno de miércoles y viernes
y las vigilias de Cuaresma.

Una apología a la abstinencia
acelera la fe de los cristianos
hacia la santificación.

Pero el ayuno no reprime los sentidos
no limpia ni absuelve los pecados
es un cuento inventado en la Cuaresma
para hacer de la prudencia una costumbre.


Minerva Salado
Ciudad de México, a 25 de febrero 2012
Sexto Encuentro de Escritoras Latinoamericanas
Feria del Libro de la UNAM. Palacio de Mineria 

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