Foto/Blog Gaspar, El Lugareño
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Heriberto Hernández Medina
por Sindo Pacheco
Hay sucesos que sobrepasan la capacidad de asimilación de un ser humano. La muerte no siempre corresponde a esos eventos. Ni siquiera la autodestrucción de la vida sobrepasa siempre esa facultad del hombre que lo lleva a comprenderlo casi todo.
La muerte por suicidio del poeta cubano Heriberto Hernández Medina es uno de esos hechos para los cuales no existe comprensión. Primero, nadie lo creía. Luego, ante la aplastante evidencia, nadie ha podido comprenderlo. Dinámico, polémico, bien querido por su familia, por infinidad de amigos y de compañeros, lleno de vida y de una energía ilimitada, no podía ser jamás un candidato a semejante desenlace. Tal vez por eso, en los ambientes literarios y culturales de Miami, se respira esta angustia, este desconcierto que va unido a la más absoluta incomprensión.
¿Qué ideas cómplices contribuyeron a su trágica hecatombe; por qué sitios transitaron sus pensamientos aquella madrugada fatídica; qué túneles sin retroceso lo vieron escurrirse en sus últimas horas, como una sombra ya, perdida e irrecuperable…?
Queda el consuelo de la vida, más allá de la vida, y un serón de preguntas sin respuestas.
Dios dé fortaleza a Elizabeth, a Erick, a su familia de Cuba para lograr sobreponerse.
Dios nos fortalezca a sus amigos de este jodido bregar de las palabras.
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