Tuesday, April 22, 2014

Crónica: ¿Los libros de la vida, El viaje mágico y maravilloso o La lectura, ese resplandor? (por Waldo González López)

Como escribí en mi anterior crónica —publicada como todos los martes en esta columna del blog Gaspar. El Lugareño—, en 2009 publiqué (a propósito de la Campaña Nacional “Eugenio Espejo” por la Lectura, en Quito, Ecuador) el volumen La lectura, ese resplandor (cuyos títulos originales fueron Los libros de la vida y El viaje mágico y maravilloso), donde anoté como epígrafe esta cita: «Por fortuna, los libros de la vida no son tantos», extraída de la excelente crónica «La literatura sin dolor», del recién fallecido Premio Nobel Gabriel García Márquez, también incluida en la mencionada edición, aparecida por la fraternal gestión del querido colegamigo y laureado narrador Luis Zúñiga.

Tal suponía cuando publiqué en mi anterior crónica: “quien firma estas cuartillas que espera de nuevo sean del interés del ciberlector”), numerosos colegamigos, atraídos por el volumen, me preguntaron si traje de Cuba ejemplares del título, aparecido en la patria de los no menos notables narradores Jorge Icaza, Jorge Enrique Adoum y Francisco Javier Eugenio Espejo, entre otros. Les respondí que me resultaba imposible complacerlos, ya que solo traje de La Habana dos de los diez ejemplares recibidos por el editor.

Por tal interés, decidí publicar este martes la excelente crónica del también genial periodista (quien asimismo evidencia su humor e ironía), para de algún modo complacer a mis colegamigos y al resto de los ciberlectores de este concurrido blog, guiado con rigor y dedicación por mi fraterno Joaquín Estrada Montalván.

 
LA LITERATURA SIN DOLOR

Por Gabriel García Márquez

Hace poco incurrí en la frivolidad de decirle a un grupo de estudiantes que la literatura universal se aprende en una tarde. Una muchacha del grupo —fanática de las bellas letras y autora de versos clandestinos— me concretó de inmediato: “¿Cuándo podemos venir para que nos enseñe?” 

De modo que vinieron el viernes siguiente a las tres de la tarde y hablamos de literatura hasta las seis, pero no pudimos pasar del romanticismo alemán, porque también ellos incurrieron en la frivolidad de irse para una boda. Les dije, por supuesto, que una de las condiciones para aprender toda la literatura en una tarde era no aceptar al mismo tiempo una invitación para una boda, pues para casarse y ser felices hay mucho más tiempo disponible que para conocer la poesía. Todo había empezado y continuado y terminado en broma, pero al final yo quedé con la misma impresión que ellos: si bien no habíamos aprendido la literatura en tres horas, por lo menos habíamos formado una noción bastante aceptable, sin necesidad de leer a Jean-Paul Sartre.

Cuando uno escucha un disco o lee un libro que le deslumbra, el impulso natural es buscar a quién contárselo. Esto me sucedió cuando descubrí por casualidad el Quinteto para cuarteto de cuerdas y piano, de Bela Bartok, que entonces no era muy conocido, y me volvió a suceder cuando escuché en el radio del automóvil el muy bello y raro Concierto gregoriano para violín y orquesta, de Ottorino Respighi. Ambos eran muy difíciles de encontrar, y mis amigos melómanos más cercanos no tenían noticias de ellos, de modo que recorrí medio mundo tratando de conseguirlos para escucharlos con alguien. Algo similar me está sucediendo desde hace muchos años con la novela Pedro Páramo, de Juan Rulfo, de la cual creo haber agotado ya una edición entera por tener siempre ejemplares disponibles para que se los lleven los amigos. La única condición es que nos volvamos a encontrar lo más pronto posible para hablar de aquel libro entrañable. 

Por supuesto, lo primero que les expliqué a mis buenos estudiantes de literatura fue la idea, tal vez demasiado personal y simplista, que tengo de su enseñanza. En efecto, siempre he creído que un buen curso de literatura no debe ser más que una guía de los buenos libros que se deben leer. Cada época no tiene tantos libros esenciales como dicen los maestros que se complacen en aterrorizar a sus alumnos, y de todos ellos se puede hablar en una tarde, siempre que no se tenga un compromiso ineludible para una boda. 

Leer estos libros esenciales con placer y con juicio es ya un asunto distinto para muchas tardes de la vida, pero si los alumnos tienen la suerte de poder hacerlo terminarán por saber tanto de literatura como el más sabio de sus maestros. El paso siguiente es algo más temible: la especialización. Y un paso más adelante es lo más detestable que puede haber en este mundo: la erudición. Pero si lo que desean los alumnos es lucirse en las visitas, no tienen que pasarse por ninguno de esos tres purgatorios, sino comprar los dos tomos de una obra providencial que se llama Mil libros. La escribieron Luis Nueda y don Antonio Espineda, allá por 1940, y allí están resumidos por orden alfabético más de un millar de libros básicos de la literatura universal, con su argumento y su interpretación, y con noticias impresionantes de sus autores y su época. Son muchos más libros, desde luego, de los que harían falta para el curso de una tarde, pero tienen sobre éstos la ventaja de que no hay que leerlos. Ni tampoco hay que avergonzarse: yo tengo estos dos tomos salvadores en la mesa donde escribo, los tengo desde hace muchos años, y me han sacado de graves apuros en el paraíso de los intelectuales, y por tenerlos y conocerlos puedo asegurar que también los tienen y los usan muchos de los pontífices de las fiestas sociales y las columnas de periódicos. 

Por fortuna, los libros de la vida no son tantos. Hace poco la revista Pluma, de Bogotá, le preguntó a un grupo de escritores cuáles habían sido los libros más significativos para ellos. Sólo debían citarse cinco, sin incluir a los de lectura obvia como la Biblia, la Odisea, el Quijote. Mi lista fue ésta: Las mil y una noches; Edipo Rey, de Sófocles; Moby Dick, de Melville; Floresta de la lírica española, que es una antología de don José María Blecua que se lee como una novela policíaca, y un Diccionario de la lengua castellana que no sea, desde luego, el de la Real Academia. 

La lista es discutible, por supuesto, como todas las listas, y ofrece tema para hablar muchas horas, pero mis razones son simples y sinceras: si sólo hubiera leído esos cinco libros –además de los obvios, desde luego-, con ellos me hubiera bastado para escribir lo que he escrito. Es decir, es una lista de carácter profesional. Sin embargo, no llegué a Moby Dick por un camino fácil. Al principio había puesto en su lugar a El conde de Montecristo, de Alejandro Dumas, que, a mi juicio, es una novela perfecta, pero sólo por razones estructurales, y este aspecto ya estaba más satisfecho por Edipo Rey. Más tarde pensé en La guerra y la paz, de Tolstoi, que, en mi opinión, es la mejor novela que se ha escrito en la historia del género, pero en realidad lo es tanto que me pareció justo omitirla como uno de los libros obvios. Moby Dick, en cambio, cuya estructura anárquica es uno de los más bellos desastres de la literatura, me infundió un aliento mítico que sin duda me habría hecho falta para escribir.

En todo caso, tanto el curso de literatura en una tarde como la encuesta de los cinco libros conducen a pensar, una vez más, en tantas obras inolvidables que las nuevas generaciones han olvidado. Tres de ellas, hace poco más de veinte años, eran de primera línea: La montaña mágica, de Thomas Mann; La historia de San Michel, de Alex Munthe, y El gran Meaulnes, de Alain Fournier. Me pregunto cuántos estudiantes de literatura de hoy, aun los más acuciosos, se han tomado siquiera el trabajo de preguntarse qué puede haber dentro de estos tres libros marginados. Uno tiene la impresión de que tuvieron un destino hermoso, pero momentáneo, como algunos de Eça de Queiroz y de Anatole France, y, como Contrapunto, de Aldous Huxley, que fue una especie de sarampión de nuestros años azules; o como El hombrecillo de los gansos, de Jacobo Wassermann, que tal vez le deba más a la nostalgia que a la poesía; o como Los monederos falsos, de André Gide, que acaso fueran más falsos de lo que pensó su propio autor. 

Sólo hay un caso sorprendente en este asilo de libros jubilados y es el de Herman Hesse, que fue una especie de explosión deslumbrante cuando le concedieron el Premio Nóbel en 1946, y luego se precipitó en el olvido. Pero en estos últimos años sus libros han sido rescatados con tanta fuerza como antaño por una generación que tal vez encuentra en ellos una metafísica que coincide con sus propias dudas. 

Claro que todo esto no es preocupante sino como enigma de salón. La verdad es que no debe haber libros obligatorios, libros de penitencia, y el método saludable es renunciar a la lectura en la página que se vuelva insoportable.

Sin embargo, para los masoquistas que prefieren seguir adelante a pesar de todo, hay una fórmula certera: poner los libros ilegibles en el retrete. Tal vez con varios años de buena digestión puedan llegar al término feliz de El paraíso perdido, de Milton. 

 
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WALDO GONZÁLEZ LÓPEZ (Puerto Padre, Las Tunas, Cuba. 1946) Poeta cubano, ensayista, crítico literario y teatral, antólogo y periodista cultural. Graduado de Teatro en la Escuela Nacional de Arte (1971) y Licenciado en Literatura Hispanoamericana, Universidad de La Habana (1979).
Hasta el 2011, cuando abandonó la Isla para venir a residir a Miami, integró la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), en sus Asociaciones de Poesía, Literatura para Niños y Teatro.
Laboró en la Escuela Nacional de Arte (donde impartió clases de Historia de la Literatura para Niños y Jóvenes, en la Cátedra de Teatro para niños fundada por él y la actriz y directora escénica María Elena Espinosa, y de Historia del Teatro Universal y del Teatro Cubano, también creó el Archivo de Dramaturgia).
Recibió importantes distinciones por su quehacer como escritor y periodista. Colaboró con publicaciones cubanas y extranjeras con ensayos, artículos, crónicas y poemas. Sus versos han sido traducidos al inglés y francés y publicados en revistas de EUA y Francia, así como ha publicado poemarios en México y Colombia, y un volumen de ensayos sobre lectura y literatura en Ecuador.
SÍNTESIS BIOGRÁFICA:
Estudia el preuniversitario en la ciudad de Holguín y lo abandona para trasladarse a la capital, donde primero cursa el idioma francés, luego estudia Teatro en la Escuela Nacional de Arte (ENA) y, más tarde, la carrera de Literatura Hispanoamericana, en la Universidad de La Habana, de las que se graduó, respectivamente, en 1969 y 1979.
Integró el Centro Cubano de la Asociación Internacional de Teatristas para la Infancia (ASSITEJ, auspiciada por la UNESCO); las Asociaciones de Artistas Escénicos y de Escritores de la UNEAC (Secciones de Poesía, Traducción Literaria y Literatura para Niños y Jóvenes). Fue Asesor del Teatro Nacional de Cuba.
En la Isla, publicó una quincena de poemarios, un volumen de ensayo, dos de crítica literaria y otro de crónicas, así como diversas antologías de poesía y poesía para niños, décima y décima para niños, cuento y teatro.
Ha traducido del francés, entre otros, a los importantes poetas Jacques Prévert, Marie de France, Molière y Joachim du Bellay. En 1994 apareció su antología París at night, del poeta francés Jacques Prévert (con selección y traducción suyos) Asimismo, en 1994 le solicitaron versiones de textos de importantes poetas de Polonia, luego incluidas en la antología Poesía polaca (Editorial Arte y Literatura, 1994).
Tradujo y dio a conocer en Cuba a la importante poeta contemporánea canadiense Denise Boucher, ex Presidenta de los Escritores de Québec, de quien vertió al español varios textos, publicados en un número especial de la revista Casa de las Américas.
Ensayos suyos fueron incluidos en varias antologías como: Nuevos críticos cubanos, Acerca de Manuel Cofiño y Valoración múltiple: Onelio Jorge Cardoso.
Su labor como poeta, ensayista, crítico y antólogo ha sido reconocida entre otros, por las pedagogas y antólogas puertorriqueñas Flor Piñeiro e Isabel Freire de Matos en su Literatura Infantil Caribeña; el profesor y ensayista jamaicano Keith Ellis, residente en Canadá, en su estudio Cuba’s Nicolás Guillén: Poetry and Ideology, y el antólogo y ensayista español Antonio Merino en su Nueva poesía cubana.
En el ámbito nacional, diversos ensayistas y críticos de prestigio se han ocupado de sus múltiples libros. Así, el ensayista, poeta y narrador Antonio Gutiérrez Rodríguez, quien en su volumen Estudios sobre la décima, incluye un estudio sobre sus espinelas.
En Cuba, fue jurado consuetudinario en eventos literarios, teatrales y de periodismo cultural, y participó en Congresos de la UNEAC, foros y otros encuentros con especialistas nacionales y de otros países.
Desde 1990 hasta 2001, fue periodista cultural de la revista Bohemia. Antes laboró en otras como Mujeres y Muchacha, de la que fue uno de sus fundadores en 1980.
INTERÉS POR LA POESÍA:
Un buen día de su adolescencia y, sin las muchas lecturas que vinieron después, tras leer El reino de este mundo, de Alejo Carpentier, su novela que más le sigue gustando, escribió su primer poemario (inédito) “A ras del tiempo”, a partir de hechos de realismo mágico y de lo real maravilloso, acontecidos en nuestra América fabulosa. Tal fue su iniciación seria con la poesía.
RECONOCIMIENTOS:
Diploma al Resultado Científico por su Colaboración a la nueva Historia de la Literatura Cubana, en tres volúmenes, otorgado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente.
El Laúd y la Medalla del Cucalambé, impuestas por el Poder Popular provincial de Las Tunas.
El Diploma por la Labor Realizada en Apoyo a la Décima, concedida por la Universidad “Camilo Cienfuegos”, de Matanzas.
Reconocimiento por su labor Escritor y Crítico Literario otorgado por la Presidencia del Instituto Cubano del Libro.
Medalla “Raúl Gómez García”.
Primera Mención, Concurso “Plural” (México, 1990) a su poemario Salvaje nostalgia.
Premio "13 de Marzo" 1976, Universidad de La Habana, a su poemario para niños “Poemas y canciones”, publicado en 1977.
Premio “La Edad de Oro” de Canción para Niños.
Primera Mención Concurso “La Edad de Oro” a su poemario Poemas y canciones.
BIBLIOGRAFIA ACTIVA
SELECCIÓN DE SUS POEMARIOS:
Salvaje nostalgia (Mención Concurso “Plural”, México, 1991; publicado en Cuba ese año).Casablanca (Colombia, 1995). Las palabras prohibidas (antología de su poesía, entre 1983 y 1995; Cuba, 1997). Ferocidad del destino (2010). Espinelas con espinas (décimas, 1981).Que arde al centro de la vida (décimas, 1983), Estos malditos versos (décimas, México, 1999; Cuba, 2001.
CRITICA LITERARIA:
Escribir para niños y jóvenes (1983). La décima dice más (2004). La décima, ¿sí o no? (2006).
CRONICAS:
Niebla en la memoria (1990).
POEMARIOS PARA NIŇOS:
Poemas y canciones (1977). Donde cantan los niños (1983). Jinetes del viento (1989). Libro de Darío Damián (décimas, 1995).Voces de la querencia (2004).
ANTOLOGIAS DE TEATRO:
La soledad del actor de fondo (primera antología del monólogo teatral cubano), 1999. Teatro cubano de fin de siglo (cinco piezas en un acto, 2001).
OTROS LIBROS.
Entre el 2001 y el 2011 publicó, además:
Viajera intacta del sueño. Antología de la décima cubana (2001). Añorado encuentro. Poemas cubanos sobre boleros y canciones (2001). Este amor en que me abraso. Décimas de José Martí (2003). De tu reino la ventura. Décimas a las madres (2003). Que caí bajo la noche. Panorama de la décima erótica cubana (2004). La lectura, ese resplandor (antología de textos sobre literatura y lectura, (Ecuador, 2009). Esta cárcel de aire puro. Panorama de la décima cubana en el siglo XX (en coautoría con Mayra Hernández Menéndez; Editora Abril, en 2 volúmenes: 2009 y 2010).
LIBROS ÍNÉDITOS:
Libro de Rodrigo Damián (poesía para niños).
EN MIAMI:
Desde su arribo a Miami en julio de 2011, ha tenido una amplia participación en la vida cultural y en numerosos eventos, como los siguientes:
2011
-El teatrista y creador de la web teatroenmiami.com Ernesto García lo invita a colaborar con esta página (premiada por Google) y le ofrece una columna.
-Integra el jurado de la primera edición del Festival de Teatro de Pequeño Formato, de la Compañía ArtSpoken, dirigida por Yoshvani Medina.
-Conforma el equipo de colaboradores del anual Festival del Monólogo Latinoamericano, de la Compañía Havanafama, dirigida por Juan Roca.
-Es invitado a colaborar con la revista digital Palabra Abierta, por su fundador: el narrador, poeta y ensayista cubano Manuel Gayol Mecías.
2012
-Merece el Tercer Premio de Poesía del X Concurso Internacional “Lincoln-Martí”.
-Invitado por el destacado teatrista Matías Montes Huidobro, lee su ponencia «Nostalgia y crítica en la dramaturgia de Cristina Rebull», en el Congreso Internacional «Celebrando a Virgilio Piñera», celebrado del 12 al 15 de enero en la Universidad de Miami.
-Es invitado a colaborar en el blog Gaspar. El Lugareño, por su creador Joaquín Estrada Montalván.
2013
-Invitado por la Presidencia del Gremio Artístico Latinoamericano. GALA (integrada por la teatrista boricua Maddy Rivera y el escritor cubanoamericano Antonio Armenteros) integra la nueva agrupación.
-A petición de la Presidencia de GALA, funge como Jurado del Concurso Internacional de Poesía «Facundo Cabrales».

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