Las fotos, coloreadas con todo propósito, corresponde sin dudas a los primeros tiempos en que el vetusto edificio que albergara en su momento al Cuartel de Caballería, de la otrora ciudad principeña, pasara a cumplir nuevas funciones, esta vez como un hotel de mucha fama en la época, y tanta como que se le consideraba junto al Casa Granda, en Santiago de Cuba, los más distinguidos al interior de la recién estrenada República de Cuba.
El flamante Hotel Camagüey, que funcionó como tal hasta la década del cuarenta del pasado siglo, era el parador de lujo de cuanto viajero por vía del ferrocarril, llegara en plan de breve estadía a la ciudad de los tinajones, en un periplo más largo que terminaba en la ciudad de Santiago de Cuba.
Regentado por la Compañía del Ferrocarril de Cuba se anunciaba como poseedor de: “habitaciones decoradas de modo perfecto y salones espléndidos”(1), a la par que “instalaciones de baños inmejorables, una cocina digna de visitarse por lo perfecto de su organización y los muebles más cómodos que se encuentren en establecimientos de esta índole”(3).
De tal suerte fueron sus huéspedes en uno u otro momento de su historia personajes relevantes o simples mortales, que siempre tuvieron a bien recordar de aquella fugaz estancia, los acogedores corredores del edificio, el afamado roof garden, y el suntuoso patio al que igualmente se le hacía muy buena propaganda al compararlo con un parque: “cuya frondosidad acaso no supere ningún otro del mundo. Las palmeras alcanzan allí un desarrollo enorme, refrescando el ambiente tan caluroso de la ciudad y creando un verdadero oasis, donde no se sienten los rigores del clima tropical”(3).
Dos postales de un siempre recordado espacio citadino, que los camagüeyanos en cualquier región de este mundo plural, siguen recorriendo en la memoria sempiterna de la ciudad principeña, que les acompaña y les distingue.
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- Libro de Oro Hispano Americano- Cuba. Volumen I. 1917. p. 255
- Ibíd.
- Ibíd.
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