Diseño de la portada: Arcadio Ruiz-Castellano
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Oscuro total, publicada originalmente en Ollantay Theater Magazine en 1997, reaparece ahora en una nueva edición publicada por Plaza Editorial acompañada de dos ensayos medulares de los profesores Jorge Febles y Phyllis Zatlin, y mi propio manifiesto sobre la crueldad como principio determinante de la conducta. Esta obra tuvo su estreno mundial por Trigolabrado en el Miami International Theater Festival en el año 2000, dirigida por Jorge Trigoura, con un reparto formado por el propio Trigoura, Frank Quintana, Humberto Rosenfeld y Leanne Labrada, y tuvo una muy favorable recepción crítica. Inspirada en “el caso Menéndez”, de gran resonancia a principios de los años noventa, me aparté de los datos más estrictos del asesinato cometido por Lyle y Erik Menéndez, para darle una dimensión metateatral. En la misma propongo una implacable zambullida en la crueldad y la violencia, en la cual el matricidio, el parricidio, el filicidio y el incesto, conviven con el abuso de poder, y configuran una muestra radical de la crueldad, ahondando en el análisis de la culpa, el crimen y el castigo. De esta línea han sido muchas de mis obras (Los acosados, Gas en los poros, La Madre y la Guillotina, La sal de los muertos) escritas en Cuba, todas exitosamente llevadas a escena. Oscuro total creo que va más allá de los límites de la crueldad para formar parte de un teatro noir postmoderno donde la metateatralidad, el cine negro, el pulp fiction y el realismo más despiadado, se entrecruzan para acrecentar el impacto de una realidad que es el pan nuestro de cada día.
Varias razones me han llevado a la reedición de Oscuro total, que planeaba desde hace tiempo y que pronto estará a la venta a través de Amazon, pero lo cierto es, que cuando ya venía trabajando en la publicación de esta edición, alguien me felicitó por el próximo montaje de Oscuro total en Los Angeles, una subsiguiente puesta en escena en Chicago y una gira internacional de la misma, incluyendo Miami. Me quedé con la boca abierta, porque nadie se había comunicado conmigo pidiéndome los derechos de autor, por lo cual hice una búsqueda digital, encontrándome que, efectivamente, se llevaría a escena los días 6,7,8,13,14,15 de diciembre del 2013 en el teatro Los Pinos, bajo la dirección y con la actuación de un conocido actor mexicano de la televisión, Fernando Colunga, del cual yo no tenía la menor idea, pero que aparentemente era muy aplaudido como galán de telenovelas. En la página de la internet, www.colungateam.com se desarrollaba un largo intercambio electrónico y propagandístico respecto al próximo estreno, dando lugar a una extensa correspondencia electrónica entre sus fans, en torno al “estreno”. Como desconocían la obra, iniciaron una “búsqueda” de los orígenes de la propuesta de Colunga, en medio del cual apareció una referencia en torno a mi persona como autor, indicándose que el estreno había tenido lugar en el Festival Internacional de Miami del año 2000, y que por consiguiente se sabía de la pre-existencia de una obra con el mismo título, lo cual se subsanó ulteriormente pasando a llamarse Obscuro total.
Es más, un buen número de páginas se dedicaba al “caso Menéndez” y a la peripecia jurídica que tuvo amplia divulgación para los televidentes. Exactamente se decía en www.colungateam.com, cosas como estas: “Hola todas, que cumpliendo con la tarea de buscar información, me adentré en la internet y en respuesta a Oscuro total sólo encontré la obra que he comentado, que evidentemente no se ajusta para nada con lo comentado por Fernando, lo que sucede es que “me parece bastante extraña la coincidencia, por aquello de los derechos de autor” y “ahí la intriga, ¿adaptación de qué obra?” “Cierto, Ana, no lo había pensado, muy perspicaz, lo que sigo sin entender claro es si está basada en alguna obra anterior o es original”. “Holaa, creo que las confundidas somos varias!!!” No menos sorprendido y confundido me quedaba yo, porque, ¿acaso existía en la dramaturgia de habla hispana alguna pieza dramática que se llamara Oscuro total? No lo creo, y mucho menos, una pieza vinculada a “el caso Menéndez”, como aparecía indicado en la mencionada página.
El hecho mismo de que no se especificara quién era el autor de la obra, ni que Colunga, que yo sepa, aclarara el supuesto malentendido; que inclusive de “oscuro total” pasara a llamarse “obscuro total” a la mexicana; la coincidencia de que el tema sea “las apariencias engañan” o “las cosas no son como parecen” (clave de mi Oscuro total y de mi producción dramática en general), y que el supuesto villano de la obra siguiera haciendo el papel de bueno, acrecentaban las interrogantes. En todo caso, lo cierto es que no puedo poner el dedo en la llaga, y como no conozco el “obscuro” de Los Pinos, más allá del título, no sé si todo parecido con autor vivo o muerto no es más que pura coincidencia, pero mi Oscuro total, sea como sea, antecede a todos los oscuros y eufemísticos oscuros (y obscuros) habidos y por haber, y por si hay dudas, mi Oscuro total, el original, vuelve otra vez en una edición de Plaza Editorial. Si del teatro griego al año 2000 no apareció ningún Oscuro total en ninguna parte del mundo, vaya coincidencia que catorce años después de mi Oscuro total, apareciera otro entre candilejas.
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UNA ESCENA DE “OSCURO TOTAL” DE MATÍAS MONTES HUIDOBRO
La memoria del crimen
Oscar abraza paternalmente a Tony. Muy unidos, como dos niños amedrentados, se van enroscando gradualmente, rodando al pie de la escalera y hacia el centro del escenario, adoptando una posición fetal, uniéndose y desuniéndose rítmicamente.
OSCAR: Vamos, Tony, ven, cálmate, ya se acabó.
TONY: Papá era un carnicero.
OSCAR: Era capaz de todo. Es por eso que le tenías miedo.
TONY: Me puso el cuchillo aquí, en la garganta. Me dijo… que no podía decir ni pío… y que si decía algo… me iba a cortar… todo lo que tenía.
OSCAR: Era… como si lo supiera ya, que lo íbamos a matar. Como si hubiera consultado un oráculo antes que nosotros naciéramos… ¡Que no nazca ese hijo maricón…! ¡Que no nazca ese degenerado…! Se lo gritaba a mamá… Cuando no podías oírlo todavía…
TONY: ¿Estás seguro que dijo eso…?
OSCAR: Lo recuerdo todo. El médico. La enfermera. Y tú después, todo amoratado, que eras un feto, como si tú tampoco quisieras nacer. Por poco te matan.
TONY: Mamá me odió siempre. Mamá hacía contracciones para no dejarme salir. Quería matarme allí mismo. Papá le daba órdenes: “Mátalo. No lo dejes salir”. Ella hacía lo que podía. Sentía la presión, en contra, para ahogarme. Eso lo podremos declarar. Será razón suficiente para salir absueltos. Es eso que llaman el derecho de nacer. Teníamos derecho a vivir.
OSCAR: Claro. Oye esto. Después que me engendraron, papá me quería matar. Por eso se acostaba con mamá y ella tenía unos orgasmos bárbaros. Para ver si el orgasmo de mamá acababa por estrangularme. Imagínate. Todas las noches. Todos los días. Para eso, para ver si abortaba. Pero ella decía que yo la excitaba. Era como una película pornográfica vista desde adentro. ¿Entiendes?
TONY: ¡Qué bárbaro!
OSCAR: Después ella se emborrachaba. Pero no abortó.
TONY: Yo no recuerdo nada. Es mentira. Todo lo que has dicho han sido mentiras.
OSCAR: Es por eso que eres un sietemesino.
TONY: (Poniéndose de pie). ¿De veras? (Riéndose). Eres un cuentista, Oscar. Estamos locos, locos de remate. Fundidos. Locos de atar. (Burlón). ¿Así que tú dices que eres el cuerdo?
OSCAR: (De pie). Esto que te digo es cierto. No te rías.
TONY: Tostado. Fundido.
OSCAR: Era como verlo todo por el ojo de la cerradura, pero yo estaba dentro y eso lo veía mejor.
TONY: ¡Un vouyer, como dicen los franceses! No en balde papá sospechaba de ti y decía que sabías más que la bibijagua!
OSCAR: Es una película, Tony. La tuya y la mía. Es mejor verla toda para saber la verdad.
TONY: (Con violencia, cambiando de actitud) Corta, Oscar, no sigas.
OSCAR: (Tocándose los testículos). La memora la tengo aquí, recordando cómo nos hicieron,
TONY: Sí, es la memoria. La memoria está en todas partes. Acaba con la memoria. Arráncamela de raíz.
OSCAR: Voy a exterminarla. La voy a matar.
Oscar busca una de las pistolas y con ella en la mano “persigue a la memoria”.
OSCAR: (Enloquecido). ¿Dónde está? ¿Dónde se ha metido?
TONY: Sube las escaleras.
OSCAR: ¿Sale a la terraza?
TONY: Se mete en el closet.
OSCAR: ¿Huye por el tejado?
TONY: Toca a la puerta.
OSCAR: ¿Llama por teléfono?
TONY: Se sienta en el sofá.
OSCAR: ¿Se mira al espejo?
TONY: Nos sigue.
OSCAR: Nos persigue.
TONY: Nos jode. Son unas ratas, hay que acabar con ellos. Termina de una vez. (Apuntado a la cabeza). La memoria está aquí.
Tony cae de rodillas, proscenio, centro; Oscar lo acorrala, colocándole la pistola en la sien. Clímax. Como si fuera una ejecución.
TONY: ¡Mátala, Oscar! ¡No me deja vivir!
OSCAR: (Llevándole la pistola a la cien). ¡Atención! ¡Apunten! ¡Fuego!
Tony se lanza sobre Oscar. Forcejean. Se dispara la pistola. Oscar y Tony ruedan por el piso.
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