Nota previa: La entrevista que dedicamos hoy a la consideración del amable lector fue concebida en su génesis para ser parte de un concurso periodístico. Sucedió hace ya algunos años, en el 2012, en mi natal Camagüey. El texto fue something entonces a la consideración de los respectivos jueces del afamado convite que regentaba entonces y quizás todavía, la prestigiosa revista Palabra Nueva. El texto ha permanecido inédito hasta este minuto.
La figura del retratado merecía la pena. José Rodríguez Lastre, además de su recia personalidad y sus innegables dotes como escritor y hombre del mundo teatral en la ciudad agramontina, es alguien que a mi humilde juicio forma parte de la historia del género teatral cubano, aunque de alguna forma su impronta siga mereciendo el impostergable y merecidisimo crédito que aún se le sigue debiendo.
Ojalá este intento sirva para lograrlo. Saludo desde este minuto miamense, en la acogedora impronta de Gaspar, El lugareño, la amistad y el cariño con que me honra el entrevistado.
Nikitín
Foto Facebook
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“Jamás el verdadero artista habló de una misión pues, ¿no era él mismo dicha misión?”
Virgilio Piñera. "El País del Arte". Revista Orígenes. Año IV. La Habana, 1947. Núm 16. p. 38)
José Rodríguez Lastre (Nikitín), Camagüey 1947, escritor teatral y radial, es de los pocos citadinos de esta otrora villa de pastores y sombreros, a quien se le puede atribuir, una indudable relación, desde la literatura y el teatro; pero igualmente desde las coordenadas de la amistad, con Virgilio Piñera. Nikitín, para quienes tenemos el privilegio de su amistad, pero también para su crecida audiencia radial de la ciudad de los tinajones, es de esos conversadores natos, con los que se pueden desgranar, sin esfuerzo perceptible, las muchas cuentas de una buena parrafada, cualquiera sea el tópico escogido. Su amistad con Virgilio Piñera siempre ha sido de las más reiteradas, en esas siempre apetecibles tertulias en las que nos hemos enfrascado, acogidas al buen amparo de la Biblioteca Diocesana de Camagüey. Ese es el sentido primordial de esta entrevista, en la que pretendemos que el propio entrevistado, pueda airear esas cercanías a un Virgilio, a veces tan poco conocido, con el que pudo intimar, y que sin dudas se nos hace mucho más vital y cercano a partir de esta revisitación. A cien años de su nacimiento nos proponemos echar más luz sobre las coordenadas del creador y del hombre que fue en suma, como sentido homenaje rememorativo.
Aunque, Virgilio Piñera nació en Cárdenas, habitó en algún momento esta comarca allá por los tempranos años 30. Fueron sus primeros años de juventud, y ya gestaba sus primeros trabajos literarios, con los que llegaría a La Habana. Algo se habla de sus contactos con jóvenes camagüeyanos con ciertas preocupaciones literarias y artísticas.
¿Qué llega hasta ti de aquella temprana inmediación?
JRL. En uno de sus primeros viajes a Camagüey, después de habernos conocido, nos reunimos de tarde en casa de Carlín Galán Sariol, amigo de Virgilio desde los años treinta y pues se hablaba de todo lo imaginable. Virgilio tenía un montón de defectos con los que él jugaba con una especia de candorosa ironía, que por supuesto con el tiempo llegó a manejar muy bien, y uno de ellos era algo así como tomarle la temperatura cultural a los demás. Lo hacía con mucha frecuencia, al menos conmigo. En casa de Carlín sobre un mueble y debajo de un delicioso Víctor Manuel, frente a un Portocarrero y como que al lado de un Abela, estaba una fotografía muy bella de Emilio Ballagas, el grandioso poeta camagüeyano, el gran poeta cubano. Entre ellos hablaron con un cariño muy grande de Ballagas, y entonces Virgilio, virándose hacia mi, me dijo: “por supuesto que has leído a Ballagas… ¿no?” Yo le espeté las dos primeras estrofas de Nocturno y Elegía y lo maté. Claro me dijo, agudamente, algo así que los camagüeyanos debíamos leer a los camagüeyanos, a los poetas, y remató: pero no a todos los poetas.
Virgilio Piñera
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Luego, a mediados de los años sesenta, Virgilio vuelve a hacerse presente en la ciudad. Visita a amigos locales y discurre nuevamente por la geografía tan peculiar del Camagüey. Es entonces, cuando tienes la suerte de conocerlo. ¿Cómo discurrió aquel primer encuentro?
JRL. Yo andaba muy mal esa noche. Casi estoy seguro que era el 1 de Noviembre de 1966, y me encuentro con Carlín Galán en la calle Popular coincidimos los dos, pues íbamos a la Sala Teatro Tasende, y entramos juntos y fuimos hacia un grupo que había en el lobby y allí conocí a Virgilio, a Arrufat y a otros que no recuerdo. El asunto es que esa misma noche nos movíamos los dos por las calles de Camagüey, ya tarde… y él me preguntó sobre mí, sobre lo que hacía y mi vida cuál era…y claro, eso era como encender una radio en la cual hay alguien imparable locuteando… No llevaba mucho tiempo escribiendo y todo lo que tenía eran manuscritos. Me pidió que le llevara algo al día siguiente. Fue fantástico. Mi entrada al mundo de las letras estaba asegurada por alguien que para mí, en ese instante, era el paradigma, y aún lo es, de la escena nacional. Su aceptación fue total. Aún me asombro. Era mi primer texto teatral. El primero, como es natural no existe, se perdió.
De aquella primera vez con Virgilio, hay una anécdota muy singular y reveladora, en la que el Maestro alude a la figura de ese genial creador camagüeyano Emilio Ballagas, a quien ya citaste. ¿Te gustaría rememorarla?
JRL. No fue la primera vez, creo que te he dicho que lo fue, pero no… ahora pensando bien, no fue exactamente… Estábamos con Arrufat y fue él, Arrufat, quien sacó el tema de Ballagas… algo así como que era lo mejor, así dijo, esa frase no la olvidaré nunca: “es el cásico, Virgilio, el poeta clásico cubano.” Increíble, el rostro de Virgilio se volvió plácido y sonrió… “Emilito, dijo, tan lindo Emilito. Sí, tienes razón. Que cosa…” Yo no abrí la boca, pero bendije a Camagüey, esta ciudad que mata, la bendije…
Volvamos sobre aquel primer texto teatral, que pusiste bajo la mirada sapiente del Maestro Piñera, o más bien que tuviste la suerte de leerle tú mismo, gesto que el Maestro apreciaba. ¿Cómo fue la continuidad de aquella experiencia?
JRL. Bueno, cuando le entrego en el lobby del Gran Hotel mi primer texto, sin título, escribo en la portada del bloc de papel amarillento, lo recuerdo muy bien: “yo no sé hacer nada”, y se lo di. Y por la noche, en el teatro… lo anterior había ocurrido en la mañana, me dijo: “estás concursando, mi vida, y el presidente del jurado soy Yo.” La cuestión era que ese gran escritor había pasado a máquina mi obra y había puesto el título: No, no se hace nada, que por demás le venía como anillo al dedo. Gané, gané uno de los tres primeros lugares. Gané. Figúrate. Por nada agarro a Dios por el cuello. No podía soñar que aún faltaba lo peor, lo peor… Lo más terrible, la nada, lo maldito, lo peor, insisto, lo peor de todo. Eran los finales de 1966. En la provincia de Camagüey, estaban los campamentos de las honorables UMAP.
Sin dudas el Maestro Piñera fue acogedor con aquel texto tuyo, y no hay que dudar que después de aquel premio, se te abrieron puertas al mundo teatral cubano, algo con lo que ni remotamente pensaste al escribirlo.
JRL. Claro, ya lo he dicho antes. Hay mucho que hablar y no tenemos tanto espacio, creo… y me dices que faltan preguntas. Solamente te voy a decir que al año siguiente en una gira del Teatro Estudio con la maravillosa Noche de los Asesinos, de José Triana, camagüeyano, ja, ja…estaba con un amigo conversando y el mismo Triana se me acercó y todo ironía él, me dijo: “ ¿Así que tú eres el geniecito del Teatro Cubano...? Carlos, tienes delante de ti al geniecito del teatro cubano… ¿Qué te parece…?” Resúmelo en la ironía de Pepe. Durante un tiempo es indudable que Virgilio me ponderó, claro, cuando aún era Virgilio. Antes de la caída. No “Después de la Caída”, como la asombrosa pieza de Arthur Miller, sino antes… antes… Virgilio no tuvo después… ¿Acaso esto es un después?
La continuidad de tu inmediación con el autor de Aire Frío, te llevan una y otra vez hasta su propio apartamento del Vedado; y al mismo tiempo, tienes la suerte de acompañarlo en sus periplos citadinos, en la temprana década del 70. ¿Qué recuerdos tienes de aquellos momentos?
JRL. Fue maravilloso: conciertos, exposiciones, teatros, él y yo por todo aquello y presentándome a todo el mundo como a una revelación. ¿De qué, Dios, de qué, que pasó? Dios, ¿qué pasó, cómo pasó?, no sé… Bueno, pasó, al carajo. Portocarrero, Raúl Milián, Servando Cabrera, Raúl Martínez, Adela Escartín, una actriz española que vivía en Cuba, y que el día que la conocí andaba con una piel de zorro al cuello, y posaba todo el tiempo…y los dos enseñaban los dientes, ella y el zorro que colgaba por su pecho…, Miriam Acevedo, la grandiosa Miriam de el Gato Tuerto, Omar Valdés, gente bella, talentosa, yo ahí sin saber a derechas que hacer. Estrenos, todo eso… ah, te digo, no podía pasar lo que pasó. Dios mío, pasó….
A partir de 1971, y de la impronta del Congreso de Educación y Cultura, la figura de Virgilio como escritor parece difuminarse de la realidad intelectual cubana; para entonces, su labor principal, o al menos la ocupación que le ganaba el sustento, era la traducción literaria; pero el Maestro seguía creando su obra impenitentemente, un poco para sí. ¿Tuviste la suerte, en alguna de tus visitas, de escuchar de su voz algunos de aquellos textos? ¿Los compartía en otros ámbitos con otros amigos?
JRL. Sí, claro que sí… Oír leer a Virgilio era un espectáculo increíble, el era sumamente teatral. El se denominaba a sí mismo “Teatral”. En su apartamento me leyó cuentos que aparecieron tras su muerte en un volumen llamado Un Fogonazo. Obras de teatro como La caja de Zapatos Vacía, El Trac, Las Escapatorias de Laura y Oscar, poemas magníficos, los leo siempre. Los Tres Poemas de Amor publicados, siempre que los leo se me convierten en tres canciones desesperadas, valga, valga bien, sí, desesperadas. Realmente él era en ese tiempo un desesperado. Creo que todo el tiempo. Su Vida Entera, y en cuanto a lo otro más vale no meneallo sólo que lo desaparecieron tanto que desapareció de verdad en Colón, en el cementerio, en Octubre del 79… dicen que había pasado el quinquenio gris. Virgilio nunca supo de esta trillada y socorrida denominación… no sé quién podría decir de qué color sería el siguiente quinquenio para él…
¿Qué te gustaría destacar de su obra creativa en general? ¿Tienes alguna especial contigüidad con alguna de sus creaciones? ¿Cómo reactualizas su literatura desde la experiencia de toda tu vida en el mediterráneo Camagüey?
JRL. Tengo una especial contigüidad con Virgilio, con él, con la letra viva que él significó y significa para mí, con sus chistes, con sus ironías, sus chismes y todos sus corre ve y diles… Eso. Ya antes de conocerlo, había leído su teatro, sus cuentos, luego leí su poesía, es lo que más leo…Curiosamente la vejez me agrada. Puedo sentarme a agradecer mi vida, a mirar mi extraordinaria existencia de provinciano ciento por ciento, no por vocación, no sino por necesidad y por no haberme podido mover por muchas razones o por una razón que no me interesa manifestar. Miro, como se dice, pasar el entierro de tanta gente buena, de mis mejores amigos… Carlos Victoria, David Lago, los que empezamos juntos y que el maldito exilio hizo lo que hizo de ellos y de mí… Vivo con el calor, otra vez, siempre, con ventilador, sí, no como Luz Marina Romaguera, el grandioso personaje de Aire Frío, esa obra que parece que se acaba de escribir. Luz Marina, ese personaje que es Cuba, Cuba, la Cuba de siempre, ansiosa y resignada a veces, o resignada siempre. Soportándose a sí misma, pobrecita, persiguiendo su azul sin encontrarlo… Ha sido fantásticamente triste, si es que esto puede ser.
Carlos Victoria y Nikitín
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Este 2012 Virgilio cumpliría su primer centenario. No han sido pocos hasta aquí, los homenajes y las rememoraciones alrededor de su vida y su quehacer. ¿Qué opinión te merece este renovado afán recordativo? ¿Cómo intuyes que hubiera sido su aceptación de tales actos?
JRL. No sé, no sé… me es inapresable… es algo que no puedo tener en mí… no sé. Pueden hacer lo que quieran… No puedo olvidar ahora su rostro la última vez que lo vi… está bien… Todo está muy bien. Aunque, en Camagüey, dicho sea de paso, estamos a mediados de año y hasta ahora, lo único que se ha hecho es un panel que se realizó cuando la Feria del Libro… Parece ser que en esta ciudad, eso de homenajear a Virgilio, no está dentro de los planes. Como si nunca hubiese vivido aquí en esta ciudad, como si en realidad, y creo eso es así para muchos, nunca hubiese existido, si mal no recuerdo, lo mismo sucedió con Emilio Ballagas en su centenario. ¿Premeditación? ¿Predestinación provincial…? ¿Predestinación?
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