Thursday, December 12, 2013

La Gran Belleza (por Reinaldo García Ramos)




Esta semana tuve el placer de asistir a una proyección de “La Grande Bellezza”, dirigida por Paolo Sorrentino (una producción italiana de 2013). Me habían recomendado esta película como un homenaje a “La Dolce Vita”, la obra magistral de Federico Fellini, que este año cumple 53 de realizada.

“La Grande Bellezza” es eso, por supuesto, pero es también mucho más; es un regreso delirante y reverencial a ese film clásico, y al mismo tiempo una cáustica parodia del mismo, una hiperbólica versión actualizada de sus principales líneas argumentales.
 

El placer que sentí al verla fue ambiguo, sobresaltado, por momentos indescifrable y por momentos amargo. Pues me parece que lo que vi no es una sola película, sino varias, un viaje estridente de 142 minutos de duración por sucesivos ambientes y escenarios, que se van reuniendo en una especie de collage. El hilo conductor de ese viaje es la participación en cada episodio del mismo personaje central, un intelectual escéptico y hedonista, que admira y desprecia al mismo tiempo a los seres humanos que lo rodean y el entorno social en que él vive y se divierte. (No hay que ser un experto en cine para reconocer en esa estructura el mismo encadenamiento expositivo de “La Dolce Vita).


Pero Sorrentino no es Fellini, ni aspira a serlo. Sus intereses expresivos son de hoy. No busca reproducir el ambiente fellinesco, su fluidez mágica y su acontecer melodioso, la atmósfera estilizada y lírica del Maestro, sino romper con esa armonía reconocible y presentar en cambio un panorama del mismo ambiente intelectual y social de “La Dolce Vita”, trasladándolo a la Roma de hoy, y acentuando de paso todas las tensiones, intensificando las aristas grotescas de la acción. Lo que quiere es someter esa “dulce vida” a una inspección del siglo XXI, lanzarle una mirada más incrédula, más irónica; parafrasear los temas fellinescos con su propio sentido del humor y su propio olfato satírico. 


De ahí que la película de Sorrentino sea una reverencia a la obra maestra fellinesca y al mismo tiempo una maniobra muy habilidosa para alejarla de sí mismo y lograr independizarse de su legado. A la tonalidad musical y juguetona de Fellini, que contaba con dulzura un relato incoherente, pero orgánico, en la Roma de los años 50, Sorrentino superpone una acción sobresaltada, cortante y brusca, sumida en ruidosa irresponsabiliad, en un nuevo dramatismo basado en contraposiciones y contrastes. Somete la melancolía y los excesos de los personajes de Fellini a una especie de destierro, y coloca sus propios personajes en un desorden nuevo, cargado de otras crueldades, otras burlas sangrientas y actos de fe socavados por un grotesco escepticismo. Cuando el personaje principal, el periodista Jep Gambardella, le pregunta a un mago cómo pretende hacer que una jirafa viva desaparezca, el ilusionista sonríe y le responde: “¡Es un truco!” Yo sentí que era el propio Sorrentino el que lo decía: “¡Es un truco, Maestro Fellini, un truco nuevo, pero el mismo de usted!”

“La Grande Bellezza” va cambiando de rostro a medida que progresa hacia su final, se va haciendo más desconcertante, divertida, incoherente y agresiva. Es un testimonio de admiración a Fellini, pero también una gran reverencia a Roma, la ciudad eterna, un elogio misterioso a sus monumentos, a sus plazas, sus fuentes, sus burdeles, sus bares, sus actos de sexualidad ilimitada y sus espectáculos decadentes. Por eso uno sale con deseos de comprar enseguida un pasaje aéreo y correr a pasearse por esas calles, olvidándolo todo.


(La cinta se exhibe hasta el sábado 14 de diciembre en The New Miami Beach Cinematheque (http://mbcinema.com/), situada en el antiguo City Hall, 1130 Washington Avenue, Miamia Beach, FL 33139, Teléfono 305-673-4567) 

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