Tuesday, October 29, 2013

Crónica: Conversación en tiempo de Bolero: Vicentico Valdés (por Waldo González López)




Este gustado género musical que, surgido a fines del siglo XIX (1883) en la ciudad de Santiago de Cuba, sigue atrayendo a diversas generaciones de Hispanoamérica, y no sólo en Cuba, como algunos podrían pensar, y ello se constata en la España de 1995, cuando la voz del chileno Lucho Gatica favoreciera su constante renacer, como también lo hacen varios filmes del cineasta manchego Pedro Almodóvar. 

Es conocido, pues, el nacimiento del aún popular bolero al extremo oriental de la capital cubana, aunque desde mediados del siglo XIX se escuchaba en esa ciudad un género denominado bolero bailable. Pero historias y anécdotas aparte, los ciberlectores se preguntarán: ¿Por qué el título de este artículo? Y este poeta y crítico les responde: Porque es también el de uno de los más populares boleros que cantara Vicentico Valdés, y hasta poco antes de su muerte cantara el trovador y fundador del movimiento feeling, Ángel Díaz. 

Otra pregunta que podrían formularse es: ¿Y por qué comenzar a hablar del bolero con este destacado cancionero cubano, Vicentico Valdés, quien realizara buena parte de su exitosa carrera en los Estados Unidos de Norteamérica? Y yo respondería sin dilación: porque hay tres razones harto convincentes: fue poseedor de un genuino estilo que lo identificó, como una marca cantábile; por lo que gustó y triunfó en EUA y en Hispanoamérica, y porque durante muchos años tuvo espacios en emisoras radiales habaneras, en particular la COCO. 

VICENTICO VALDÉS: AÑORADO ENCUENTRO

El panorama musical cubano durante la década de los ‘50 fue uno de los fenómenos culturales más impresionantes que ha conocido América. El prestigioso investigador y jurista cubano Cristóbal Díaz Ayala ha definido estos años como «los fabulosos 50», pues no existía género o estilo que no estuviera representado por decenas de compositores e intérpretes de primerísima calidad: la música campesina, la rumba, las charangas danzoneras, los y las cantantes de boleros. 

Tal apunta un colega, era la culminación de un proceso que se inicia a comienzos del siglo XX, con las primeras grabaciones, y se intensifica con la aparición en 1922 de la radio en Cuba. Ya en la década del ‘40 se instalaría definitivamente en el gusto del pueblo cubano uno de los mejores intérpretes que ha dado el bolero a nivel internacional: el célebre Vicentico Valdés. 

Nacido en el barrio habanero de Cayo Hueso, el 10 de enero de 1921, en el seno de una familia de notables músicos, como sus hermanos Marcelino y Oscar, percusionistas, y el también gran cantante Alfredito Valdés, el contexto debió influir en él, y participa como cantante en dos de las principales agrupaciones de la historia musical cubana: el Septeto Nacional (segunda época, 1937) y la charanga de Cheo Belén Puig. Fue, por tanto, intérprete de sones, guarachas y danzones, gusto que cultivó siempre. También en la Orquesta Cosmopolita, una jazz band. 

En 1944 viaja a México, donde canta con varias orquestas y comienzan sus primeras grabaciones con la Peerless. Fueron decenas de piezas, casi todas de música movida, como guarachas y sones. Aún no se había definido por el bolero.

Dos años después viaja a New York, donde termina instalándose y donde labora por el desarrollo de la importante disquera norteamericana Seeco, de la que fue productor y que, mucho antes que Miami, fue la ciudad norteamericana donde se desarrolló una proporción importante de la música cubana. 

La presencia de una gran población puertorriqueña, fervorosa consumidora de nuestra música, hizo posible la gestación de una ebullición musical en la que participaban tanto boricuas como cubanos, y que permitió el desarrollo de grandes músicos y cantantes, como Chico O' Farrill, Mario Bauzá, Panchito Riset, Orlando Vallejo, Antonio Machín o el Conjunto Caney, de Fernando Storch, por sólo mencionar a algunos de los más destacados. 

Vicentico trabajaría en New York con dos de las más importantes orquestas puertorriqueñas, la de Noro Morales (1947) y la del célebre pailero Tito Puente (1949). A comienzos de los 50, realizó varias grabaciones con Puente y Morales, en las que ya los boleros tenían mayor presencia; también versiones de canciones de otros países, como «La vie en rose», costumbre que mantendrá a lo largo de su vasta carrera, en la que grabaría cerca de 50 LPs. Otro género al que dedicó mucho espacio fue al mambo, que triunfaba por esos años, sobre todo en el continente.

En 1953, grabó en La Habana con la Sonora Matancera y, al año siguiente, ya tenía su propia orquesta en New York. A partir de entonces, se mantendrá en la preferencia del público, sobre todo latinoamericano, hasta fines de los ’80. En Cuba, tal dije arriba, mantuvo un programa diario de media hora en la COCO, aunque era reclamado por los oyentes en otras emisoras capitalinas e, incluso provinciales. 

Como todos los grandes boleristas, su calidad no se basaba sólo en la tesitura de su voz, sino, sobre todo, en su capacidad interpretativa, en la dramatización que hacía cuando cantaba. Como la de otros (los Orlandos: Vallejo y Contreras, Ñico Mambiela y el insuperable Benny Moré), su voz era decididamente nasal, pero no tanto como las de sus colegamigos Panchito Riset y Antonio Machín, como él, ya en esos años, en EUA. 

En 1958 incorpora a su repertorio tres boleros de una autora entonces desconocida para el gran público y de sólo 24 años: «En la imaginación», «Deja que siga sola» y «Tú dominas», de Marta Valdés, cuyas letras no hacían concesiones a los facilismos sentimentaloides que tantas veces abruman al género.

En el CD El gran Vicentico Valdés, de la SEECO (redición del LP del mismo nombre), aparecen unas significativas palabras del cantante, pronunciadas en 1964 y que han ganado en actualidad: 
Soy mucho más afortunado que muchos de los cantantes que empiezan ahora. Puedo defender todo el tiempo lo que creo que es correcto musicalmente. No tengo que hacer concesiones porque la gente me acepta como soy. Pero si fuera a empezar hoy y tuviera que hacer todas las cosas que he venido haciendo hasta ahora, sería mucho más difícil. […] Sabemos que la calidad en general es más baja y de esa forma el estímulo de muchos compositores y cantantes se ha muerto.
Vicentico Valdés, quien murió en New York el 26 de junio de 1995, hoy continúa como uno de los preferidos hoy, no sólo para los que peinan canas, sino igualmente para muchos jóvenes. 

En el 2001 recibiría el homenaje de su patria natal con la edición de la enseguida agotada antología de poemas cubanos sobre boleros y canciones Añorado encuentro, que dedicada al gran cantante, con selección y prólogo míos, editó cuidadosamente la experimentada editora Mayra Hernández Menéndez, para la capitalina Editorial Extramuros. Con ello, ambos rendimos un sencillo pero necesario tributo a uno de los más grandes boleristas que ha dado la patria del bolero, Cuba. 

VICENTICO Y LOS COMPOSITORES LATINOAMERICANOS Y CUBANOS

Excepcional cantante cuyo particular estilo marcó pautas en la bolerística cubana y latinoamericana, difundió los mejores compositores latinoamericanos de bolero, en especial los cubanos, de los que fue un valioso promotor internacional, como bien han referido no pocos de ellos. 

Grabó numerosos álbumes a lo largo de su exitosa vida profesional y mereció cuantiosos premios por la venta de sus gustadas grabaciones, particularmente en el mundo latino, entre ellos varios Discos de Oro por algunas, como, entre otras, «Añorado encuentro», «Envidia» y «Los aretes de la luna», reunidas en álbumes como, entre muchos otros: Lo mejor de Vicentico Valdés, Clásicos de Vicentico Valdés con la Orquesta de Bobby Valentín y Canciones premiadas de Vicentico Valdés

Justamente Vicentico cantó diversas canciones de algunos de los mejores compositores del feeling, entre éstos los renombrados autores cubanos Gerardo Piloto y Alberto Vera, Marta Valdés, René Touzet, Armando Peñaver, Luis Yáñez, Jorge Zamora y otros. Uno de esos valiosos números le valdría en 1958 un Disco de Oro, cuya réplica llevara desde entonces colgada al cuello. El éxito fue «Añorado encuentro», del binomio Piloto y Vera que, nadie antes ni después cantaría como él.

Tal era su orgullo y satisfacción por esta canción, como por otras dos, igualmente famosas, ya suyas en su voz: «Envidia» y «Los aretes de la luna», que con ellas conformaría la tríada preferida por él de su repertorio, según confesara al periodista panameño César Villalobos en la que, al parecer, fuera su última entrevista, aparecida en el suplemento Mundo Contemporáneo, del diario istmeño El Panamá América, en 1994, ya que él fallecería al año siguiente. 

«El bolero no muere», confesó entonces al periodista panameño, y añadió: «Está ahí la obra de compositores nuevos, y seguirá.» Luego subrayaría: «No soy el mejor cantante cubano, pero mi estilo gusta.» 

Y claro que gustaría desde que emergiera al panorama musical cubano, incluso cuando en los años 40 integrara, como cantante, el Septeto Nacional, donde su hermano Alfredito era voz principal. Sólo poco tiempo después partiría a New York y allí alcanzaría mayor celebridad entre la comunidad latinoamericana, gracias a su aguda y rítmica voz acompañada primero por la famosa Sonora Matancera, que lo acompañó en «Los aretes de la luna», «Lo añoro» y «Sólo por rencor», entre otros boleros, y luego por valiosas jazz bands en brillantes arreglos, siempre bajo el sello disquero de la SEECO.

En la selección de orquestas y el sabio escoger de los temas, radicaba gran parte del éxito de Vicentico. Así lo definiría a Villalobos: «El problema no es sólo ponerlos, sino que sea bueno todo. Me gusta satisfacer al público; por eso es que mis grabaciones de muchos años siempre a la gente la han gustado.»

También confesaría este preferido por varias generaciones de fans que poseía un nutrido archivo musical, aparte de que le ofrecían nuevas canciones, entre las que escogía para su selecto repertorio, en primer lugar, las de su querida patria, así como otras mexicanas y de distintos ámbitos latinoamericanos. 

Un importante dato expresado al colega panameño es que al principio hacía toda clase de géneros, pero el público lo obligaría a ‘lo romántico’. De ahí que siguiera esta línea, pues además en todos los escenarios en que se presentara, con su setentitantos años y hasta su muerte, le solicitaban sus números ya mencionados, preferidos también por sus fans, y otros interpretados incluso en versiones nuevas, a las que sólo añadiría voces femeninas para su acompañamiento vocal.

Su quehacer de vasto alcance se define como lo que fue: el de un artista completo. Iniciado durante tantas décadas atrás y nunca obsoleto, sino cada vez más actualizado con nuevas sonoridades bolerísticas hasta su desaparición física Vicentico Valdés, gracias a su carisma y singular estilo, continúa siendo aún hoy, preferido e, incluso, irremplazable, a pesar de sus pedestres imitadores que hemos sufrido, al menos, en Cuba.

VICENTICO, MARTA VALDÉS Y ÁNGEL DÍAZ



Incluyo ahora dos testimonios-entrevistas míos concedidos generosamente por dos queridos y admirados amigos, quienes lo fueron también de Vicentico. 

MARTA VALDÉS, compositora, trovadora y crítica musical.
Vicentico irrumpió en los 50, gracias al disco en la radio y la victrola. A nadie le pareció raro que esa voz, esa cadencia y ese tiempo lentísimo que implantara su estilo en el bolero, llegara desde afuera. Apoyándose en el genio musical del pianista y arreglista cubano René Hernández, radicado como él en New York, Vicentico recibía desde La Habana los guiones melódicos que le enviábamos los autores de mambos, guarachas, sones y boleros, agrupados en la pequeña editora Musicabana y nos los devolvía, uno a uno, listos para perdurar. 

A base de sonar único y cubano, atravesó varias décadas y permanece todavía como una de las señales sonoras innegables de nuestra música. Los autores cubanos y el pueblo mismo tenemos una deuda eterna con él y, por eso, viajará por el 2001, cómodamente instalado en nuestra memoria y nuestros corazones.»
 ANGEL DÍAZ, fundador del movimiento feeling, compositor y trovador.
Lo recuerdo en Radio Minuto Nacional, en el Vedado, donde, invitado por el dúo de Renée y Nelia, cantó alguna vez con ellas y conmigo, en un espacio de esa emisora. Tenía un órgano vocal extraordinario. Colocaba y proyectaba su voz ¡pequeña! admirablemente. Además, venía a Cuba —a la que tanto quería y donde aún permanece su familia— casi todos los años.
Uno de sus más altos méritos, al decir de Ángel Díaz (Angelito) es que 
fue uno de los primeros grandes boleristas (mucho ante que otros) en acercase al filin y a sus compositores. No sé si estudió canto; pero cantaba como un ángel, con las AES abiertas («mi felicidaaá», decía, y «la fidelidaaá», por poner dos ejemplos). No empleaba la A ovalada o redondeada, como ensañan los profesores de canto lírico. Es, de algún modo, lo que hoy hace Luis Miguel, quien ha tomado no poco de esas figuras de la canción y el bolero.
Tras una fehaciente vida de fértil vida y creación (donde descuella su apoyo a sus colegas compositores de la Isla, fallecería en la New York de 1995.

Transcribo a continuación el texto de ese clásico bolero que, compuesto por Gerardo Piloto y Alberto Vera, ha quedado como uno de los momentos esenciales de este preferido género de la no menos preferida música popular cubana. 

AÑORADO ENCUENTRO

Aunque lejos estemos tú y yo,
siempre unido estará nuestro amor
añorando tan solo el momento
de estrecharnos con loca y tenaz pasión.
Ni siquiera logré imaginar
me quisieras lo mismo que yo,
aunque siempre en mi pecho callara
la inquietud que al tus ojos mirar me ahogaba.
Hoy rompo las cadenas del silencio,
logro decirte que te quiero,
que tú eres todo lo que anhelo.
Volveremos a vernos tú y yo,
trataremos del tiempo borrar,
no tendremos en cuenta razones
que no sean las de nuestros corazones.

(Incluida en mi inédito Diccionario del bolero Cubano Añorado Encuentro.) 






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Waldo González López. Poeta, ensayista, critico teatral y literario, periodista cultural. Publica en varias páginas: Sobre teatro, en teatroenmiami.com, Sobre literatura, en Palabra Abierta y sobre temas culturales, en FotArTeatro, que lleva con la destacada fotógrafa puertorriqueña Zoraida V. Fonseca y, en el blog Gaspar, El Lugareño.  


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