Mariconzón
por Félix Luis Viera
Debemos suponer que ser maricón es la condición más despreciable que carga un ser humano varón; debemos suponerlo a partir de ciertas expresiones venidas de jerarcas de la Izquierda grutesca de América Latina. Recuerden que cuando un grupo de periodistas de Miami logró evadir el cerco electrónico que protege a Fidel Castro y hacerle creer al déspota que le hablaba su consorte Hugo Chávez, Castro, al darse cuenta de la broma, el primer calificativo que endilgó vía telefónica a quien lo había timado fue “¡mariconzón!”. Recuerden que mucho antes, en la década de 1960, el obseso de Birán se había lamentado de la mariconería de cierto sector de la juventud cubana de entonces, habló despreciativamente de esta y se preguntó por qué en los campos de Cuba –de donde él era— no abundaba este mal.
Tomen otro ejemplo. El varón que hoy rige el destino de Bolivia, Evo Morales, dedicó una larga intervención en un foro, hace alrededor de dos años, para hacer pública su tesis de que era el consumo de pollo —tomando en cuenta las hormonas con que se nutren a estos para su desarrollo— lo que provocaba tanta mariconería en un sitio y otro del planeta. Era el consumo de pollo, dijo el viril boliviano, la causa de que por ahí los hombres salieran blanditos, jodidos, afeminados.
El pasado 11 de abril, en Caracas, Venezuela, en un acto donde elementos chavistas recordaban el décimo aniversario del golpe de Estado que sacó del poder a Hugo Chávez durante 48 horas, el canciller venezolano Nicolás Maduro atacó al candidato opositor Henrique Capriles y al excalde del municipio de Caracas —también de la oposición—con el epíteto que, debemos entender, es el peor que se le puede prodigar a un ser humano: “son mariconzones”.
Así va el asunto.
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Félix Luis Viera (Santa Clara, Cuba, 1945). Poeta, cuentista y novelista. Ha publicado los poemarios: Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia (Premio David de Poesía de la Uneac*, 1976, Ediciones Unión, Cuba), Prefiero los que cantan (1988, Ediciones Unión, Cuba), Cada día muero 24 horas (1990, Editorial Letras Cubanas), Y me han dolido los cuchillos (1991, Editorial Capiro, Cuba), Poemas de amor y de olvido (1994, Editorial Capiro, Cuba) y La patria es una naranja (Ediciones Iduna, Miami, EE UU, 2010, Ediciones Il Flogio, Italia, 2011); los libros de cuento: Las llamas en el cielo (1983, Ediciones Unión, Cuba), En el nombre del hijo (Premio de la Crítica 1983. Editorial Letras Cubanas. Reedición 1986) y Precio del amor (1990, Editorial Letras Cubanas); las novelas Con tu vestido blanco (Premio Nacional de Novela de la UNEAC 1987 y Premio de la Crítica 1988. Ediciones Unión, Cuba), Serás comunista, pero te quiero (1995, Ediciones Unión, Cuba), Un ciervo herido (Editorial Plaza Mayor, Puerto Rico, 2002, Editorial L´ Ancora del Mediterraneo, Italia, 2005), la noveleta Inglaterra Hernández (Ediciones Universidad Veracruzana, 1997. Reediciones 2003 y 2005) y El corazón del Rey (2010, Editorial Lagares, México). Su libro de cuentos Las llamas en el cielo es considerado un clásico de la literatura de su país. Sus creaciones han sido traducidas a diversos idiomas y forman parte de antologías publicadas en Cuba y en el extranjero. En su país natal recibió varias distinciones por su labor en favor de la cultura. Fue director de la revista Signos, de proyección internacional y dedicada a las tradiciones de la cultura. En México, donde reside desde 1995, ha colaborado en distintos periódicos con artículos de crítica literaria, de contenido cultural en general y de opinión social y política. Asimismo, ha impartido talleres literarios y conferencias, y se ha desempeñado como asesor de variadas publicaciones.
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