Wednesday, February 13, 2013

Nota de Mons. Wilfredo Pino, Obispo de Guantanamo-Baracoa, con motivo de la renuncia del Papa Benedicto XVI

Catedral de  Guantánamo-Baracoa
Foto/Blog Gaspar, El Lugareño (por Ena Columbié
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Todos nosotros nos despertamos ayer con una noticia inesperada. Su Santidad, el Papa Benedicto XVI, el Papa que nos visitó, el Papa que rezó ante la Virgen de la Caridad, el Papa sabio que sabe explicar con lenguaje sencillo, el Papa de la oración profunda, el Papa que ha sabido guiar a la Iglesia, la barca de Pedro, con coraje y valentía en tiempos difíciles, con mar revuelto, teniendo que remar contra corriente, el Papa de un ministerio fecundo en acciones y palabras, el Papa humilde y amable, renunciaba a su responsabilidad. Era algo a lo que no estábamos acostumbrados. Sólo ha habido 4 o 5 papas desde Jesucristo que han renunciado. ¿Qué había pasado?

Vamos a escuchar ahora las palabras que dirigió el Papa a los cardenales anunciando su renuncia:

"Queridísimos hermanos,

Los he convocado a este Consistorio, no sólo para las tres causas de canonización, sino también para comunicarles una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia.

Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino.

Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando.

Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de San Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado.

Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20:00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice.

Queridísimos hermanos, les doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que han llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos. Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice. Por lo que a mi respecta, también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria.
Personalmente, he dado gracias a Dios por él y por su fecundo ministerio. Me he quedado admirado de este acto suyo de enorme humildad al decirnos que se debe buscar a otro que pueda hacer las cosas mejor; este acto suyo de sinceridad al reconocer lo que el llama su incapacidad para ejercer bien la tarea que se le confió. Ha sido un gesto valiente y que ojalá se convierta en un ejemplo para todos los que en este mundo creen que sin ellos todo andará mal, para todos los que se creen imprescindibles, para todos los que no quieren dar oportunidad a los demás.

Y como siempre habrá quien busque, como decimos los cubanos, el “sacarle la punta al lápiz” y expresará opiniones negativas, buscando otras razones para su renuncia, quisiera terminar leyéndoles lo que este mismo Papa contestó a un periodista inglés, Peter Seewald que lo entrevistó hace dos años, entrevista recogida en un libro titulado “Luz del mundo”. El periodista primero le pregunta al Papa que, si en situaciones difíciles, éstas pesaban sobre el pontificado en curso y si el Papa había pensado dimitir. Y la respuesta del Papa fue: “Cuando el peligro es grande no se puede escapar, por eso, seguramente, éste no es momento de dimitir. En momentos como éstos es cuando hay que resistir y superar la situación difícil. Esto es lo que pienso. Se puede dimitir en un momento de serenidad o cuando, simplemente, no se tienen fuerzas. Pero no se puede escapar en el momento del peligro y decir “que se ocupe otro”. Y luego el periodista le hace otra pregunta: “Entonces, ¿se puede imaginar una situación en la que se piense que es oportuno que un Papa dimita?”. La respuesta del Papa fue: “Cuando un Papa alcanza la clara conciencia de que ya no es física, mental y espiritualmente capaz de llevar a cabo su encargo, entonces tiene en algunas circunstancias el derecho, y hasta el deber, de dimitir”.

Repito que esto lo dijo el Papa hace dos años. Así que ha actuado coherentemente con su pensamiento. A él le damos gracias porque su gesto es un ejemplo para todos los que tenemos una responsabilidad mayor en este mundo.

Guantánamo, 12 de febrero del 2013.

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