Wednesday, April 23, 2014

Viejas estampas. Otra foto de Avellaneda en los años veinte (por Carlos A. Peón-Casas)



Se trata esta vez de una foto que destila muy bien el ineludible hálito histórico de la comarca camagüyanensis. El anónimo retratista, colocó su cámara en alto, a la altura de la intersección de Avellaneda con San Fernando, donde hoy se ubica el Hotel América, y que antes fue, en los tiempos coloniales y según le consta a este cronista por haberlo visto en otra foto, un edificio de dos plantas que debió seguir persistiendo en tal momento. 

Desde esa atalaya, capta para su toma fotográfica, un suceso singular: una parada o desfile de autos de época, coches y jinetes, convocados a todas luces por las coordenadas de la política “cómica” de entonces, a saber: un mitin electorero, o algún acto conmemorativo afín. 

Por los detalles de los autos, en su mayoría los muy populares Ford modelo T, y algún que otro modelo A, de la misma firma automotriz, sumando además el look de las féminas presentes, la foto puede enmarcarse en los siempre famosos “roaring twenties”, con la consabida y trepidante marca de ese período de vacas gordas, y con suficiente antelación al fatídico año 1929 y el famoso crack financiero que asoló al mundo y también a la Isla.

Según se nota en la instantánea, el sitio de la foto es punto de partida para la afanosa troupe allí convocada a bordo de autos y carruajes, y que con toda seguridad, remontarían la calle Avellaneda de norte a sur, y en sentido contrario al sentido del tráfico actual, tal y como debió suceder en los añejos San Juanes de la principeña localidad, cuando se producían los famosos “paseos”, primero en quitrines y volantas, y luego en autos y otros vehículos afines, engalanados para tal ocasión.

El ambiente de la foto es sugerente, hay vecinos que se asoman, y curiosos a lo largo de las aceras, también hay muchos agentes del orden con sus uniformes respectivos, y la multitud colma los confines no lejanos de la calle a la altura de la línea del ferrocarril y la plazuela del Hotel Plaza, que sobresale entre los edificios del fondo.

Otro testimonio, sin dudas revelador de la ciudad, matizada por los afanes de su agitada vida social y política de entonces, con la consiguiente movilización de las clases vivas, y el jolgorio y la bullanga añadidos que siempre el buen cubano de a pie, ha sabido ponerle a cualquier sea el acto más o menos serio o formal de uno u otro signo urbano en esta ínsula nuestra.

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