Tuesday, May 15, 2012

(desde el estudio de Viera) Teléfono

Teléfono


por Félix Luis Viera


En Santa Clara y, sobre todo allá en mi barrio —como en casi toda Cuba—, había pocos teléfonos privados. Quien más parecía sufrir por esta carencia era el amigo Justino Hernández*, quien vivía a par de cuadras de mí. Solía Justino dedicar largas charlas a la necesidad de estar bien comunicados, rápidamente comunicados, y para eso no había surgido mejor invento que el teléfono, decía. Se sabía el origen de este medio y aun de casi todos los modelos de aparatos que, desde entonces, habían sido concebidos por el hombre para hablar a distancia. Justino, buena gente, afirmaba que me envidiaba: luego de 11 años, mi solicitud había sido tomada en cuenta y, en 1993, me instalaron una línea telefónica. Aquel día en que ya pude hablar por teléfono desde mi casa por primera vez, fue Justino la primera persona que me visitó para felicitarme. Nunca se lo dije, pero en diversas ocasiones me rompí la cabeza, como se dice, pensando cómo se podría lograr que Justino, un modesto ingeniero que trabajaba en la Empresa Productora de Equipos para el Hogar, pudiera contar con una línea telefónica privada. Yo había llegado a la conclusión de que, para él, tener un teléfono en la casa, con el paso del tiempo se había convertido en una obsesión.

Cuando salí para México, en 1995, se había corrido la voz de que pronto inaugurarían una nueva planta que “surtiría” de teléfonos privados a no pocos barrios de Santa Clara. Entonces, claro, pensé en Justino. Al fin...

Aquel rumor se hizo realidad aproximadamente en 2001, y así proliferaron los teléfonos particulares en la ciudad y específicamente en el barrio. Recuerdo que en la cuadra de mi Madre, solamente a ella no le instalaron teléfono, si bien había presentado una solicitud muy bien argumentada. Debió ser porque ella vivía sola; porque era una anciana “improductiva” y que, precisamente por su edad, no por mucho tiempo haría uso del aparato; pero, sobre todo, porque a lo largo de los años se había mostrado “desafecta” al Gobierno, que a fin de cuentas era el que determinaba a quién se le asignaba el teléfono y a quién no.

Poco después de la arribazón de teléfonos a Santa Clara, viajé hasta allá. Naturalmente, una de mis primeras acciones fue llamar a Justino, precisamente por teléfono, para felicitarlo.

—Justi, al fin, coño... Porque le zumba el cuero que para tener teléfono haya que estar esperando...

—Oye, oye, deja ese tema, deja ese tema...

—¿Qué pasa, Justi...?

—Nada, nada, mejor ven por acá y hablamos en persona —Y colgó el auricular.
Unas horas después fui a visitarlo.

“Ahora estamos más jodidos que antes —me confesó el buen amigo Justino Hernández–: resulta que tenemos teléfono, y tenemos que pagarlo mensualmente, pero casi no podemos hablar”. “¿Por qué no pueden hablar...?, ¿cómo es eso, Justino?”. “Porque el Gobierno está monitoreando las llamadas”. “Pero bueno bueno, Justino... ¿cómo ustedes saben que les están monitoreando las llamadas?”. “Porque las están monitoreando... es elemental, ¿no te das cuenta?”.


*Nombre apócrifo. 

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Félix Luis Viera (Santa Clara, Cuba, 1945). Poeta, cuentista y novelista. Ha publicado los poemarios: Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia (Premio David de Poesía de la Uneac*, 1976, Ediciones Unión, Cuba), Prefiero los que cantan (1988, Ediciones Unión, Cuba), Cada día muero 24 horas (1990, Editorial Letras Cubanas), Y me han dolido los cuchillos (1991, Editorial Capiro, Cuba), Poemas de amor y de olvido (1994, Editorial Capiro, Cuba) y La patria es una naranja (Ediciones Iduna, Miami, EE UU, 2010, Ediciones Il Flogio, Italia, 2011); los libros de cuento: Las llamas en el cielo (1983, Ediciones Unión, Cuba), En el nombre del hijo (Premio de la Crítica 1983. Editorial Letras Cubanas. Reedición 1986) y Precio del amor (1990, Editorial Letras Cubanas); las novelas Con tu vestido blanco (Premio Nacional de Novela de la UNEAC 1987 y Premio de la Crítica 1988. Ediciones Unión, Cuba), Serás comunista, pero te quiero (1995, Ediciones Unión, Cuba), Un ciervo herido (Editorial Plaza Mayor, Puerto Rico, 2002, Editorial L´ Ancora del Mediterraneo, Italia, 2005), la noveleta Inglaterra Hernández (Ediciones Universidad Veracruzana, 1997. Reediciones 2003 y 2005) y El corazón del Rey (2010, Editorial Lagares, México). Su libro de cuentos Las llamas en el cielo es considerado un clásico de la literatura de su país. Sus creaciones han sido traducidas a diversos idiomas y forman parte de antologías publicadas en Cuba y en el extranjero. En su país natal recibió varias distinciones por su labor en favor de la cultura. Fue director de la revista Signos, de proyección internacional y dedicada a las tradiciones de la cultura. En México, donde reside desde 1995, ha colaborado en distintos periódicos con artículos de crítica literaria, de contenido cultural en general y de opinión social y política. Asimismo, ha impartido talleres literarios y conferencias, y se ha desempeñado como asesor de variadas publicaciones.

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