Tuesday, March 19, 2013

Homilía en la Misa Crismal (por Mons. Wilfredo Pino, obispo de Guantánamo-Baracoa)

Foto/Blog Gaspar, El Lugareño (por Ena Columbié)
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 Baracoa, Marzo 16, 2013

Queridos hijos e hijas:

Hace ya varios años que los sacerdotes de la Diócesis habíamos hablado de celebrar aquí la Misa Crismal, pero el comienzo de las obras de restauración de este templo parroquial, retrasaron este propósito. Baracoa tiene hoy, en este Año de la Fe, y seguramente que por primera vez en su historia, la celebración de esta Misa Crismal. Misa que propiamente debiera celebrarse en la mañana del Jueves Santo, día en que Jesucristo instituyó el sacramento del Orden Sacerdotal, pero que se adelanta para hoy para que los sacerdotes no tengan que interrumpir el trabajo pastoral de Semana Santa en las comunidades que atienden por tener que trasladarse normalmente a la Iglesia Catedral. Es por ello que, en prácticamente todas las diócesis de Cuba, se celebra en otro día cercano a la Semana Santa.

Esta Misa es llamada Misa Crismal porque en ella se consagrará el santo aceite del Crisma y se bendecirán los Óleos para los catecúmenos y para los enfermos. Con el Óleo de los Catecúmenos, los que van a ser bautizados se preparan y disponen a su Bautismo. Aquí están entre nosotros los catecúmenos de la parroquia que serán bautizados en esta Semana Santa. A todos los bautizados, y a ellos de manera especial, dedico estas consejos de San León Magno: “Reconoce ¡oh cristiano! tu dignidad, pues participas de la naturaleza divina (2 Pe 1,4), y no vuelvas a la antigua vileza con una vida depravada. Recuerda de qué cabeza y de qué cuerpo eres miembro. Ten presente que, arrancado al poder de las tinieblas (Col 1,13), se te ha trasladado al reino y claridad de Dios. Por el sacramento del bautismo te convertiste en templo del Espíritu Santo. No ahuyentes a tan escogido huésped con acciones pecaminosas, no te entregues otra vez como esclavo al demonio, pues has costado la sangre de Cristo, quien te redimió según su misericordia y te juzgará conforme a la verdad” (S. LEÓN MAGNO, Sermones, 21, “en la Navidad del Señor”).

Con el Óleo de los Enfermos, éstos reciben alivio en su debilidad. Aquí están algunos de ellos junto con el grupo de los visitadores de enfermos, extraordinarios cristianos que nos enseñan cómo hay que amar. Para ellos y para todos nosotros, recuerdo estas palabras de San Agustín: “El fruto del olivo simboliza la caridad. ¿Cómo se prueba? No hay líquido que aprisione el aceite. El aceite se escabulle de entre ellos hasta salir fuera y colocarse sobre todos. Así es la caridad. No puede ser aprisionada por lo bajo. Siempre se eleva sobre lo más alto. De ella dice el Apóstol: Les voy a mostrar todavía un camino más excelente (1 Cor 12,31)”. (S. AGUSTÍN, Tratados sobre el Evangelio de San Juan, 6, 20).

Y con el Santo Crisma, consagrado por el Obispo, se ungen los recién bautizados, los confirmados son sellados en su fe, y se ungen las cabezas de los nuevos obispos, las manos de los nuevos sacerdotes, las paredes de las nuevas iglesias y los nuevos altares. Muchos recordarán que, el pasado 15 de agosto, este altar y estas paredes, fueron ungidos con Crisma. También las manos de todos nosotros, los sacerdotes. De la misma manera ustedes, el día que fueron bautizados y confirmados. Hoy están presentes los hermanos que recibirán el sacramento de la Confirmación el próximo 14 de abril. Desde ya los exhorto a vivir de acuerdo a las enseñanzas de Dios y su Iglesia. Y con este deseo de sus sacerdotes, rezo por los que se van a confirmar con palabras de San Agustín en plural: “Nuestro gozo, nuestro descanso y nuestro alivio en nuestras dificultades y en nuestras pruebas, no es otro que la vida santa de ustedes.” (S. Agustín, Sermones, 232).

Celebramos esta Misa Crismal en un momento especial de nuestra Iglesia: hace menos de 72 horas el Espíritu Santo nos regalaba un nuevo Papa que ha tomado el nombre de Francisco, en honor de aquel santo de Asís que, personalmente, abrazó la pobreza, la sencillez y se hizo amigo de los pobres. Hemos vivido horas especiales. Es verdad que nos molestaron los desagradables comentarios, no de la televisión cubana, sino de Telesur, a la que, sin embargo, le agradecemos que hayamos podido estar presentes nosotros, de algún modo, en la Plaza de San Pedro, escuchar al nuevo Santo Padre en vivo y en directo, y recibir su bendición. Muchos de nosotros nos pusimos de pie, delante de los televisores, para recibir esta bendición.

Fue muy bonito oírle hablar y agradecer el trabajo del Papa Benedicto, a quien fue a visitar personalmente luego de su elección. Emocionante, además, fue escuchar el aplauso prolongado que motivó la mención del ahora Obispo emérito. Y nos impactó a todos ver su sencillez y humildad cuando inclinó su cabeza para pedir a toda aquella multitud que, antes de él bendecirlos a ellos, rezaran ellos por él.

Tenemos, pues, un Papa nuevo. Y esto podría ser un llamado a que, casi al concluir el tiempo santo de la Cuaresma, también nosotros seamos nuevos, a que nos renovemos, a que hagamos nuevas todas las cosas. A nosotros, los sacerdotes, hoy la Iglesia nos invita en esta Misa a renovar, a hacer nuevo, el sí que dimos aquel bello día de nuestra ordenación sacerdotal. Mucho me impactó leer ayer el testimonio de un sacerdote que trabajó junto con el hoy Papa: “Gracias a él recuperé la alegría de mi sacerdocio”. Y si el Papa Francisco, humildemente pidió que rezáramos por su persona, yo también les pido que siempre recen por sus sacerdotes y su obispo. No olviden lo que nos dice la Primera Carta de Pedro: que “Satanás, como león rugiente, anda dando vueltas buscando a quién devorar” (1 Pe. 5, 8).

Queridos hijos e hijas: ¡Sintamos todos el deseo de renovar, de hacer nuevas todas las cosas! ¡Es posible amar más y mejor! ¡Podemos ser mejores esposos, mejores padres e hijos, mejores sacerdotes, mejores catequistas, mejor obispo, mejores cristianos! ¡Quitemos de nuestro interior todo lo que puede estar paralizando o enfermando el desarrollo de nuestra vida espiritual! ¡Hagamos fecunda la fe que profesamos!

En estos días son muchas las noticias que han llegado sobre la persona del Papa Francisco. Hay quienes critican pero son muchísimos más quienes no se cansan de elogiar su persona. Concretamente leí las valoraciones que hacen sobre el unos diez obispos argentinos que fueron entrevistados individualmente por la prensa. Las menciono ahora porque podrían servirnos como un examen de conciencia, como un llamado a hacer nosotros lo mismo, como un a invitación a nuestras almas para que nos esforcemos más en la práctica de las virtudes. Los obispos mencionados han dicho de él lo siguiente:


• es sumamente sencillo
• de profundo amor a la Iglesia y a los pobres
• muy querido y apreciado
• no hombre de enfrentamientos
• de pocas palabras pero claro en lo que dice
• llano, franco, directo y sencillo
• humilde y cercano a los pobres
• con capacidad de gobierno
• hombre de trabajo
• trabajador por la justicia
• generoso, sabio y prudente
• de marcada espiritualidad
• pastor comprometido y cercano
• hombre de diálogo
• obispo y pastor de pies a cabeza
• con espíritu misionero

Queridos hijos: Si hoy salimos de esta Iglesia parroquial con el deseo de ser mejores, podremos afirmar, sin temor a equivocarnos, que el Espíritu Santo no se quedó en Roma sino que también vino a Cuba, a Baracoa.

¡Hagamos el firme propósito de renovarnos! ¡Pidamos al Señor que nos aumente la fe! ¡Prometamos vivir una vida sencilla, pura, sin apego a las cosas de este mundo! ¡Vamos a pedirle al Señor en esta celebración que nos ayude a cambiar, y que sintamos nuevamente el llamado que se nos hizo el Miércoles de Ceniza a convertirnos y creer en el Evangelio, a no tenerle miedo a las cruces que seguramente caerán sobre nosotros si seguimos fielmente las enseñanzas de Jesucristo y nos vemos obligados a tener que nadar contra corriente!

Fue el Papa Francisco quien nos advirtió, en su primera Misa al día siguiente de su elección, que “cuando caminamos sin la cruz, cuando edificamos sin la cruz, y cuando confesamos a Cristo sin la cruz, no somos discípulos del Señor, somos mundanos, hermanos, sacerdotes, cardenales, pero no discípulos del Señor”. Rezo para que todos, sacerdotes y laicos, cuidemos el precioso don de la fidelidad a Jesucristo y su Iglesia. Amén.

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