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Catedral de Camagüey
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El Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Camagüey.
Una oportunidad de re-visitar la historia diocesana desde su andadura centenaria.
Catedral de Camagüey
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El Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Camagüey.
Una oportunidad de re-visitar la historia diocesana desde su andadura centenaria.
por Carlos A. Peón-Casas
Para mi padre, Nicolás, que me animó en éste y otros empeños.
In Memoriam
In Memoriam
La distancia rememorativa del primer siglo de andadura de la Diócesis de Camagüey, nos da la oportuna perspectiva para rastrear los que en el tiempo fueron los sucesos formativos de aquella por entonces pequeña grey católica que se le confiaba al hasta entonces sacerdote carmelita español: Valentín Zubizarreta Unamuzaga (1).
Sucesos que, recogidos como memoria más tangible e inmediata de ese instante, conformaron las primeras entregas de una publicación de la naciente Diócesis: El Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Camagüey (1915).
Al abordar este tema, se hace imprescindible referir, aunque sólo sea de pasada, a los que serían en el tiempo, los precedentes de tal signo de la realidad eclesial cubana, materiales de igual carácter, como lo fuera el Boletín Eclesiástico de La Habana(2) , que tuviera vida propia desde la década del 60 del siglo XIX, y que subsistiría en el tiempo junto a sus homólogos de Santiago de Cuba, y Camagüey; hasta que por decisión de los obispos de Cuba, se fundieran en uno solo de carácter nacional el: Boletín de la Provincia Eclesiástica de Cuba(3) , que vería la luz el 31 de enero de 1916:
“Con el acuerdo de los señores obispo de que hubiera un solo Boletín en la Provincia Eclesiástica de Cuba para que todos los sacerdotes del país conocieran el pensamiento de cada uno de los Obispos a través de sus circulares y disposiciones.”(4)
Otras publicaciones de signo católico, habían tenido existencia propia, generadas en muchos casos por periodistas laicos, y que como sigue citando Mons. Polcari en su muy completa Historia de la Iglesia en Cuba, de donde hemos citado los datos precedentes, tuvieron vida propia desde el siglo XIX. La pionera de aquellas lo sería la Revista La Verdad, venida a la luz en la década del cincuenta del siglo XIX, continuada al parecer por la Revista Católica, cuya publicación llegó hasta el año 1880.(5)
Mons. Polcari sigue acotando que:
“En los últimos años del siglo XIX y primeros del veinte apareció la Voz de la Tradición, redactada en gran parte por el Padre Eustasio Urra (…) En la misma época apareció en Santiago de Cuba el semanario El Católico fundado por Mons. Barnada. En la primera década de este siglo (XX) vio la luz El Heraldo semanario debido al tesón y a la capacidad de del joven Obispo de Pinar del Río, Monseñor Ruiz; otro tanto la revista mensual Libertas publicada desde los primeros años de la creación de la Diócesis de Cienfuegos y que fungía como Boletín Eclesiástico diocesano (…)”(6)
Tenemos a la vista mientras redactamos este ensayo, un número de la citada revista Libertas(7) , el correspondiente al mes de agosto de 1916, editada en la imprenta de M. Mestre D’ Clouet en la bella ciudad cienfueguera. Llama la atención que la precitada publicación que se anunciaba igualmente como Revista Mensual de Ciencias y Literatura, era según se explicitaba, en ese instante, el Órgano Oficial de los Obispados de Cienfuegos y Camagüey, detalle que es singular para la continuidad de nuestro trabajo, pues nos hace barruntar, que la existencia del Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Camagüey, motivo principal de este ensayo, no tuvo vida propia más allá de esa fecha, cuando Mons. Zubizarreta, ya regentaba la Diócesis de Cienfuegos como Adminsitrador Apostólico “Sede Plena” mientras seguía al frente del obispado de Camagüey.
El dato nos sugiere igualmente que, independientemente de la por entonces reciente creación del Boletín de la Provincia Eclesiástica de Cuba, en enero de 1916, como lo cita Mons. Polcari, erigida como única publicación de la entonces Provincia Eclesiástica, las diócesis particulares mantuvieron alguna que otra publicación respectiva que aludía a sus muy específicas circunstancias, y de lo que da fe, el ya citado número de la Revista Libertas, que se editara a posteriori del primer número del Boletín de la Provincia Eclesiástica, y que entendemos que tendría vida propia en los años subsiguientes en que Mons. Zubizarreta gobernará aquella Diócesis cienfueguera.
Como dato interesante de este número específico ya citado, apuntamos que abriendo su Sección Oficial, que era más o menos como la actual voz editorial de cualquier publicación, el propio Mons. Zubizarreta anunciaba que:
“Nos es grato encabezar este número de Libertas con el documento pontificio por la que la Virgen SSma bajo el título de la Caridad ha sido declarada patrona Principal de toda la República de Cuba” (8)
El documento se ofrecía en su versión original en latín, y se acompañaba de su traducción al español. El escrito venía firmado por el S.R.C Pro Prefecto Cardenal Obispo de Ostia y de San Rufino, emitido el 10 de mayo de 1916. Un detalle muy singular en el año en que celebramos el Jubileo por los 400 años de la aparición en tierras cubanas de la bendita imagen de nuestra Patrona.
Génesis y primera andadura del Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Camagüey
El ejemplar inaugural del Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Camagüey(9), veía la luz el 20 de Enero de 1915: la edición del número, salía de las prensas de la Imprenta El Camagüeyano, donde igualmente se imprimía el diario homónimo. Este primer ejemplar, ya en la lista de los libros raros y valiosos, se conserva en la Biblioteca Diocesana de Camagüey, junto a otros tres de ese mismo año: el número 2, correspondiente al mes de marzo; el número 4, del mes de junio; y el número 6, del mes de septiembre(10) .
Como es de notar, no hemos tenido acceso al que sería el tercer número del ya citado Boletín, y que debió ver la luz entre abril y mayo de de 1915, ni tampoco a quinto, que debió ver la luz entre julio y agosto; la ausencia de estos ejemplares nos ha incapacitado a la hora de seguir la secuencia de algunos materiales; que fueron publicados en más de una entrega, como el caso de la Encíclica inaugural de Su Santidad Benedicto XV sobre La Paz, a la que hacemos posterior alusión, y que debía publicarse en tres partes; al igual que otro texto firmado por el propio obispo bajo el título de Consideraciones a la lectura(11), y del que su autor anunciaba una segunda entrega.
Hasta donde sabemos, la publicación no sería de larga data, en ese gobierno episcopal, si nos atenemos a lo que nos dice el padre Antonio Unzueta Echevarría, biógrafo del ya citado primer obispo diocesano, en su libro Mons. Valentín Zubizarreta. Carmelita Obispo y Teólogo, quien en sus propias palabras lo considera de corta vida(12). Y aunque el aludido autor no ofrezca ninguna datación respecto a la supervivencia del Boletín, ni sugiera siquiera de sus contenidos; sí tiene a bien acotar, que aquel Boletín Oficial de la Diócesis de Camagüey(13), como lo nombra, encontró acomodo para su muy humilde Redacción, en las dependencias del por entonces transitorio obispado, localizado en una vivienda marcada con el número 36 en la calle Independencia(14).
En nuestra pesquisa, tampoco hemos podido localizar los números subsiguientes, ni tenemos evidencia exacta de la fecha de cierre de la publicación(15), que de cualquier manera no parece haber sobrepasado el mes de agosto del año 1916, como se verá más adelante, por lo que nuestro trabajo se centrará sobre los ejemplares ya citados, de cuyos interesantes contenidos haremos oportuna relación.
Los Boletines por dentro.
La apertura palatal de aquel primer Boletín, incluía un texto de salutación al Santísimo Padre el Papa Benedicto XV, donde además de testimoniarle humilde adhesión, y seguir en fidelidad sus mandatos e indicaciones(16), se le participaba sobre la publicación del susodicho Boletín:
“…El obispo y los sacerdotes que tienen a su cargo el gobierno de esta diócesis y la instrucción de los fieles comienzan a publicar hoy este ‘’Boletín Eclesiástico”, deseando reflejar en él vuestras doctrinas y hacer llegar vuestros consejos al pueblo cristiano. Os lo ofrecen como testimonio de su sumisión y amor a la Santa Sede Apostólica.” (17)
También se dejaba testimonio, del objetivo primordial de aquella temprana publicación: “la necesidad de comunicarse con los Sres. sacerdotes y con los fieles… "(18) de aquella naciente diócesis, a la que fuera destinado el obispo, y a la que recién había sido consagrado, el 8 de noviembre de 1914. Sobre ese particular ya Mons. Zubizarreta había dado testimonio al Cardenal de Lai: “de las pruebas de amistosa acogida y estima que estaba recibiendo de los fieles a él recomendados.”(19)
Surgía pues el Boletín, como imprescindible instrumento explicativo de la voz y el sentir del recién estrenado obispo diocesano, y animado igualmente con un espíritu de renovación de cara a su futuro inmediato como publicación periódica. Así lo testimoniaba en una breve nota, que precedía a la ya citada dedicatoria al Santo Padre, intitulada Al Benévolo Lector:
“Como el Sr. Obispo tiene muchas veces necesidad de comunicarse con los Sres. Sacerdotes y con los fieles de la diócesis y transmitir a todos las disposiciones de la Santa Sede Apostólica, ha parecido conveniente empezar la publicación de este boletín eclesiástico en la forma que verá el lector. Más tarde se procurará mejorar y aún de cambiar la forma, según permitan las circunstancias” (20)
Lo que seguía en aquella primera entrega del Boletín era el texto de la Carta Pastoral, emitida con fecha del 18 de enero de 1915, y en la que discurría sobre la predicación del Evangelio y explicación del Catecismo(21). En ese primer comunicado del obispo a sus fieles resuenen todavía con actualidad, sus por entonces inspiradas y proféticas palabras:
“Nuevos errores filosóficos, teológicos y dogmáticos han sido predicados en estos tiempos con osadía incalificable, y, lo que es peor, nuevos modos de pecar y ofender a Dios han sido inventados por hombres sin conciencia ni pudor. Se quiere por todas partes hacer caso omiso de las doctrinas y leyes antiguas y se pretende establecer nuevos principios y nuevo derecho sin Dios, sin ley, sin religión y sin orden. Si en estas circunstancias no se prepara al pueblo con una sólida educación y con un perfecto conocimiento de los deberes cristianos, nos exponemos a presenciar días tristes y aciagos en un porvenir no muy lejano.De la ignorancia en materia de religión y de la falta de rectitud en las conciencias, nacen muchas veces, por no decir siempre, no sólo los pecados individuales que ofenden a Dios y al prójimo, sino también las falta colectivas y crímenes que tienden a disolver la sociedad y turban el orden público.Todos los que amamos de veras el país y deseamos el bienestar de todos nuestros conciudadanos tenemos que evitar los males que de esto nos puedan sobrevenir, poniendo el mismo o mayor interés en adquirir los conocimientos que nos son necesarios para ser buenos ciudadanos, como el que ponemos en desarrollar la riqueza territorial o en ensenar las ciencias y las artes. Los sacerdotes, las autoridades, los padres de familia, los hijos, todos estamos comprometidos en esta materia, porque a todos nos toca de cerca la rectitud de la conciencia y la moralidad del pueblo."(22)
Más delante, el prelado citando las palabras de Pio X sobre la necesidad imperiosa de que la sociedad volviera sus ojos al seno de la Iglesia, argüía:
“…Vivimos en una nación joven que después de muchas convulsiones se está formando e el orden civil, científico, militar y económico, y aunque gracias al esfuerzo de valiosos elementos, vemos franco desarrollo y progreso en muchas cosas, no dejamos de observar algún descuido en el estudio de la religión tan necesaria como otra cualquiera materia para el bienestar de la República y progreso de la civilización.” (23)
Para cerrar su comunicación dejaba dispuesto en cuatro apartados sus disposiciones al respecto, a saber: la obligación de los párrocos y ecónomos de explicar el Evangelio y el Catecismo los domingos y días de fiesta: de reunir una vez por semana y por una hora, a los niños y niñas de la parroquia para instruiros en la fe: establecer en las parroquias la congregación De la Doctrina Cristiana: y suplicar a los padres de familia de velar por su obligación de enviar a sus hijos a recibir las explicaciones del Catecismo, respectivamente.
El cuerpo del citado Boletín, acogía igualmente un par de Circulares, con informaciones pertinentes al desenvolvimiento de la vida diocesana, y en especial sobre la que sería la primera visita pastoral al territorio de su diócesis, que anunciaba con inminencia, pues comunicaba su inicio para el 27 de enero de aquel mismo año, y de la que ya haremos oportuna referencia.
El cierre lo ponía un urgente comunicado del por entonces secretario de la Delegación Apostólica en la Isla y Administrador Apostólico de Santiago de Cuba, Mons. Ernesto Filippi, ante una catástrofe sísmica acaecida en la región italiana de los montes Abruzzos, incluyendo muchas localidades cercanas, y cuyo efecto se dejó igualmente sentir en la capital, Roma. El texto era un llamado de ayuda caritativa para las víctimas. Se proponía una cuestación en todas las parroquias con tal fin, y el obispo diocesano hacía suya tal petición, exhortando a sus sacerdotes y feligreses a secundarlo en tan noble gesto.
El próximo número del Boletín, el número dos, se hacía público el 19 de marzo de 1915, en el mismo no se deja claro todavía, el detalle de su periodicidad, pero al parecer pretendía tener una tirada mensual, por lo que se puede colegir sobre el precio de venta, que por primera vez se incluía en la portada de este ejemplar, y que correspondía a 0.25 centavos de dólar por ejemplar, y a tres dólares(24) por todos los ejemplares de un año, es decir, doce números.
Ya este número muestra una nueva estructura, tal y como el obispo lo habría advertido en el primero, dividida en tres secciones: una Canónica, una segunda Oficial y una tercera Doctrinal, junto a una de Variedades. Tal parece que fue esta, la estructura definitiva del Boletín, al menos hasta donde sabemos, y que se mantuvo en los números subsiguientes que tenemos a mano.
En la introducción a esta primera Sección Canónica, el propio obispo aclaraba que su objetivo primario, como lo era el del propio Boletín en sí, era dar a conocer al clero y los fieles de la diócesis los documentos de la Santa Sede Apostólica: “que por su utilidad pública merecieran ser comunicados a los católicos”(25)
De tal suerte, la primera entrega de esta estrenada sección, reproducía parcialmente, la Encíclica inaugural de Su Santidad Benedicto XV sobre La Paz, que el propio obispo consideraba:
‘’una joya doctrinal y literaria de inmenso valor que en las presentes circunstancias de odios, guerras y evoluciones sin precedentes en la historia del mundo, debe ser considerada y estudiada detenidamente por toda clase de gentes principalmente católicas’’(26)
Los siguientes dos números completarían el texto íntegro.
La Sección Oficial de esta segunda entrega, recogía por su parte, dos importantes documentos, el primero, una Circular a los Señores Sacerdotes, avisándoles de la necesidad de tener un retiro espiritual mensual, y de paso, invitándolos a la primera de tales experiencias; que tendría lugar cada primer martes de mes, en el colegio de los RR. PP Escolapios(27), y una importante comunicación sobre la ya avisada Visita Pastoral(28), con el calendario que correspondía a las parroquias de la ciudad, a lo largo de todo el mes de marzo de 1915. Principiando por la S. Iglesia Catedral los días 8, 9 y 10 de aquel mes, y concluyendo en la de San José, los días 29, 30 y 31: en el intermedio se incluían el resto de las parroquias a saber: La Caridad, el Cristo, Santa Ana y la Soledad.
La continuidad de este número es la ya mentada Sección Doctrinal, con un artículo que firmaba el propio obispo, y que versaba sobre la importancia de la lectura. Este pequeño ensayo, por su profundidad y por sus alcances, desde la perspectiva del pastor de almas, pero igualmente desde la sagacidad del teólogo(29) que también habitaba en el propio obispo, nos merece una muy atenta consideración.
Es interesante constatar su predilección por la que consideraba:
‘’la ocupación más agradable y provechosa que el hombre puede escoger en este mundo después del trato íntimo con Dios’’(…) (30)
Y apuntaba de seguido que:
“La Iglesia católica siempre la ha recomendado a sus hijos y la ha facilitado a todos, formando riquísimas bibliotecas en todas las naciones”(31)
Una afición que en su caso particular, se vería materializada a lo largo de su vida en la consecución de libros de grandísimo valor, y que verían colmada su biblioteca personal.(32)
Sus profundas consideraciones sobre el tema lo llevaban a afirmar renglón seguido sobre su provecho que:
“Creemos sin embargo que la lectura, para que sea provechosa, debe someterse a ciertas reglas y dirigirse con prudencia, porque, si así no se hace, puede producir grandes extravíos en la inteligencia y efectos desastrosos en el corazón”(33)
Su interesante discurso sobre el particular proseguía enfatizando en el interés creciente de esos últimos tiempos por la lectura, y en la necesidad imperiosa de explicar:
‘’la utilidad y los peligros de la lectura, examinando los escritos que conviene leer y los que se deben desterrar, y presentando las consideraciones que se nos ocurran para mejor dirección de los lectores’’(34)
Con tal motivo sugería una serie de artículos donde desarrollar el tema, donde el ya citado era su primera parte, y que prometía continuar en otro momento, no sin antes enfatizar en la necesidad de que la lectura fuera sustituto trascendente de cualquier ocupación menos provechosa cuando apuntaba que:
“Yo comprendo que haya hombres que se olviden de comer, pasen de claro en claro las noches y se descuiden de las cosas más necesarias para la vida, cuando se entregan con toda las fuerzas de sus potencias a la lectura de libros y a la contemplación de las verdades que en ellos se enseñan, pero no comprendo que haya quien pase los días, meses y años sentados en gran parte en los bancos de un parque o en le fondo de un café, ocupado en monótona conversación con los amigos. El hombre que sabe leer, debe buscar una ocupación digna de su naturaleza y su educación"(35)
La Primera Visita Pastoral
En esta misma sección se incluía casi como cierre de este número, una Relación de la Visita Pastoral en el Camino, bajo la firma del entonces presbítero Manuel Arteaga, párroco entonces de la Iglesia de la Caridad, y quien andando el tiempo sería nuestro primer cardenal.
La ya precitada visita, que el propio obispo anunciara en el primer Boletín, correspondía en aquellos días del mes de marzo, a las parroquias de la ciudad, pero ya con antelación el obispo había recorrido otros territorios de la Diócesis, en específico los ubicados al norte y al sur del territorio de sus diócesis.
La relación daba cuenta de ese recorrido obispal por los territorios del norte de la diócesis, comprendiendo Nuevitas, y los poblados de Gloria, Guanaja y Palm City; igualmente la visita había continuado por la región sureña del territorio diocesana alcanzando igualmente Santa Cruz del Sur, Guayabal, y el central Francisco.
El cronista, que acompañaba al obispo en su periplo da cuenta de distintos sucesos que hablaban de la acogida y el fervor de los diocesanos a su obispo: como el cálido recibimiento en Guanaja donde el prelado llegó a bordo de una embarcación, y al desembarcar en aquella otrora comarca, que fuera por largos años la puerta marítima del antiguo Puerto Príncipe, tuvo el agasajo de una partida de jinetes con el alcalde de turno al frente. Localidad que al decir del propio cronista, contaba para tal año con una crecida población, más numerosa que antes del estallido de la Guerra Grande.
Un par de instantáneas, graficaban el ambiente general, en las por entonces prósperas colonias Gloria y Palm City, donde es posible tener una idea lo más clara posible de aquellas fervorosas comunidades de emigrados, en las que se destacaba por su devota disposición: Don Juan B. Tomman, austriaco de nacimiento, y a quien el cronista considera un pilar de la comunidad. Así mismo deja testimonio de otros seglares igualmente comprometidos: los señores Gemple y Frank, “católicos prácticos y bienhechores del templo de Palm City.”
Igualmente hay alusiones a la cálida acogida, a la persona del obispo, de parte de las autoridades civiles, y las continuas atenciones de los propietarios de negocios como la Casa Rodríguez & Angel de Santa Cruz del Sur, y acotaba el cronista para cerrar esa relación de
“la hidalga hospitalidad que aceptó del ilustre hacendado cubano Don Leandro Rionda, Administrador del Central Francisco, el simpático homenaje de las escuelas de Nuevitas que hicieron una parada escolar en la despedida de nuestro prelado, y los finos obsequios de los hermano Rodríguez Labrada y Rodríguez Blanca en Santa Cruz del Sur”(36)
El cronista cerraba su relación con el convencimiento de que el prelado había dejado en los sitios visitados: “un espíritu nuevo que anima a las gentes” nacido de “su bondad inagotable y atrayente, que “será muy eficaz al cambio del estado religioso”(37)
Los números cuarto y sexto, del Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Camagüey, discurren igualmente en cuanto a los contenidos ya mentados en los anteriores números reseñados, y a los que hemos aludido con excepción de los números 3 y 5 de los que no tenemos noción por no poseer ninguno de esos ejemplares.
En el primero de aquellos se da por concluida, en su sección canónica, la Primera Encíclica de su Santidad Benedicto XV, documento que por su extensión, fuera fragmentado en cuatro partes. En ese mismo aparte se incluye una interesante nota Acerca del Ritual Romano, en relación con la edición típica de dicho Ritual acaecida en el año 1913, y donde el obispo señala las inclusiones de algunas variaciones “que los señores sacerdotes deben tener en cuenta…”a la vez que los exhorta a que “convendría que cada sacerdote adquiriera al menos un ejemplar”(38)
La sección Doctrinal de dicho número incluye una muy interesante relación titulada La Venida del Espíritu Santo y el Cenáculo, firmada anónimamente por Fabius. Su contenido como podemos colegir por tal título, es un interesantísimo relato sobre los trascendentales sucesos de Pentecostés, narrados desde la perspectiva de alguien que presuntamente habría conocido de primerísima mano los Santos Lugares, y cuyo relato está igualmente adornado con una profusa sapiencia doctrinal sobre el tema. El artículo está firmado e Camagüey, con fecha del 23 de mayo de 1915, y es la primera vez en que no aparece la firma del autor, sino sólo un seudónimo, que pudiera tentativamente corresponder a alguno de los cercanos colaboradores de la publicación.
El cierre de este número incluye una oportuna nota sobre Los Católicos de Chile, que a su vez es una especie de recensión a una publicación de la época: “El Mensajero del Corazón de Jesús” y que alude al país austral. El detalle de tal alusión lo es para el brillante futuro que en tales fechas tenía ante sí la Iglesia católica chilena, que desde los tiempos de Portales, sumó sus esfuerzos en la consecución de los mejores ideales para aquel pueblo, y donde la religión no sufrió menoscabo alguno, antes bien, su cooperación fue invaluable “a favor del orden y la virtud”.
Las alusiones a la proliferación de las misiones en aquel país, se relataban en el orden de más de trescientas solamente en la Diócesis de Santiago de Chile, la capital. Nos resulta significativa la susodicha alusión pues como sabemos el por entonces obispo de Camagüey, vivió una interesante experiencia junto a aquella iglesia particular entre los años de 1903(39) y 1906.
El último ejemplar del Boletín Eclesiástico, v.g el número 4 ya citado, incluye casi en su totalidad, un documento firmado por el Papa Pío X, acerca de la música sagrada (Motu Propio de Su Santidad Pío X acerca de la Música Sagrada). El texto, que se explica como una Instrucción acerca de la Música Sagrada, está dividido en ocho secciones y una conclusiva, y alude a los muchos particulares del tema, y en especial al “abuso en lo concerniente al canto y a la música sagrada”(40)
Dicha Instrucción es acompañada por unas oportunas Resoluciones de las Congregaciones sobre la Música Sagrada.
Lo que resta de contenido en este Boletín, está dedicado a un tema medular: La Educación de la Juventud, y que funciona en este número como la consabida voz del obispo, como especie de Carta pastoral, o particular catequesis. Se trata, sin lugar a dudas, de un texto muy sustancioso e inspirado, de una actualidad meridiana, del que compartiremos al lector, algunos fragmentos.
El obispo principia afirmando que:
“El niño de hoy será el hombre, el legislador, el abogado, el juez, el profesor, el militar, y el representante de mañana. El niño que hoy ocupa el puesto humilde en la sociedad doméstica, mañana asumirá los derechos de padre de familia. El que hoy debe obediencia, reverencia y amor a los padres y personas mayores, mañana entra en el concierto de de hombres públicos que dirigen los destinos de la nación. Y es necesario que se prepare ahora para cumplir la misión que la divina providencia y la naturaleza le han encomendado. Por eso los que pretenden formar una sociedad en que reine la paz, la justicia, la moral y el bienestar, deben por todos los medios posibles educar con esmero la juventud”(41)
El artículo sigue discurriendo sobre las siempre inevitables diferencias entre la instrucción y la educación, que algunos, equivocadamente suelen equiparar. El obispo aclara que:
“Por la instrucción se perfecciona el entendimiento, mientras que por la educación no sólo se ilustra la mente, sino que se cultiva la voluntad, se forma el corazón y se dirigen las pasiones. Con la instrucción conoce el hombre la verdad y prosigue el bien. El hombre instruido diserta científicamente sobre problemas difíciles y asuntos escabrosos, y el educado habla con acierto sobre materias científicas, y es además moral en su conducta y procede cortésmente en la sociedad. En una palabra, el hombre instruido se limita a adquirir la ciencia y resolver los problemas especulativos , y el educado, no contento con desarrollar las facultades intelectuales y conocer la verdad, trata de cumplir escrupulosamente los deberes que tiene con Dios, con el prójimo y consigo mismo”(42)
Las ideas sobre el particular de la labor educativa, y dónde debe discurrir ésta, las dirime el obispo en la continuidad de su exposición, a su ver, en tres ámbitos que nos son de por sí excluyentes sino que se complementan sabiamente: el templo, la escuela y el hogar.
“Los sentimientos cristianos, la práctica de la religión, la moralidad de costumbres, el respeto a las opiniones ajenas, y las buenas formas en la sociedad, no son menos necesarias que la que la cultura intelectual para la educación. Así como sin luz, sin alimento y sin higiene no puede uno vivir, aunque tenga otras comodidades, tampoco puede completar su educación sin religión y sin moralidad"(43)
Para ello, los sacerdotes, que tienen la misión de enseñar a todos, acometen tan alta misión primero desde el púlpito explicando los domingos el Santo Evangelio, y allí “dan lecciones de sublime enseñanza a todo el que quiera oírlas”(44) . Y para concluir su idea afirma que:
“(…) La enseñanza del sacerdote en el templo es parte integrante de de la educación, y a la medida que la juventud se vaya retirando de la asistencia a los sermones y al catecismo será más deficiente la formación del corazón humano. En el santuario de Dios se oyen y se aprenden verdades desconocidas al mundo y se sienten impulsos del Espíritu divino que conducen al alma por las sendas del bien"(45)
Respecto a la escuela o colegio discurre el obispo del siguiente modo:
“El niño que asiste a la escuela y oye diariamente las explicaciones de su maestro, cosecha poco a poco un caudal de conocimientos suficientes para ser útil a su patria, adquiere la cultura social bastante para representar dignamente en todas partes a sus conciudadanos, y ejerce las virtudes morales y cívicas que enaltecen siempre al honrado ciudadano”(46)
Cree igualmente el obispo que las naciones donde abundan las escuelas y colegios son las que alcanzan mayor cultura en todos los órdenes: artístico, científico, e igualmente en el moral, social y humanitario. Y exige para quienes tienen la alta responsabilidad de impartir la educación que “se les haga acreedores no sólo al subsidio que les permita cubrir sus necesidades, sino el aprecio de las autoridades, conciudadanos y padres de familia que ven en ellos los instrumentos de la divina providencia en la formación de los elementos sanos para la patria"(47)
Al mismo tiempo aclara con toda contundencia que son los padres de familias los que deben decidir a qué colegios mandarán a su hijos cuando expresa que :
“El Estado obrando con muy buen acuerdo, abre y sostiene los centros de enseñanza para todos aquellos que, o no pueden hacer gastos especiales para frecuentar los colegios de pago, o están conformes con la enseñanza oficial, pero deja y debe dejar en libertad a los padres de familia para que instruyan y eduquen a sus hijos donde y como quieran conforme a las condiciones de su estado”(48)
Y con tales conexiones, enfatiza entonces en el papel que juega el hogar en el proceso educativo de los hijos y apunta que:
“Los padres de familia(…) son especialmente llamados por los designios de la divina providencia para transmitir el buen nombre, el carácter, las buenas costumbres y la nobleza de la familia a sus herederos, y para dejar dignos sucesores a la patria(…) Los padres que sienten este amor e interés por los hijos, son los llamados principalmente a inocular en la inteligencia y en el corazón del tierno niño las primeras nociones de la ciencia, del arte, de la religión y de la urbanidad"(49)
Para concluir brillantemente sobre tal punto cuando afirma:
“Si todos los padres de familia se constituyeran en maestros de sus hijos, y les enseñaran las reglas de la vida, si en todas las familias se rezara diariamente el Santo Rosario, si a todos los hijos se enseñara en el hogar doméstico el santo temor de Dios y el cumplimiento de los deberes religiosos, no se cometerían tantos crímenes en nuestros campos, no se darían tantos escándalos en nuestra sociedad, ni habría tanta corrupción de costumbres en nuestro pueblo.”(50)
El cierre de este número del Boletín Eclesiástico y que hemos venido reseñando, es la siempre interesante sección de Variedades, que cita textualmente lo que un diario católico inglés de la época reseñaba sobre el terrible conflicto bélico que asolaba al mundo desde 1914: la Primera Guerra Mundial. Su título era muy elocuente: El Papa y la neutralidad(51) , y que ahora lo reproducimos, íntegramente como cierre, para el curioso lector:
“Para nosotros la cuestión está resuelta. Estamos en guerra y estaremos en ella hasta conseguir el triunfo. No nos importa que los católicos de Alemania y Austria crean firmemente que el derecho está de su parte. Nosotros creemos que ellos están equivocados. Nosotros vamos por nuestro camino prescindiendo de ellos, contentos en nuestra creencia de que tenemos razón. Pero el Papa no puede hacer esto. Nosotros hemos suspendido todas nuestras relaciones con los países enemigos. El Papa continúa sus relaciones con ellos. ¡Ciertamente está en muy diferente caso que nosotros! Si el Papa con una información completa fuera a decidir la cuestión contra nosotros, nos sentiríamos gravemente ofendidos. Lo mismo haría en circunstancias iguales nuestros enemigos. Nosotros podemos prescindir de ellos. El Papa no puede. El es el Padre común de las dos partes beligerantes, de todos los católicos envueltos en la guerra. Y es de sentido común en su posición no mostrarse partidario ni de uno ni de otros: sólo puede ser partidario de la paz”(52)
Last but not least.
Leer la historia desde las siempre interesantes coordenadas de una publicación periódica, léase en este caso el Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Camagüey, ha sido sin dudas una muy reveladora experiencia. En el caso particular al que hemos aludido: la historia ya centenaria de la Diócesis de Camagüey, ha resultado significativo descubrir los atisbos de su temprano accionar, por mediación de aquel iniciático impreso, un documento de valía excepcional, que hubo de recoger sucesos y acontecimientos que hoy día pueden parecen lejanos en el tiempo; pero sin lugar a dudas, remarcan la sensación siempre inefable de continuidad y permanencia en la actual Iglesia católica camagüeyana que mira al pasado, no con nostalgia, sino con afanes e inquietudes de futuro.
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Notas
- Su nombre de pila era Manuel. Fungía, antes de ser elevado a la Iglesia Catedral de Camagüey por Pío X, como lector de Teología y Provincial de la provincia de Navarra. Elegido como primer Obispo de Camagüey el 25 de mayo de 1914. Consagrado el 8 de noviembre de ese mismo año en la Iglesia de la Merced, que era regida por los hermanos de su Orden. Con motivo de su ordenación episcopal dirigió a los fieles camagüeyanos su primera Carta Pastoral, donde explicara el lema escogido para su escudo episcopal: Pax Multa: “paz en el orden religioso, paz en el orden económico; paz en las relaciones sociales; paz amor y religión en todos los órdenes de la vida”. Nombrado Administrador Apostólico de la Diócesis de Cienfuegos el 3 de enero de 1916. “El 24 de febrero de 1922 fue preconizado como obispo residencial de aquella diócesis, automáticamente dejaba de ser obispo de Camagüey.” En Antonio Unzueta Mons. Valentín Zubizarreta. Carmelita, Obispo, Teólogo. Ediciones El Carmen. Vitoria, 2006. p 150
- Mons. Ramón Suárez Polcari. Historia de la Iglesia Católica en Cuba II. Ediciones Universal. Miami, Fl, 2003. p.330
- Ibíd.
- Ibíd. p. 294
- Ibíd. p.330
- Ibíd
- Libertas. Revista Mensual de Ciencias y Literatura. Órgano Oficial de los Obispados de Cienfuegos y Camagüey. Año VII- Tomo VII. Agosto de 1916. (Los datos nos sugieren que la creación de dicha publicación pudiera haber ocurrido en el año 1909, si tomamos en cuenta que este número corresponde a su año séptimo.)
- Ibíd. p 197. La revista incluía igualmente los siguientes contenidos: Instrucción para los que aspiren a poseer la Capellanías Colativas en la Diócesis de Cienfuegos y Camagüey; Decreto acerca de la comunión de los niños de ambos sexos a intención de Su Santidad; Sección Civil.- Importantísimo para los Sres Curas en orden a los expedientes matrimoniales; Revisión de los Valores Cristianos en sentido apologético, por Johnson; La América Latina y el Protestantismo; De Re Morali et Liturgica Collationes; Edictos de Capellanías; Aviso a los Señores Curas Párrocos y Para los Señores Sacerdotes
- Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Camagüey. Año 1. Camagüey, 20 de Enero de 1915, Núm. 1
- Hemos rastreado igualmente en el archivo del Arzobispado de Camagüey gracias al amable concurso de su cuidadora la Sra. Amparo Fernández, específicamente en la carpeta que allí se guarda con la papelería de Mons. Zubizarreta, sin hallar más evidencias que las mentadas. Tampoco fue posible hallar rastro de la publicación en la Biblioteca Provincial “Julio A. Mella”
- Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Camagüey. Año 1. Camagüey, 1ero de Marzo de 1915. Núm. 2. P 29.
- Antonio Unzueta Echevarria.Mons. Valentín Zubizarreta. Carmelita Obispo y Teólogo. Op cit.p.152. No alude el autor en la extensa bibliografía al ya citado Boletín, ni a ningún otro documento de archivo de la Diócesis de Camagüey, de allí nuestra sospecha de que no dispuso de los números aludidos, ni ningún otro posterior.
- Este detalle del nombre de la publicación, quizás sirva para confirmar que el autor no dispuso de los originales del Boletín, o los cita, desde otras referencias que tuvo a bien consultar para la preparación de su libro.
- Aquella improvisada redacción, compartía igualmente espacio en aquel primitivo obispado con el Archivo Diocesano. La casa en cuestión era rentada por el valor de 130 dólares mensuales.
- La existencia de la ya citada Revista Libertas, de agosto de 1916, como Órgano Oficial de los Obispados de Cienfuegos y Camagüey , parece confirmar que el Boletín había dejado de publicarse. Otra fuente consultada, el bien informado investigador de estos temas eclesiales, Enrique Palacios, corrobora el hecho de la corta vida del Boletín, que según su saber, no sobrepasó los diez primeros números.
- Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Camagüey. Año I, Núm. 1. p.3
- Ibíd.
- Ibíd.
- Mons. Valentín Zubizarreta. Carmelita Obispo y Teólogo. Op. cit. p.149
- Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Camagüey. Op cit. p.4
- Ibíd. p.4
- Ibíd. p.5
- Ibíd. p.8
- El detalle del precio de cada ejemplar, en dólares norteamericanos, nos habla de la variopinta circulación monetaria de tal época, que incluía tres monedas distintas a saber: los luises franceses, la peseta española, y los citados dólares americanos, pues no sería hasta mayo de aquel mismo año de 1915 que circularían en Camagüey las primeras monedas cubanas emitidas según la ley del 29 de octubre de 1914 por el extinto Banco Nacional de Cuba.
- Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Camagüey. Año I, Núm. 2. p.17
- Ibíd.
- Los retiros ocuparían todo el día desde las ocho y hasta las seis de la tarde. La dirección de los mismos corría a cargo del R. P Rector de los Escolapios, o el padre que el designara. El obispo dejaba sentado igualmente que los que por razones especiales no pudieran asistir, debían justificar su imposibilidad al menos desde el día anterior. Los costes de los mismos corrían igualmente a cargo del Obispado. Ibid. p. 28
- La visita a las parroquias de la ciudad estaba prevista para tener lugar durante la Cuaresma de aquel año. La visita en cuestión incluía la administración del sacramento de la Confirmación a los que no lo hubieran recibido, y la celebración de un triduo solemne. Ibíd.
- Mons. Zubizarreta fue el autor de un Curso de Teología Dogmática en cuatro volúmenes, del que hubo de publicar cuatro ediciones, dado el interés que suscitó en los seminarios, introduciendo cada vez nuevas mejoras. También colaboró profusamente con la revista Monte Carmelo entre los años de 1906 y 1907. Con trece artículos sobre Mística cristiana. Citado por Antonio Unzueta Echevarría en Mons. Valentín Zubizarreta. Carmelita…op cit. p.270
- Ibíd. p.31
- Ibíd.
- Todos aquellos valiosos ejemplares adquiridos a lo largo de su vida, pasaron a formar parte de la Biblioteca del Seminario San Basilio Magno de Santiago de Cuba, como parte de su legado testamentario para que, según sus palabras: ‘’profesores y alumnos estudien en ellos las ciencias eclesiásticas, rogándoles le recuerden en su oraciones’’. La colección donada constaba de 4800 volúmenes, con muchos de aquellos considerados ya verdaderos incunables. Citado por Antonio Unzueta Echevarría en Mons Valentín Zubizarreta….op cit. p. 316
- Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Camagüey. Año I, Núm. 2. p.31
- Ibíd. p 31
- Ibíd. p.31-32
- Ibíd. p 35
- Ibíd.
- Ibíd. Número 4 (1ero de Junio de 1915) p. 64
- En aquel propio año, entre los días 18 y 30 de noviembre, el entonces P. Valentín, fungiendo como visitador de la Orden en Chile, estuvo de paso en la ciudad de Camagüey, en la única casa de los PP. Carmelitas que pertenecía a la provincia de Navarra, el por entonces Convento Carmelita de La Merced. El día 20 de aquel año abrió la Visita Canónica en dicha comunidad, desde donde reportaba a sus superiores haber encontrado “muy buen espíritu y mucha observancia regular”. En Antonio Unzueta. Mons. Valentín Zubizarreta. Carmelita, Obispo, Teólogo. Op cit. p.89
- Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Camagüey. Año I. Camagüey 1ero de Septiembre de 1915. Núm 6. El lector interesado tener detalles sobre el particular en Historia de la Iglesia. El Mundo Secularizado. Volumen XXV (2) por José M. Javierre. Edicep. 1991. P. 438
- Ibíd. p. 108
- Ibíd. p. 104
- Ibíd. p. 105
- Ibíd. p 106
- Ibíd.
- Ibíd.
- Ibíd. p 107
- Ibíd.
- Ibíd. p 109
- Ibíd.
- Sabido es que el estallido de la conflagración mundial, afectó grandemente la ya débil salud del papa San Pío X, quien en medio de su enfermedad confesó a su médico de cabecera que “son millones de hombres que van a morir. Yo deseé evitarlo y no pude. Sólo me queda mi dolor. Si a mí, que tengo el más alto ministerio de paz, no me preocupa salvar tantas vidas jóvenes, ¿quién habrá de hacerlo?” El resto de los años del conflicto ocurrieron bajo el pontificado de Benedicto XV
- Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Camagüey. Año I. Camagüey 1ero de Septiembre de 1915.Núm 6.
ver en el blog Textos de Carlos A. Peón-Casas
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