Tuesday, July 16, 2013

Crónicas (por Waldo González López)

Nota del blog: Como anuncié la pasada semana Waldo González López ha comenzado a colaborar en Gaspar, El Lugareño. Cada martes tendremos el privilegio de una de sus crónicas dedicadas al mundo de la cultura.
-------------------------------------------
 Silvio Tarín, Angelito Díaz y Waldo González
--------------------------------------------------------
 
Fotos/Mayra Hernández Menéndez
------------------------------------------------------------
 
 El Angel del Feeling y la Amistad

por Waldo González López


El poeta y periodista cultural que firma esta crónica es —tal no pocos colegamigos saben— un irredento fan del bolero desde la adolescencia, cuando en la tunera ciudad de Puerto Padre, escuchaba los antiguos (y hoy renacidos) LDs —discos de Larga Duración— en las voces de los grandes intérpretes cubanos de este ‘género’, surgido en la Santiago de Cuba de 1887, gracias al talento de un humilde hombre de pueblo y destacado músico: el sastre José (Pepe) Sánchez, como a una sencilla pieza compuesta por él, en cuyo título ya canonizaba uno de los invariables motivos de su creación y de la nueva expresión musical y poética: «Tristezas». 

INICIOS

La nueva propuesta musical —aparecida en ciudad oriental a fines del XIX y enseguida popularizada en La Habana— colaboraría, desde el primer cuarto de la pasada centuria XX, al despliegue de un mayor vínculo cultural y, en especial, musical de la Isla con diversos países latinoamericanos, en primer lugar: México (a la que, a través del corredor veracruzano por mar, cruzaría el influjo bolerístico desde La Habana), como también, a partir de los ’40 y ’50, viajaría a otros del Caribe y Suramérica, donde surgirían voces de valía. Así, en Chile (Lucho Gatica), Argentina (Daniel Ríolobos y Leo Marini), República Dominicana (Alberto Beltrán), Venezuela, Colombia, Ecuador y otros ámbitos, así como, ya en la década pasada, España, donde se produce el necesario revival, tras el boom en buena medida logrado por el cineasta manchego Pedro Almodóvar, quien a fines de los ’80 de esa centuria estrena con éxito su popular filme Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988), en el que se escucha algún ejemplo sobresaliente. 

La Isla —creadora y soporte del género— constituyó, sin duda, la cuna de numerosas figuras decisivas para la consolidación del bolero, entre ellas, las mayores de Antonio Machín (quien lo divulgaría en España, donde sentó plaza y casó con una hispana), Vicentico Valdés (quien fue uno de los que más realizó, con su apoyo a algunos de los mejores compositores cubanos de los ‘50, tales José Antonio Méndez y Marta Valdés, como por su vínculo laboral con la disquera Seeco, de la que fue productor).

Por ello y por mi preferencia por este indiscutible Maestro de maestros capitalino que hizo célebres diversos números de autores cubanos y de otros países de la región con La Sonora Matancera y otras agrupaciones —“Los aretes que le faltan a la luna”, “Hoy, mañana y siempre”, “Algo de ti”, “Sólo por rencor”, “Voy a apagar la luz”, “Has vuelto a mí”, “Lo añoro” y otros— lo homenajeé en mi enseguida agotada antología Añorado Encuentro. Poemas y canciones sobre boleros (Ediciones Extramuros, La Habana, 2010).

Mas, asimismo, cuentan en el auge del bolero las peculiares voces de Panchito Riset, como las de Fernando Álvarez, Lino Borges y Roberto Sánchez (cuyas últimas entrevistas fueron realizadas por quien escribe, durante el último decenio para la revista especializada cubana Tropicana Internacional), como asimismo las de las principales figuras del movimiento feeling: Elena Burke y Omara Portuondo, José Antonio Méndez y mi gran amigo Ángel Díaz (la primera y los dos últimos ya fallecidos).

De tal suerte, desde los ’80 del siglo pasado, mi invariable apego por esta manifestación musical, con el fin de promocionarla, me llevaría a publicar —incluso antes de la creación de la mencionada revista— en otras (Bohemia, Opciones, Mujeres…) entrevistas con los prestigiosos cantantes-boleristas Lourdes Torres, Cary de Castro, Mundito González, Miriam Ramos, Beatriz Márquez, Anaís Abreu, Raquel Hernández, Osdalgia Lesmes, Vannia Borges y Maureen Iznaga, quienes, como otros aún más jóvenes, corroboran la permanencia del bolero en la Cuba del siglo XXI. 

A ello, añadiría la promoción ejercida por distintos espacios, entre ellos, las 5 Tertulias y Peñas, creadas por este también promotor cultural que, dedicadas al bolero, la trova, la poesía y el teatro, ocuparon durante casi 18 años su quehacer en La Habana.

Mas, esta historia es extensa para contarla aquí, por lo que continúo con otro tema afín al tema de mi crónica y a esta expresión musical: El mayor investigador cubano del género, mi recordado colegamigo Helio Orovio (1938-2007), lo estudió y relató en su necesario Diccionario de la música cubana. Biográfico y Técnico, con varias ediciones, como en su excelente antología 300 boleros de oro (Venezuela, 1992) y las singulares plaquettes: El bolero cubano y Música del Caribe (Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 1994). 

Por mi parte, lo abordo a plenitud en mi aún inédito Añorado Encuentro. Diccionario del bolero cubano que —justamente dedicado a mi fraterno Helio Orovio, porque fue él quien siempre me incitó y estimuló a escribirlo— yo iniciara más de tres lustros atrás en la capital de la Isla y lo he continuado desde mi arribo a Miami, no sólo con la inclusión de diversos compositores y cantantes, también cubanos, exiliados aquí, como de otros nacidos en la denominada Ciudad del Sol (la que aspiro alguna vez sea mejor definida como Ciudad de la Cultura Latina), sino asimismo continuar con mi defensa y respaldo a los nuevos proyectos que estimulan su difusión.

Parejamente con mi preferencia por el género, me decidió en su apoyo otro hecho: En La Habana, como en Miami, desde años atrás, debido a la intromisión y la exagerada difusión de pedestres ritmos de otros lares y exclusivamente bailables (reguetón, hip hop y otros), el género ha sufrido una visible marginación, aunque tales efectos devastadores no han podido ni podrán eliminarlo.

EL FEELING

Pero, en fin, dije antes y repito ahora que voto por el feeling. O filin, como se le llamó enseguida, en afortunada equivalencia o traslación cubana, a esta melodía del sentimiento, tal titularía su novela de 1973 el ya desaparecido narrador cubano Víctor Agostini (1908-1995). 

Cuántos buenos boleros nos ha dado (no dio, porque aún se componen) este movimiento, uno de los más importantes de la rica creación popular —desde su aparición en el rico panorama musical cubano, a fines de los ’40 del siglo pasado— en tanto lógica ascendencia de la trova tradicional aliada a ‘géneros’, como el blue y el spiritual, surgidos del pueblo (afro)norteamericano. 

Pero no sólo valoro sus logrados textos, con digno nivel literario, de sugerencia y lirismo, propios de la mejor poesía. Está también su música: suave, íntima, como para ser dicha al oído. Y siempre distinta. Porque otro de los aciertos del filin fue y es justamente ése: no amarrarse a esquemas interpretativos. De tal suerte, en cada nueva emisión estas canciones suenan, salen distintas, incluso aunque sean cantadas por el mismo intérprete. 

Y sería justamente «El Rincón del Filin» (en el Pico Blanco del Hotel Saint John’s) donde se presentarían sus mejores voces, hoy todos fallecidas. Este espacio del amor y la cubanía sería marcada por el inextinguible fulgor de «El Ronco» José Antonio Méndez (cuya foto presidió, durante décadas, como talismán de suerte y simpatía, el acogedor night club del Vedado), Elena (¿hace falta añadir «La Burke»? o, como la definía mi colega Pedro Herrera: «La Señora Sentimiento»), Moraima Secada (La Mora), César Portillo de la Luz y Ángel Díaz (23/dic./1921-22/dic./2009), tal Omara (Portuondo), única sobreviviente que continúa cantando, tras ser la Dama del exitoso proyecto Buena Vista Social Club, que retumbó en toda Europa pocos años atrás, para corroborar la calidad de la música popular cubana. 

«ANGELITO»

Ya en el lejano 1946, funda el Trío Feeling (como voz segunda y guitarra), junto a su hermano Tirso Díaz (voz prima) y César Portillo de la Luz (voz tercera y guitarra). Sólo debutaría como solista —en compañía de su desde ya inseparable guitarra— en 1959, cuando comienza su intensa vida profesional. Un año después se enfrenta al aprendizaje académico de la música en el Seminario de Música Popular, donde asiste a clases de Odilio Urfé y Vicente González Rubiera (Guyún). 

Más tarde, perfeccionará la técnica guitarrística de acompañamiento con la recordada pedagoga, guitarrista y compositora Leopoldina Núñez, prestigiosa profesora de varias generaciones de músicos y artistas cubanos, quien también impartiría clases al muy destacado guitarrista Joaquín Clerch, el valioso trovador Pedro Luis Ferrer y la sobresaliente actriz de TV y cine Beatriz Valdés (La Bella del Alhambra), entre otras hoy relevantes figuras de la cultura cubana. 

A partir de entonces, la radio y la televisión nacional le dedicarán espacios en diversas emisoras y canales, con presentaciones en vivo, grabadas, recitales y documentales sobre su vida. Ello le permitiría el aplauso de sus fans cubanos en estos medios y en los principales cabarés capitalinos: Tropicana, Parisién (Hotel Nacional), Caribe (Hotel Habana Libre) e Internacional (Varadero), como en importantes clubes: Pico Blanco (Hotel St. John’s), Salón Bolero (Dos Gardenias), Scherezada y Club 21, entre otros. 

Asimismo, su presencia sería relevante en todas las ediciones de los Festivales Internacionales Boleros de Oro y en los escasos de la Canción de Varadero, como en el de Barquisimeto (Venezuela). También están sus giras por Colombia, Ciudad México, Moscú e Italia.

Grabó los LDs: “La Rosa mustia”, “Eres todo amor”, “El bolero y el filin del Callejón de Hamell”, “Con mucha felicidad” (con Elena Burke, Omara Portuondo, César Portillo de la Luz y José Antonio Méndez), “Trova y feeling”, “Ángel Díaz: es feeling y es bolero” y “Tres Díaz de feeling”, este con su hijo Nelson Díaz y su nieto Alexander Díaz.

EN «EL PICO BLANCO»: «EL RINCÓN DEL FILIN»

En «El Pico Blanco», original night club ubicado en la terraza del Hotel St. John’s (en la calle O, a pocos pasos de La Rampa, en El Vedado capitalino), décadas atrás se crea «El Rincón del Filin», donde sentaría plaza el cantautor, para ya ser su segundo hogar: aquí dejaría la huella de su impronta particular, su genuino estilo que destacaba entre los grandes del Movimiento y de «El Rincón…», donde interpretaba sus antológicas creaciones, como las de otros de sus colegamigos

Así, al filo de las diez, entraba con su magnífico esplendor — carisma y voz, sonrisa y gracia— Ángel Díaz, junto a la no menos excelente cancionera Cary de Castro y el hijo de aquel, guitarrista, cantante y hoy productor musical Nelson Díaz. 

Apenas arribaba con su perenne sonrisa, guitarra en ristre, Angelito —a petición del público— iniciaba su coloquial descarga con sus decisivas creaciones, desde su himno del movimiento («Rosa mustia»), pasando por canciones de su colega César, hasta arribar a una de los más valiosos cantautores y genuina voz de la trova de siempre: Mike Purcel (quien reside, desde no pocos años atrás, en Miami). Y claro que no podía faltar su «amigo y colega del alma, José Antonio», del que (incluso tras este fallecer) cada noche cantaba varios números y recordaba anécdotas de ambos, como prueba tácita de la bonhomía y el ángel de Ángel. 

Luego, a las doce en punto, llegaba César Portillo, el clásico compositor de «Contigo en la distancia» y «Canción de un festival», por sólo mencionar mis preferidas. César dialogaba y hasta discutía con alguien del público, si advertía que el “entretenido” enamorado musitaba algo al oído de su pareja. Él —siempre puntilloso— no permitía disociación en este ámbito de poesía y feeling. Y, como antes Angelito había iniciado su angelical descarga, él ahora regalaba sus canciones, claro que sin el élan vital (vg. Henri Bergson) ni la gracia suyas. 

EL FILIN, ¿SÍ NO NO?

A veces, alguno despistado, sin conocer bien lo que habla —incluso aquí en Miami— dice que el filin ya pasó. Y le digo que no, que sigue vivo, fúlgido, cálido en la voz y el estilo de los jóvenes en Cuba y otros ámbitos. Le espeto nuevos nombres de valía que, en la Isla, aquí o allá, siguen cantando los mismos o nuevos temas. Valgan algunos de los muy valiosos ejemplos en Miami: Gema Corredera, Olga María Touzet y Alma Rosa Castellanos, como en Cuba: Ivette Cepeda, Rachel Valladares y Dalila, por solamente citar a seis excelentes voces que, en las dos orillas, están dando mucho que hacer.

Le recuerdo asimismo a ese ¿incrédulo o ignaro? los numerosos Festivales del Bolero en Cuba, México, Colombia, Panamá y Ecuador, entre otros países, donde los múltiples fans tienen la oportunidad de redescubrir los excelentes textos y la estupenda música del filin en prestigiosas voces hispanoamericanas que —en estos años de revival bolerístico— mantienen viva, también en sus países, la llama de esta música del corazón, con razón. 

Nada más cierto: esta expresión que se nos mete dentro por su lirismo e intimismo llega —gracias a sus textos y música de calidad— con razón al corazón, como se identifica el centro del sentimiento y la sensibilidad. O al pecho, tal decía un poetamigo. Por eso, el filin seguirá gustando a cada nueva generación. Por su aliento súbito. Por su estallido de luces. Por su hálito de poesía. 

ANGELITO Y SONIA, COMO NUESTRA FAMILIA

Para suerte del cronista, muy unidos estuvimos Angelito y yo, incluso durante sus últimos años, cuando vivíamos muy cerca, a escasas cuadras. Pero desde antes, en no pocas ocasiones lo entrevisté, comenté sus presentaciones o, simplemente, divulgué sus giras al exterior. 

Por ello, a menudo, pero sobre todo, el día de su cumpleaños, Mayra y yo, lo visitábamos en su acogedor hogar, compartido con su inseparable Sonia, madre de sus hijos Sonia y Angelitico. Lo felicitábamos y estábamos un rato con ambos en familia. Enseguida, tras charlar algo, le pedíamos que nos cantara el himno del Movimiento «La rosa mustia» y otras de sus hermosas, imperecederas canciones. 

De tal suerte, disfrutábamos un rato en tan especial fecha con este Ángel de la Amistad y su querida Musa, entre hermanos, con boleros y poesía (a solicitud suya y de Sonia, yo les leía algunos de mis poemas, en especial, «Fiera, salvaje nostalgia», dedicado a estos entrañables amigos. 

Asimismo, lo invité a mi Tertulia «Añorado Encuentro» (en el Centro Cultural Arte Habana) —donde le tributé su último homenaje en vida, donde lo acompañó con su guitarra Silvio Tarín (tal dan fe las fotos al inicio del texto).

Por tanto como legó, con su peculiar voz y su inimitable estilo, a la música popular cubana y, en especial, al bolero y al feeling, este hombre «bueno, en el buen sentido de la palabra» (vg. Antonio Machado), y por su honda bonhomía, por la que fuera, en consecuencia, tan querido por todos los que amistaron con él, quise rendirle este otro homenaje de recordación y querencia. 

Si bien la Empresa de Grabaciones Musicales (EGREM), primero, le grabó algún LD y, más tarde, otros CDs, con algunas de las canciones que popularizó, ahora, como muchos, espero que la propia disquera u otra reimprima esas placas o dé a la luz otras con otros de los muchos números que se hallan en la Fonoteca del ICRT. 

Es sería el mejor homenaje que le rendirían a este alto cantautor y a la música popular cubana, que él tanto divulgó con su voz y sus canciones filineras, o «pastillas», tal solía decir —con su cubanísimo humor y su sencillez a prueba de toda pedantería (que siempre rechazó)— el inolvidable amigo y admirable artista: cubanísimo creador, cuyos hijos (Nelson, Sonia y Angelitico) y nieto (Alexander) continúan su legado. 

He aquí, pues, de su muy cercano amigo, estas palabras de homenaje y este poema dedicado a Ángel Díaz («Angelito»), quien fue, es y será siempre «la gran sonrisa del feeling», tal lo nombrara —tras su partida sólo física de este mundo— en otra sentida crónica, la también cantautora y Premio Nacional de Música Marta Valdés.

FIERA, SALVAJE NOSTALGIA

(casi bolero)
Para Ángel Díaz y Sonia,
¿a quiénes si no?

Fuente de amor, fuiste ayer,
hoy tristeza nada más,
pues de aquellos viejos sueños
sólo fotos quedarán.
Porque todo irá al olvido
con mínima luz final,
que va apagándose lenta,
lentamente, hasta dejar
un leve, oscuro esplendor
de lo que ya no será.
Da tristeza contemplarte
en tu sola soledad,
rosa mustia, trasnochada,
sólo fotos quedarán.
Sí, fotos de polvo y sepia
que se desdibujarán,
como aquellos viejos sueños,
hoy tristeza nada más:
fiera, salvaje nostalgia,
ya que nunca olvidarás,
rosa mustia, trasnochada,
sólo fotos quedarán
y un relente en la memoria
de lo que no volverá.

(La Habana, 17/8/1995)

------------------------------------------------
Waldo González López. Poeta, ensayista, critico teatral y literario, periodista cultural. Publica en varias páginas: Sobre teatro, en teatroenmiami.com, Sobre literatura, en Palabra Abierta y sobre temas culturales, en FotArTeatro, que lleva con la destacada fotógrafa puertorriqueña Zoraida V. Fonseca y, a partir de ahora, en Gaspar, El Lugareño.

No comments:

Post a Comment