Saturday, April 14, 2012

Misa por el alma de Mons. Agustín Roman (Homilía por Mons. Thomas Wenski)

Homilia por Mons. Thomas Wenski predicada en la Misa por el alma de Mons. Agustín Román en la Catedral de St. Mary. 

 The Archdiocese of Miami

Permítanme comenzar por saludar a Su Excelencia, el Arzobispo Carlo María Viganò, el Nuncio Apostólico en los Estados Unidos. Esta Iglesia de Miami le da la bienvenida y le damos las gracias por representar al Santo Padre hoy en el funeral de Monseñor Román y, por supuesto, el Papa Benedicto está doblemente representado hoy con la presencia también del Nuncio Apostólico en Haití, Monseñor Bernardito Auza.

Saludo, asimismo, al arzobispo John Favalora y a mis hermanos en el episcopado de la provincia eclesiástica de la Florida, así como al arzobispo Dionisio García de Santiago de Cuba, a Monseñor Mario Mestril de Ciego de Ávila, y al obispo de Holguín, Monseñor Emilio Aranguren, que están aquí en representación de la Iglesia de Cuba . Su solidaridad con nosotros en este día es un testimonio vivo del tema del Jubileo del 400 aniversario del hallazgo y de la presencia de la Virgen de la Caridad en Cuba: A Jesús por María, La Caridad Nos Une.

Al hermano de Monseñor Román y a sus hermanas, sus sobrinos y sobrinas, les expresamos nuestro más sentido pésame. Para los muchos sacerdotes aquí, el obispo fue también un hermano y un padre. Esta comunidad entera - los católicos y no católicos, los cubanos y no cubanos - todos nos sentimos hoy un poco huérfanos - no sólo los cientos que estamos reunimos aquí en la Catedral de St. Mary para rezar por su hermano, sino también los miles más que visitaron la Ermita el jueves y el viernes, así como aquellos que están siguiendo esta misa por televisión o por radio en todos los Estados Unidos, América Latina y Cuba. La pena de haber perdido a un ser querido es una cruz muy difícil de llevar pero ustedes – nosotros – no la llevamos solos.

Estas tres últimas semanas han sido días de gran intensidad: la visita del Santo Padre a Cuba, las celebraciones litúrgicas de la Semana Santa y luego el Domingo de Pascua y su octava, que concluye mañana.

Monseñor Román vivió estos días con esa alegría que brota de la fe. Estaba convencido que la visita pastoral del Santo Padre traería grandes frutos para Cuba y su Iglesia como lo hizo la visita del Papa Juan Pablo II hace 14 años. Y, por supuesto, la Semana Santa, como es siempre para todos los cristianos , fue una semana de gracia, y para el obispo Román, la Semana Santa también fue una semana llena de aún más oportunidades para predicar, enseñar, confesar: en una palabra, para evangelizar.

El domingo de Pascua, los "aleluyas", cantados para anunciar la Resurrección de Nuestro Señor se hicieron aún más gozosos por el anuncio de que el Papa había declarado al Padre Félix Varela "venerable".

Nosotros, por supuesto, todavía estamos en la octava de Pascua: estos ocho días se celebran como si fueran un solo día de la Pascua. Y fue durante esta octava de Pascua, con su alegría de un nuevo renacer y esperanzas renovadas, que Dios en sus caminos inescrutables llamó a Monseñor Román a su casa celestial después de una vida de servicio dedicado y desinteresado, tanto a la Iglesia como a la nación cubana. Cuando me enteré de la muerte de Monseñor en la noche del miércoles, dije: “La Arquidiócesis de Miami ha perdido a un gran evangelizador, que predicó la buena nueva a todos sin tregua. Y la nación cubana ha perdido a un gran patriota. Monseñor Román era el Félix Varela de nuestros tiempos.

En su libro, Memoria e Identidad, el Beato Juan Pablo II afirmó la diferencia entre un patriotismo constructivo y un nacionalismo destructivo. "El patriotismo es el amor por todo lo relacionado con nuestra tierra: su historia, sus tradiciones, su lengua, sus características naturales. Es un amor que se extiende también a las obras de nuestros compatriotas y los frutos de su genio. Mientras que el nacionalismo implica reconocer y perseguir el bien de la propia nación sola, sin tener en cuenta los derechos de los demás, el patriotismo es un amor por la tierra natal que otorgue derechos a todas las otras naciones iguales a los reclamados por la propia. El patriotismo, en otras palabras, conduce a un amor social bien ordenado".

La patria es el patrimonio común de todos los ciudadanos y como tal impone un deber serio. Al igual que Varela, quien dijo: "No hay patria sin valores", Monseñor Román comprendió que no era menos patriota por ser católico ni tampoco menos católico por ser patriota. Esta síntesis Vareliana de la fe religiosa y del deber cívico también explica la importancia de la Ermita para la Diáspora cubana - y la importancia del trabajo que Monseñor Román hacia allí.

Podríamos decir que el Santuario fue construido como un reproche a la mentira del leninismo marxista que esclavizó a Cuba hace 53 años. El materialismo ideológico pretendió que Dios no existía y trató de borrar toda huella de Dios en la historia de Cuba y de destruir la identidad religiosa de la nación cubana. El mural que adorna el santuario del la Ermita cuenta la historia verdadera de Cuba - una historia que reconoce las contribuciones de hombres y mujeres de fe en la vida e identidad de la nación cubana.

Pero también Monseñor Román vio la Ermita como un antídoto para el materialismo práctico, que pone en peligro la vida de fe, aun en esta tierra de grandes libertades y oportunidades. Este materialismo práctico, que valora a las personas por lo que tienen y no por lo que son, pretende que Dios no importa.

Hace unos meses, un amigo de Monseñor me contó que el obispo había cambiado el curso de su vida. Cuando comenzó su carrera médica, por lo que él pensó que sería un buen negocio, él permitió que algunos médicos hicieran abortos en sus clínicas. El Padre Román se enteró - y fue a visitarlo. "¿Crees en Dios?", el padre Román le preguntó. "Sí", respondió. Y entonces el padre Román - que encarnó al mismo tiempo una profunda humildad y un coraje ardiente le dijo: "ni uno más, ni uno más". Y no hubo más.

La vida de Monseñor Román fue un testimonio coherente de que Dios sí importa. Y porque Dios importa también importan las criaturas hechas a su imagen y semejanza no obstante su vulnerabilidad o su debilidad. Monseñor Román no se cansaba de poner ante nosotros las palabras de María, dirigidas a los sirvientes en las bodas de Caná: «Haced lo que él (Jesús) os diga". Y el obispo Román siempre insistió en que para ser devoto de María había que imitarla en su confianza y su obediencia.

“En la Vigilia Pascual, la noche de la nueva creación, la Iglesia presenta el misterio de la luz con un símbolo del todo particular y muy humilde: el cirio pascual. Esta es una luz que vive en virtud del sacrificio. La luz de la vela ilumina consumiéndose a sí misma. Da luz dándose a sí misma. Así, representa de manera maravillosa el misterio pascual de Cristo que se entrega a sí mismo, y de este modo da mucha luz. Otro aspecto sobre el cual podemos reflexionar es que la luz de la vela es fuego. El fuego es una fuerza que forja el mundo, un poder que transforma. Y el fuego da calor. También en esto se hace nuevamente visible el misterio de Cristo. Cristo, la luz, es fuego, es llama que destruye el mal, transformando así al mundo y a nosotros mismos “

Santa Catalina de Siena una vez dijo: "Si uno es lo que debe ser, va a configurar todo el mundo en llamas". Monseñor Román vivió las últimas horas de su vida de la misma manera que él las pasó toda su vida: evangelizando, predicando la buena nueva. Él fue lo que debió haber sido: un amigo de los pobres, de los enfermos, los encarcelados, los exiliados y los inmigrantes. Él fue un amigo para todos nosotros - porque él fue ante todo y sobre todo un amigo de Jesús. Él era luz, era fuego. En su pasión por evangelizar, por catequizar, nunca trató de hacer que la gente se convirtiera en sus fanáticos. Solo le interesaba llevarles a Cristo.

En el idioma haitiano, la palabra "santo" se traduce simplemente "Zanmi Bondye", un amigo de Dios. Agustín Román era un hombre santo y un sacerdote totalmente entregado - era un "amigo de Dios". Trabajó sin descanso para que nosotros fuéramos "Zanmi Bondye".

Ruega por nosotros Santa María Madre de Dios.
Para que seamos dignos de alcanzar las promesas y gracias de Nuestro Señor Jesucristo.

¡Virgen de la Caridad, ruega por nosotros! ¡Virgen de la Caridad, salva a Cuba!

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