Monday, April 20, 2015

Gertrudis Gómez de Avellaneda: Entre los lauros y las displicencias (por Antonio J. Aiello)



A dos siglos de su nacimiento, Gertrudis Gómez de Avellaneda (Puerto Príncipe, Cuba 1814 - Madrid, España 1873) prosigue sosteniéndose tristemente en un ámbito controversial. Su fama y su talento no han podido negársele desde que dio a la publicidad su excelente obra lírica, dramática, narrativa y ensayística, pero ese reconocimiento le ha llegado siempre tristemente acotado junto al esplendor, aunque la fuerza de su legado literario se ha impuesto por sí sola en estos dos siglos. Nadie pudo obviar su talento, su inspiración, su buen gusto, su elegancia, ni la pureza de forma de sus composiciones que, cargadas del pathos del romanticismo y atrevidas transformaciones formales, velaban por la forma académica del neoclasicismo, del cual provenía su desmesurado afán de corrección(1) y maestría; sin embargo tanto talento y fama despertaron envidias, temores a la sombra de su genio literario, a elucubrar historias retorcidas sobre su vida íntima de mujer, aún cuando se divulgaron sus confesiones a Cepeda(2) por su esposa, y hasta el especular de su patriotismo y ciudadanía. Un balance de las principales aristas en que la recepción y valoración de su figura ha estado enfocada, desde la perspectiva actual, nos permiten develar en ese sentido cómo su personalidad y su obra han medrado entre los lauros y las displicencias.

Desde su llegada a Sevilla entre 1837 y 1838, atrae el reconocimiento de escritores, críticos, académicos e instituciones que pronto le dan acogida en los Liceos de Sevilla, Málaga y Granada, y ya en Madrid después de 1840 su fama alcanza un insólito apogeo con la publicación de su Poesías (1841) y el estreno de su obra dramática Munio Alfonso (1844). Además, el liceo de Madrid la recibe como socia de Literatura. En ese entorno se rodea de grandes escritores neoclásicos y románticos como Lista (1775-1848), Gallego (1777-1853), Quintana (1772-1857), el Duque de Frías (1783-1851), Bretón (1796-1873), Hartzembusch (1806-1880), Espronceda (1808-1842), Pastor (1811-1863) y Zorrilla (1817-1893). Dentro de este representativo grupo no faltaron tampoco las pocas voces femeninas del momento como las de Cecilia Bölh de Faber (1796-1877), Concepción Arenal (1820-1893), Carolina Coronado (1820-1911) y Rosalía de Castro (1837-1885). En ese universo, como señala María Luz Morales en su Libro de oro de la poesía en lengua castellana, fue "desaforadamente elogiada por los críticos de su época" (12).

Una prolífica labor literaria, lírica, dramática y narrativa, así como la valoración de los críticos, académicos e instituciones del momento así lo atestiguan. Teodoro Guerrero en su nota necrológica “Gertrudis Gómez de Avellaneda” recoge una serie de epítetos y valoraciones encomiásticas que en vida le dedicaron personalidades de la época:

…eminente poeta a quien Mr. Durien llamó la Melpómene castellana, era el privilegiado ingenio, según Gallego, <>; era la escritora laureada que había debido tantos elogios al académico francés Mr. Joly, que tradujo algunas escenas del Baltasar; era la que había merecido de otra dama, ilustración del siglo, de Carolina Coronado, las siguientes frases: <>; era la célebre contemporánea a quien la gran autoridad de Mr. Villemain, en su introducción de las Obras de Píndaro, había llamado la heredera de la lira de Fray Luis de León; era en una palabra, la autora de Saúl, de Baltasar y de Catilina. (3)
Tal fue su notoriedad en esos años que un mes después de la jura de Isabel II en el Liceo Artístico y Literario de Madrid, durante la celebración con motivo de la declaración de la mayoría de edad de la reina, Gertrudis Gómez de Avellaneda brilló hasta ser llamada por los románticos de la época como “la otra reina” (Lorenzo, Preludio V)(3).

Sin embargo algunos críticos han querido restarle importancia a estos triunfos, estimando que esa notoriedad se debió a implicaciones políticas que la beneficiaron, tal es el caso de Manuel Lorenzo Abdala, quien en un notorio esfuerzo por revivir la obra de GGA trata de justificar el vertiginoso ascenso de la principeña en la sociedad madrileña de su tiempo, señalando que “Detrás de todas aquellas noticias que los periódicos se empecinaban en publicar estaba la mano oculta del capitán general de Madrid, Ramón María de Narváez” (Preludio VI), el cual había recibido órdenes de La Casa Real - principalmente de Isabel II - para enaltecer la figura de la joven GGA y “demostrar a los mil y un detractores, carlistas y de otras tendencias políticas, que el bello sexo podía sobresalir, gobernar y hasta reinar, igual que hacían los hombres” (Preludio VI), pues “El genio y talento, que la criolla desbordaba por los cuatro costados, no eran lo suficiente para alcanzar la cúspide de la fama en un mundo gobernado por hombres, aunque reinara una mujer” (Preludio VI). Otros van más allá de esta opinión y aún recientemente establecen la sospecha de que Narváez sostuvo amores con La Avellaneda(4) después de que esta tuvo su fracasada relación con Gabriel García Tassara y a sostener que sus cartas a Cepeda fueron solo una estrategia para desviar la atención de su relación con Cepeda, lo que no se documenta en ninguna parte, ni remotamente es una presuposición en las abiertas confesiones de su autobiografía epistolar a Cepeda, pero si nos parece una elucubración infundamentada y retorcida(5).

Sea cierto o no este apoyo, inconsciente para La Avellaneda, su triunfo no hubiera sido posible sin su genio como escritora, el cual le permitió crear una obra universal que aún no ha perdido su interés, citemos los casos de una parte de su poesía lírica(6), la mayor parte de su narrativa(7), algunas obras dramáticas como Errores del corazón (1852) y La hija de las flores o todos están locos (1852), y su epistolario amatorio a Ignacio de Cepeda (1816-1906) devenido en novela epistolar, según Emil Volek(8), al contrario del interés de la obra de sus contemporáneos, que salvo contadas excepciones, la mayor parte solo son leídas en un curso de literatura(9). Del mismo modo, cuando se habla del triunfo de la puesta en escena de Munio Alfonso (1844), se trata de restarle importancia a la obra dramática, dándole primacía al espectáculo teatral e ignorando las posibilidades del texto dramático que propulsaron ese espectáculo. Con menos interés para hoy, dado su tema histórico(10), aunque el gusto por el pasado es de interés hoy en día con la neonovela histórica posmoderna.

Su biógrafo y amigo don Nicomedes Pastor Díaz (1811-1863)(11) ofrece un testimonio de ese entorno lleno de disquisiciones que rodearon a La Avellaneda durante su vida en la biografía que encabeza la última compilación realizada por la autora de sus escritos en sus últimos días (1869-1871), dedicados con ternura y pasión a cerrar su excelsa obra literaria:
A pesar de las prevenciones que reinan en la sociedad contra la mujer escritora, Tula, dominó todos los recelos y acalló todas las antipatías con la superioridad reconocida de un inmenso talento, con el poder de una inspiración vigorosa y viril, con el clasicismo, buen gusto y elegancia de una forma siempre pura y correcta, de un lenguaje cuyo fácil manejo y singular maestría contrastaban ciertamente en una mujer con los descuidos o extravíos que se permitían, o de que no sabían prescindir, muchos hombres. (Obras T.1 XXIX)
Tal vez uno de los estigmas sobre su personalidad y talento de escritora se expandieron a partir de la anécdota contada por José Zorrilla (1817-1893) en su colección de artículos Recuerdo de los Tiempos Viejos en la que hacía una excelente descripción de Gertrudis Gómez de Avellaneda, quizás la mejor que se haya hecho de la escritora destacando su belleza y femineidad, pero estigmando su figura al considerarla que “era una mujer; pero lo era sin duda por un error de la naturaleza, que había metido por distracción un alma de hombre en aquella envoltura de carne femenina” (1052). Luego en esa dirección se sucedieron numerosos juicios en los que reincidió su biógrafo Nicomedes Pastor Díaz, quien calificó la fuente de su numen “con el poder de una inspiración vigorosa y viril”. Juan Nicasio Gallego, que fue uno de sus mentores literarios, en el prólogo a su primer libro de poesías, dice: «Todo en sus cantos es nervioso y varonil: así cuesta trabajo persuadirse de que no son obra de un escritor del otro sexo» (Poesías de la Señorita Doña Gertrudis Gómez de Avellaneda, Madrid, 1841, p. IX). Y se hizo famosa la exclamación de Bretón de los Herreros al oír la lectura de unos poemas de la escritora: «Es mucho hombre esta mujer»(12) el cual fue repetido por representativas figuras de las letras, entre las que está la de José Martí, quien aunque reconoció su grandeza calificó su talento como el de un hombre(13) e ignoró que más representan la nacionalidad y la cultura de un país una pléyade de poetas con su visión complementaria de esa realidad, que una sola que dé una fracción de ella(14).

Enrique Piñeyro(15) es quien más temprano discute esa injusticia, defendiendo que no se le llamó poetisa, por la ausencia de ternura y melancolía que es muy sutil en su poesía lo que constituye una “paradoja que nada expresa ni puede significar gran cosa” (147). Además resalta que Gertrudis “Fue mujer, muy mujer en todos sus escritos, como en sus cartas privadas, como en su vida entera; mujer del tipo y carácter de que tantas otras ha debido haber: altiva, orgullosa, de corazón entero, que no se dejaba dominar y difícilmente cedía a sus sentimientos dulces y apacibles” (147).

Tantos lauros tampoco fueron suficientes para lograr la aprobación de su solicitud de ingreso a la Real Academia Española en 1853. Se le había reconocido de sobra su talento, brillaba con una sólida reputación como literata; pero la Academia no contemplaba plazas para mujeres. Ella fue la primera mujer a la que la Academia dijo no, luego le siguieron Emilia Pardo Bazán y María Moliner hasta que en 1979 se le dio entrada a Carmen Conde; en 1984, a Elena Quiroga y en 1998, a Ana María Matute. Sin embargo, ningunos de los académicos de aquel momento han trascendido en vigencia y fama a La Avellaneda. Sus figuras quedan como hitos de lo que fue la literatura de su época, generalmente sus obras han perdido la frescura que las haría interesantes a los lectores de hoy, salvando a los estudiosos y académicos.

Su gloria había traspasado las fronteras de la península ibérica extendiéndose principalmente a Francia y a América, pero al lado de esa gloria iban acompañados los reparos. En su Cuba adorada, donde siguió publicando en periódicos y revistas y fundó la revista quincenal: Álbum Cubano de lo Bueno y lo Bello(16), las mayores personalidades literarias del momento se aprestaron a recibirla y homenajearla. En La Habana, José Ramón Betancourt (1823-1890), director del Liceo de La Habana, organizó el principal homenaje donde Luisa Pérez de Zambrana le ciñó una corona de Laureles. Asimismo en su Puerto Príncipe nativo el presidente de la Sociedad filarmónica, Salvador Cisneros Betancourt, marqués de Santa Lucía, organizó un homenaje en el que intervinieron numerosos artistas, entre ellos Amalia Simoni (1842-1918). Lo significativo del hecho es que todos eran independentistas y más tarde se vieron involucrados en las luchas libertadoras. Salvador Cisneros Betancourt llegó a ser Presidente de la República en armas y Amalia Simoni, la esposa de Ignacio Agramonte, el organizador de aquella gesta en la provincia de Camagüey. Ninguno tuvo reparos en homenajear ni reconocer la grandeza literaria de Tula, como le llamaban sus familiares y amigos. Sin embargo la crítica posterior ha especulado sobre el consenso de ese homenaje, sobre su cubanía y su patriotismo. Citemos el caso de Ana dolores García que en su artículo “Gertrudis Gómez de Avellaneda” conjetura refiriéndose a los homenajes brindados a La Avellaneda que “La recibieron, algunos con entusiasmo, otros con recelo”. ¿Existe alguna fuente que pueda justificar esta valoración? Por supuesto que no, son solo los estigmas que tratan de dejar para la posteridad los que se acercan a su figura, sin valorar a la mujer y la escritora que es, orgullo de España, Cuba, Hispanoamérica y de la Literatura Universal.

En ese sentido también ha avanzado el tratar de negársele su cubanía y patriotismo, dos conceptos que se rozan, pero que no hay que alinearlos, lo que es una tendencia insertada por el régimen cubano en la cultura cubana actual, que parte del totalitarismo reinante en Cuba con el fin de justificar su absolutismo. Pero, aunque la idea ha cobrado fuerzas en algunos círculos desde fines del siglo pasado, la idea tiene su origen en la exclusión que se hizo de La Avellaneda para figurar con sus composiciones en el libro La Lira Cubana por el Areópago literario de La Habana, ya fuera por envidia entre los escritores del patio que conocían de su fama o por sentirla como extraña después de 25 años fuera de la Isla; así como a un artículo publicado en La Habana en el periódico El Siglo, en la cual la excluyen entre los poetas cubanos por “no ser cubana sino madrileña” (Mujica). No obstante la queja de La Avellaneda se hizo sentir en una carta del 3 de enero de 1868 a ese diario y al Fanal de Camagüey, que demuestra lo al tanto que ella estaba de los acontecimientos en la Isla, recalcando: “Amo con toda mi alma la hermosa patria que me dio el cielo… Tales acusaciones, señor director de El Siglo, solo debían hacer reír a quien como yo ha hecho gala en muchas de sus composiciones de tener por patria la de Heredia, Palma, Milanés, Plácido, Mendive, Agüero, Zenea, Zambrana, Luisa Pérez… y tantos otros verdaderos poetas, con cuya fraternidad me honro” (Mujica).

Si bien el dilema de la cubanía de GGA quedó esclarecido sabiamente por el periodista Antonio Martínez Bello (1910-19--) a finales de la primera mitad del siglo XX(17), ya desde finales del siglo XIX se habían levantado voces defendiéndosela. El propio J. Martí, quien simplemente repitió lo que se decía sobre su talento viril, en 1891 llamó “hispanófobos y literatos de enaguas” (Obras VI 98) a aquellos que querían negarle la gloria de su Patria como cubana, pero las displicencias en este sentido siguieron y nuevas voces del siglo XX se levantaron para reivindicar tal verdad, entre ellas las de Mariano de Aramburo y Machado (1872-1941), Dulce María Loynaz (1992-1997), Salvador Bueno y Cira Romero entre otras muchas más contemporáneas.

Paralelo a este regateo de su nacionalidad ha avanzado el de su patriotismo, concepto que no parece claro en la actualidad y al que aparentemente se le quiere sumar otros significados como el de militante de un movimiento, revolución o partido. Realmente “patriotismo”, según el Diccionario de la RAE, alude a “Amor a la patria” y “Sentimiento y conducta propios del patriota”. ¿Quién puede dudar de ello después de haber leído su obra literaria y constatar los hechos de su vida? Exigirle ahora a doscientos años de su natalicio su afiliación a la Revolución de 1868 a cuatro años y tres meses y veintiún días de su muerte, cuando estaba retirada de la vida social y entregada a una vida espiritual intensa, enferma y casi ciega, resulta disparatado y necio. No tienen justificación los intelectos que se dedican a crear sospechas y a afirmar incongruencias. No olvidemos las palabras de José Ortega y Gasset en Meditaciones del Quijote: “Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo” (Obras I 332). Gertrudis Gómez de Avellaneda no necesita ser salvada, ella misma lo hizo en vida creando una obra paradigmática del primer romanticismo hispano, sea español o cubano o hispanoamericano o universal, pues cuando se hable del romanticismo en cualquiera de esas literaturas no se podrá soslayar su obra, también se salvó como mujer con su firme, decidida y apasionada vida femenina romántica, que desde la publicación de su Autobiografía y cartas de la ilustre poetisa, en 1907, nada deliberado por ella, su figura de autora trascendió a la de personaje de una novela epistolar, granjeándose la inmortalidad que ya estaba asegurada con su obra.

Esta es la talla de la excelsa Gertrudis Gómez de Avellaneda, la querida Tula para sus familiares, amigos y los que más allá de su época la reconocemos en las aristas de su universo, sin quererle apostar nada de lo que no tuvo ni hizo falta para lograr su grandeza e inmortalidad. Aún en su plena juventud a los 37 años, en la segunda edición de sus poesías(18), su amigo y sacerdote académico Nicomedes Pastor Díaz vislumbró esa inmortalidad profetizando: “su decadencia y su muerte… no han aparecido todavía; esas no se presentan nunca en la vida de aquellos talentos que desaparecen en el cielo, como Elías en su carro: la decadencia y la muerte pertenecen a la vida física y mortal; y la severidad de la crítica arranca siempre, de las flores queridas de su edén literario, aquellas lacias y amarillentas hojas que nacen al fin del otoño para anunciar la hora de retirar la maceta espléndida al invernáculo de la gloria.” (Obras Literarias XVII). Este Bicentenario de su natalicio así lo ha demostrado, destapando la caja de Pandora repleta de los lauros y las displicencias que la han rodeado.


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Citas y Notas

  1. Téngase en cuenta que su poesía lírica fue retocada y pulida para cada edición que hizo GGA de ellas (las de 1841, 1850 y 1869-1971). Además, para esa última edición de 1869-1871, revisó todas sus obras, desechando por ese afán de pureza algunas de gran valor que luego fueron incluidas en la edición de sus Obras Completas de 1914, entre ellas: los dramas Egilona y El donativo del diablo; las novelas Sab, Guatimozín y Dos mujeres; su relato Mi última excursión a los Pirineos y su Epistolario amatorio con Ignacio de Cepeda y Zúñiga al que fue inútil negarle cabida en esa edición, pues la voluntad de la escritora de mantenerlo en secreto había sido violada por la esposa de Ignacio, publicándolo en Huelva el año de 1907 . (Ver OC., edición de 1914, T. I, P.V.).
  2. A la muerte de Cepeda (1906), su viuda María de Córdova y Govantes sufraga la edición de este epistolario que su esposo había conservado por casi sesenta años fiel al pedido de GGA de que “nadie más que usted en el mundo tenga noticia de que ha existido.” (Gómez, Diario 19). Sin embargo esta petición le fue negada y su mundo intimo revelado a la publicidad.
  3. “El periódico El Laberinto en su edición del 16 de enero de 1844 da testimonio gráfico de dicho acto, celebrado el 23 de diciembre de 1843. De la misma manera el famoso crítico literario artículos publicados en 1911 analiza en profundidad todo lo acontecido durante aquellos días” (Lorenzo, Preludio VI). Consultar la serie de estudios presentada por Manuel Lorenzo Abdala “La Divina Tula: Detractores Avellanedianos (II)”).José Augusto Escoto en una serie de artículos publicados en 1911 analiza en profundidad todo lo acontecido durante aquellos días” (Lorenzo, Preludio VI).
  4. Tal es el caso de la prestigiosa crítica española María del Carmen Simón Palmer, quien especula sobre esta relación amorosa de Narváez con La Avellaneda. (Lorenzo, “La Divina Tula: Detractores Avellanedianos (II)”).
  5. Consultar la serie de estudios presentada por Manuel Lorenzo Abdala “La Divina Tula: Detractores Avellanedianos (II)”).
  6. Principalmente la recogida en su edición de 1850 que Anderson Imbert considera la mejor versión de su poesía por su lirismo, algo perdido en la edición de 1969 por su afán estilístico de perfección (246).
  7. Constituida por novelas como Sab (1841), Dos mujeres (1842-1843), La baronesa de Joux (1844), Espatolino (1844), Guatimozín (1846), Dolores (1860), El donativo del diablo (1858), La mano de Dios (1853), y un grupo de leyendas al estilo de las de Bécquer entre las que sobresalen La flor del ángel (1857) y El aura Blanca (1859).
  8. Consultar la introducción del prólogo de Emil Volek a su edición de Cartas de amor. Novela Epistolar. pp. 9-47..
  9. Entre estas excepciones del romanticismo español están Espronceda y a Bécquer; y el grupo de mujeres citadas que han redoblado su interés actual desde la perspectiva feminista de la literatura y son reconocidas por su entrega y dedicada labor a la literatura y defensa de la mujer en un mundo que las asfixiaba.
  10. Alfonso Munio vincula a los antecesores de la autora con la historia de las guerras entre dos antiguos reinos de la península ibérica, Navarra y Castilla, antes enemigos y víctimas de enfrentamientos armados hasta lograr la paz, mediante un acuerdo que determina que la infanta Blanca de Navarra y el príncipe Sancho de Castilla se unan en matrimonio. Pero Blanca no ama realmente a Sancho y este, a su vez, delira de amor por Fronilde, la hija de Munio. El conflicto va creciendo en la medida que Sancho lucha por su amor y Blanca por lograr su matrimonio, lo que concluye con la tragedia de la muerte de Sancho de manos de Munio al creer deshonrada su hija.
  11. Un influyente amigo y admirador de GGA de cuya autoría es la biografía que encabeza sus Obras Literarias. Fue rector de la Universidad de Madrid desde 1847 a 1850 . En 1856 fue nombrado Consejero de Estado. Fue ministro de Estado en 1856 con la Unión Liberal de Leopoldo O'Donnell. Fue elegido miembro de número de la real Academia de Ciencias Morales y Políticas en 1857. Fue nombrado senador del Reino en 1858. Embajador en Cerdeña (1854) y Lisboa (1859-1861). Consejero de Estado y ministro de Gracia y Justicia con O'Donnell durante dos meses en 1863, antes de su muerte.
  12. Véase E. Cotarelo y Mori, La Avellaneda y sus obras, Madrid, 1930, p. 78.
  13. A pesar de su formación krausista que le abre las puertas a la mujer y que está patente en su ideario, abogando por el derecho a la instrucción y el trabajo de ella.
  14. Aludo al paralelo que José Martí escribe entre Gertrudis Gómez de Avellaneda y Luisa Pérez de Zambrana, nada favorecedor para Doña Gertrudis aún cuando la califica de “atrevidamente grande”, en una breve reseña del libro Poetisas americanas, y proponiendo a la Zambrana como la más representativa para la poetisa nacional por sus modos delicados y más afines con el canon patriarcal de fines del siglo XIX. (Ver José Martí, Obras Completas Vol. 13. 1914: 96-99).
  15. Junto a Enrique Piñeyro la crítica más favorable de su obra ha sido ejercida por Menéndez y Pelayo, Aramburo, Cotarelo , Enrique José Varona, Dulce María Loynaz, Salvador Bueno y algunos más, aunque no han sido la mayoría sus seguidores.
  16. El Álbum Cubano lo Bueno y de lo Bello fue una revista quincenal de La Habana, Cuba cuyo primer ejemplar salió a la luz pública el 15 de febrero de 1860. Dejó de publicarse en agosto de 1860.
  17. Consultar al respecto su artículo “La Cubanidad de la Avellaneda” en la revista Carteles del 31 de agosto de 1947.
  18. Ver nota 6.



Obras citadas

Anderson-Imbert, Enrique. Historia de la Literatura Hispanoamericana. México: Fondo de cultura Económica, 1954. Impreso.

Aramburo Machado, Mariano. “Discurso pronunciado en el homenaje popular efectuado en el Malecón de La Habana, el 22 de marzo de 1914, con motivo del Centenario de La Avellaneda”. Obras de La Avellaneda T. I. Imprenta de Aurelio La Habana Miranda, 1914: VII-XIII. Impreso.

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---. La Avellaneda. Autobiografía y cartas de la ilustre poetisa, hasta ahora inéditas, con un prólogo y una necrología por D. Lorenzo Cruz de Fuentes. Huelva: Imprenta de Miguel Mora, 1907. Impreso.
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Dr. Antonio J. Aiello is a faculty at the College of Charleston, SC. He also has taught as visiting assistant professor at Oregon State University, graduate associate teaching in the University of Arizona and New Mexico State University, adjunct faculty at Pima Community College in Tucson, Arizona,assistant professor at University of Kabul, Afghanistan and assistant professor at University of Camaguey, Cuba. He has taught Spanish language as second language in basic, intermediate and upper levels; Spanish and Spanish American Literature, and Hispanic Linguistics since 1977 to students from various countries from America, Europe, Africa and Asia.
His formation began in the Higher Pedagogical Institute “José Marti” in Camaguey, Cuba as a Bachelor in Spanish and Literature. He got his Master in Latin American Studies in the University of Camaguey. Later he took different courses about Semiotic and Theory of Information with the University of Valencia, Spain, and University of Oriente, Cuba. Finally he got his Ph. D. in Spanish at the University of Arizona, with a major in 20th - 21st centuries Spanish American Literature, and two minors in 20th – 21st centuries Spanish Literature, and Hispanic Linguistics.
His researches have been related with the Postmodern Literature, the Spanish and Spanish American Literature, the literature in the cinema, the Hispanic Linguistics and the process of languages acquisition,. Their results have been presented at various international events and at various universities and associations in the United States. He is also author of the book Presencia de la episteme posmoderna en el discurso narrativo hispanoamericano de los umbrales del siglo XXI: Carlos Fuentes Macías, Mario Vargas Llosa y Leonardo Padura Fuentes, and some textbooks for the Spanish as second language teaching. Besides, he has published several articles with the results from his investigations. Furthermore, he has collaborated with publishing house like Arizona Journal of Hispanic Cultural Studies, John Wiley and Sons, Inc.; Hispania a Journal of AATSP; La gota de agua, Philadelphia, PA. and the journal Mexican Studies/Estudios Mexicanos of The University of California Institute for Mexico and the United States, and the Universidad Nacional Autonoma de Mexico’
His current research focuses on postmodern Spanish American Literature about narrators as Zoé Valdés, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa and Leonardo Padura. He expects to fulfill soon some books called Lezama recipe book, The Postmodern Narrative from Zoé Valdés and The postmodern narrative in Cuba. A reality: Leonardo Padura.

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