¿Cómo ha pasado la Iglesia cubana de la opresión a convertirse en una institución en la que se confía para la mediación?
Los norteamericanos y los extranjeros que han viajado a Cuba siempre se han dirigido a la Iglesia. Por eso este senador se dirigió a mí para que enviara la carta, porque saben siempre que nuestra actitud ha sido la de favorecer un diálogo con el Estado cubano, la de encontrar caminos para mejorar la situación de nuestro pueblo. Es una constante de todos estos años en los que que la Iglesia ha sufrido a veces ataques. Frente al problema de tantos prisioneros políticos, el presidente Raúl Castro nos dijo: “Quiero que la Iglesia intervenga en todo esto”. Quedaban al principio de su gobierno 53 prisioneros de la llamada Primavera Negra. Él tuvo la voluntad de suprimir aquello.
¿Queda algún preso político?
No. Hace tiempo que no quedan. Hace poco que salieron unos cuantos, pero de esos que habían creado problemas y estuvieron en la cárcel durante dos, tres o seis meses. En aquella otra operación salieron presos que llevaban 16 ó 17 años.
Dos meses después del anuncio de acercamiento entre Washington y La Habana, ¿se siente el cambio entre la gente?
Es aún muy pronto, no puede notarse más allá de la gran alegría. Sí se ha notado, por ejemplo, en el desfile de secretarios de Estado o ministros de distintos países. Ha habido visitas de senadores americanos de los dos partidos, buscando posibles inversiones. Esas noticias aparecen en los medios y la gente se da cuenta de que está viviendo un momento histórico después de 60 años. No obstante, la gente más sencilla quiere pensar que va a haber productos más baratos en las tiendas. Y no es así.
¿Cuánto puede durar esta fase hasta que se normalicen las relaciones entre los dos países?
Durará unos meses, el tiempo natural de estos procesos. Esto sucede porque ha habido unos cambios en el orden económico y social desde el principio del gobierno de Raúl Castro. Al principio fueron acogidos con mucho escepticismo, que se fue venciendo hasta haber hoy medio millón de trabajadores por cuenta propia. La gente se fue convenciendo de que había un proceso. Nadie piensa, por ejemplo, que pueda haber un mercado de productos agrícolas estatal. Estamos en un proceso en el que las marchas atrás serían imposibles.
¿Muestra el papel jugado en el acercamiento entre Estados Unidos y Cuba que la Iglesia tiene una de las mejores diplomacias del mundo, como dice el tópico?
No se pensaba que la Iglesia iba a tener nunca más aquellos roles que tuvo en el pasado respecto a la alta diplomacia entre estados. Y ahora resulta que el Papa ha podido incidir nada menos que sobre Estados Unidos, la gran nación, en su conflicto con Cuba, que influye en su relación con América Latina. Poco después de Obama llegó a Roma su secretario de Estado, John Kerry, para decir que querían cerrar la base de Guantánamo y pidiendo a la Iglesia que buscara países que quisieran admitir a esos prisioneros. El Papa, en su discurso al cuerpo diplomático, puso de ejemplo el arreglo entre Cuba y Estados Unidos como un camino para otros pueblos. Y anunció que varios países habían respondido a la petición sobre Guantánamo. Está jugando un rol internacional de alto nivel, una diplomacia del servicio, de la discreción, del silencio, sin grandes bombos ni platillos. Hay momentos de esta historia en que yo, que he podido ser testigo desde muy dentro de ella, he dicho que no hay en el mundo actual otra persona con la autoridad moral del papa Francisco. Yo le dije al Papa en octubre: “Santidad, la Iglesia va a quedar muy bien ante el mundo después de esta gestión”. Y él me respondió: “Gloria sea dada a Dios”.(Ver entrevista completa en Vida Nueva)
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