Saludos Iván,
Nada me analtece más que ver lo que estoy seguro fue tu sueño postrero materializado: se exhibe hoy en la patria ultrajada tu clásica creación, El Super.
Recuerdo tan vívidamente como me sentí, en calidad de jovenzuelo, cuando vi por primera vez tu cinta. Había en mí asombro, orgullo, pero sobre todo total identificación con el guión que planteaba nuestra verdad cubana en el exilio, que hoy llaman "histórico".
A través de las décadas vi El Super muchas veces. Aunque cambiado por los años, más firme en mis convicciones, tal vez un poquito menos emocional, debo admitir que tu obra siempre logró cautivarme.
Cuando nadie parecía atreverse a llevar a la visualización nuestro íntimo y sui generis tema cubano, tu lo hiciste, captando magistralmente las incertidumbres del destierro. Y habías logrado, tal vez sin tu saberlo en aquel entonces, transcender para la posteridad los elementos políticos que han impedido que podamos recobrar la patria.
Genial me parece el comentario:
"La cultura cubana es también una gran y complejísima familia de ramas desgajadas hacia inusitados confines donde urgen los abrazos, los reencuentros."
Porque ahora, que casi todas las ramas han sido desgajadas y son otras las generaciones despolitizadas y definitivamente desinformadas en las que debemos contar para cualquier tipo de restauración, pero que sueñan, aman y extrañan como hicimos todos los del exilio histórico, solo un trabajo como el tuyo podría penetrar la conciencia del cubano.
Lamentablemente, la hora de los ambiciosos y desunidos proyectos militantes ha pasado. Es tiempo de acometer nuestra defensa de la patria, empleando los métodos que puedan hacer diana en la desorientada infraestructura moral y emocional de los jóvenes que solo pueden conocer nuestras experiencias a través de los testimonios que les vamos dejando.
El tuyo es un arquetipo; una llave mágica que podría reabrir la puertas que se fueron cerrando a lo largo de tantas años de reprogramación social.
Enhorabuena estimado amigo,
Luis Brizuela.
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Nota del blog: Este texto se publica por cortesía de Iván Acosta.
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