por Mons. Emilio Aranguren, Obispo de Holguin
Texto tomado del website de la COCC
Me permito enviar la nota que recibí desde Francia por el P. Juan Pedro Borderon, Hijo de la Caridad, que adjunto:
Acabo de enterarme que murió el Padre René David el Día de la Solemnidad de Todos los Santos. Para Cuba fue un “regalo de Dios” que el Señor lo reciba en la gloria en medio de todos los santos.Voy a intentar ir a la celebración bastante lejos de Paris, pero estaré un poco en representación de todos ustedesMuy unidos con los que ya viven para siempre en el corazón de nuestro Dios el Amor infinito.Abrazo
Juan Pedro
Seguramente que muchos de los que lean esta Nota no conocieron al P. René David Roset, otros –especialmente obispos, sacerdotes, religiosos/as y laicos de Cuba, y de manera especial de La Habana– sí lo conocieron y, todos los que lo conocimos, quedamos edificados y agradecidos por lo que fue e hizo entre nosotros, desde su llegada el 26 de agosto de 1970 hasta su regreso el 25 de abril de 2004.
Los que fuimos alumnos del Seminario “San Carlos y San Ambrosio” en los cursos en que el P. David fue profesor de Teología y miembro del Equipo Formador nos sentimos obligados a tenerlo presente en nuestras oraciones, tanto los que fuimos ordenados como aquellos que hoy viven su compromiso eclesial como laicos en la sociedad.
Muchos de nosotros, al transitar por el malecón habanero y mirar hacia el Hospital “Hnos. Amejeiras”, recordaremos la constancia sabatina del P. David para, con su trabajo manual como ayudante de albañil, brindar su aporte a la construcción de una obra que estaría a favor de todos los cubanos. Ahí también está su sudor convertido en esa semilla que tanto se sacrificó por sembrar en lo que él mismo llamó: “teología de la reconciliación”.
Cuando el Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC, 1986) su testimonio, mensaje y mano de escribano quedaron grabados en el Documento Final de permanente referencia.
Hoy, ante esta noticia, desde Holguín uno, en mis cordiales sentimientos, a los formadores (en especial al P. Bruno Roccaro SDB por su cercanía al P. David a través de tantos años), profesores, empleados y compañeros del Seminario por esta semilla nonagenaria sepultada en su tierra natal, pero sembrada por él en nuestros corazones y en nuestro ardor pastoral.
Me atrevo a pensar que, en el Día de Todos los Santos, San Pedro le habrá abierto las puertas del cielo al P. David y, al reconocer quién era y de dónde venía, le habrá dicho en su idioma: “Sí, sí (Oui, oui), je vous reconais, “servant bon e fidele, entre ou tableau du Seigneur”.
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