Saturday, September 1, 2012

Sindo Pacheco "La originalidad no es más que eso: sinceridad"

El ambiente de su pueblo, Cabaiguán, es una constante en su literatura. ¿Cómo recuerda la etapa de su niñez y adolescencia en este lugar? ¿Qué es lo que más añora?

Cabaiguán es un sitio muy sui géneris, con un ambiente también muy especial. Fundado por la mezcla de nativos y de inmigrantes, principalmente de las Islas Canarias, fue creciendo y consolidándose a lo largo de todo el siglo XX. De mi niñez, allá por los años 60, recuerdo a mis amigos (aún los conservo a casi todos); recuerdo con nostalgia los lugares que ya han desaparecido (hoteles de madera de dos pisos, bodegas, cafeterías, el cinematógrafo municipal en la mejor etapa del cine de aventuras, aquella legión de vendedores ambulantes que ofrecían desde churros hasta relojes que no daban la hora, los circos ambulantes que venían por temporadas al igual que “Los Caballitos”, con la estrella, el tiro al blanco, los barcos, el famoso Sacatripas: un pequeño trencito que se movía por una línea improvisada, que tenía una altura máxima de cuatro o cinco metros, pero que a nosotros nos parecía tenebroso); recuerdo mucho la euforia que reinaba, aquella cosa carnavalesca que diariamente veía a mi alrededor; recuerdo las panaderías, donde a cualquier hora del día o de la noche vendían un pan acabado de sacar del horno, que era una verdadera bendición; recuerdo talleres de mecánica, heladerías, la refinería de petróleo, el Charco de Pedro, donde aprendimos a nadar la mayoría de los muchachos de mi generación: la generación del Charco de Pedro; carpinterías, en las cuales me infiltraba para ver al carpintero, que entonces para mí era como un mago, extrayendo trompos, ruedas de carro, bates de pelota, muebles, figuras increíbles de la madera, bajo el olor del cedro, del pino o la caoba; recuerdo con mucho cariño mi primera escuela y a mis primeros maestros.

De la adolescencia, tengo la noción de aquella molestia por crecer, por abandonar la niñez, por ser “otro”, aquella metamorfosis en la cual íbamos entrando irremediablemente; pero también recuerdo los deportes de esa etapa, las primeras relaciones, las aventuras, el misterio del establecimiento en los grupos, de buscar un sitio para uno, de ser uno mismo a pesar de ir siendo otro. De esa época añoro el afán de diversión sin límites que teníamos, de reírnos de todo y por todo, de ser protagonistas. (leer entrevista completa en La Jiribilla)

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