Estamos solos
por Félix Luis Viera
Los peores enemigos del pueblo cubano quizás sean los gobiernos latinoamericanos; o al menos la mayoría de estos. Deslindo a las dictaduras en ciernes de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua, porque estas abogan por la misma aberración castrista; de modo que se manifiestan abiertamente a favor, forman un mismo bloque.
Es raro ver que algún gobierno latinoamericano critique de modo manifiesto a la dictadura existente en Cuba, o rechace aquellas políticas o emita una nota de protesta cuando los asalariados de los Castro golpean a mujeres y hombres que se expresan de manera pacífica o cuando muere un disidente por una huelga de hambre. Se callan los gobiernos latinoamericanos, o dicen poco, o nada.
Nos han dejado solos en medio de la miseria, el terror, la neurosis colectiva.
En días pasados el histeroide presidente de Ecuador propuso que la ALBA —una organización ejemplo de insulsez, glorificación aviesa de la pobreza— compuesta por Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador, además de San Vicente y las Granadinas, Dominica, y Antigua y Barbuda, no asistiera a la Cumbre de las Américas que se llevará a cabo en Cartagena de Indias, Colombia, el próximo abril, si Cuba (es decir, la dictadura que la rige) no era invitada.
Así, los gobiernos pro castristas de la ALBA dejaron la pelota en el terreno del presidente colombiano, Juan Manuel Santos, anfitrión de la Cumbre. Parece que Santos no tiene mucho trabajo con el asunto de las FARC, puesto que se tomó la molestia de dar un viaje a la Isla para explicarle al dictador heredero por qué Cuba no podría asistir a la Cumbre: “Falta de consenso”. De paso él, Santos, un presidente elegido democráticamente, se abrazó con la sangre inocente que empapa el cuerpo de Raúl Castro. Es solo un ejemplo. Ha habido, hay y seguramente habrá muchos más.
Varios de los gobiernos democráticos de Latinoamérica dicen no opinar o sancionar de algún modo los desmanes que se cometen en la Isla porque, argumentan, no deben inmiscuirse en los asuntos de otros países. Sin embargo, Fidel Castro se ha pasado la vida metiéndose en los asuntos de otras naciones no solo con la palabra, sino además con los hechos: quien haya sacado la cuenta que publique cuántos muertos —baldíos— le debe el dictador en retiro a los países latinoamericanos en donde introdujo las guerrillas de izquierda y los “combatientes socialistas” en la ciudades.
Los gobernantes democráticos que se han turnado en los países antes afectados, olvidaron a aquellos muertos y, en lugar de reclamar por ellos a la dictadura castrista, hoy dejan que esta siga corriendo hacia el vacío final y en no pocos casos se han besado y se besan con los Castro.
Existe ese cinismo —no sé si necesario— que llaman Real Política. Algo de esto puede haber para tal comportamiento de los mandatarios latinoamericanos democráticos que se pliegan al castrismo o al menos lo “dejan en paz”. Pero creo que hay sobre todo una gran cuota de desvergüenza; ese principio de no buscarse problemas y así dejar que el pueblo cubano, hoy ya partido en dos—en la Isla y regado por todo el mundo—, se las arregle como pueda.
Nos han dejado solos.
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Félix Luis Viera (Santa Clara, Cuba, 1945). Poeta, cuentista y novelista. Ha publicado los poemarios: Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia (Premio David de Poesía de la Uneac*, 1976, Ediciones Unión, Cuba), Prefiero los que cantan (1988, Ediciones Unión, Cuba), Cada día muero 24 horas (1990, Editorial Letras Cubanas), Y me han dolido los cuchillos (1991, Editorial Capiro, Cuba), Poemas de amor y de olvido (1994, Editorial Capiro, Cuba) y La patria es una naranja (Ediciones Iduna, Miami, EE UU, 2010, Ediciones Il Flogio, Italia, 2011); los libros de cuento: Las llamas en el cielo (1983, Ediciones Unión, Cuba), En el nombre del hijo (Premio de la Crítica 1983. Editorial Letras Cubanas. Reedición 1986) y Precio del amor (1990, Editorial Letras Cubanas); las novelas Con tu vestido blanco (Premio Nacional de Novela de la UNEAC 1987 y Premio de la Crítica 1988. Ediciones Unión, Cuba), Serás comunista, pero te quiero (1995, Ediciones Unión, Cuba), Un ciervo herido (Editorial Plaza Mayor, Puerto Rico, 2002, Editorial L´ Ancora del Mediterraneo, Italia, 2005), la noveleta Inglaterra Hernández (Ediciones Universidad Veracruzana, 1997. Reediciones 2003 y 2005) y El corazón del Rey (2010, Editorial Lagares, México). Su libro de cuentos Las llamas en el cielo es considerado un clásico de la literatura de su país. Sus creaciones han sido traducidas a diversos idiomas y forman parte de antologías publicadas en Cuba y en el extranjero. En su país natal recibió varias distinciones por su labor en favor de la cultura. Fue director de la revista Signos, de proyección internacional y dedicada a las tradiciones de la cultura. En México, donde reside desde 1995, ha colaborado en distintos periódicos con artículos de crítica literaria, de contenido cultural en general y de opinión social y política. Asimismo, ha impartido talleres literarios y conferencias, y se ha desempeñado como asesor de variadas publicaciones.
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