Asesinaron a mi hijo en las calles camagüeyanas Me es muy difícil escribir.
Todos aquellos padres y madres que lean estas líneas, sitúense en mi lugar. Por un minuto solamente piensen que ha sido un hijo suyo el que ha muerto a puñaladas en la calle a manos de cuatro asesinos que ni siquiera lo conocían, que ni siquiera lo hicieron para robarle o cobrarle cuentas. Piensen que el móvil fue matar, el placer de matar. Sitúense solo por un minuto y luego asimilen lo que han sentido en el corazón. Eso es lo que yo vengo soportando y soportaré hasta el fin de mi existencia.
Escribo para agradecer a tantas personas que, dentro y fuera del país, han estado a mi lado en estos días: los momentos más crueles que he sufrido en mi larga existencia. También lo hago para tantos amigos que no se han enterado todavía. El sábado 16 de mayo, entre las 2 y 40 y 3 de la madrugada, mi hijo de 28 años: joven, hermoso, inteligente y bueno, fue sorprendido por una cuadrilla de asesinos sádicos que, sin otro propósito que el de acuchillar, lo acribillaron a golpes y puñaladas. 46 contusiones encontraron los forenses en el cuerpo de mi querido Mandy.
Era un rockero jovial, siempre sonriente. No tenía enemigos. Adorado por las jovencitas más lindas de la ciudad. Regresaba de un festival de rock, en el que debía participar como guitarrista con su grupo a la noche siguiente. Minutos antes de su asesinato conversó con amigos de sus proyectos, de los éxitos que ya iba alcanzando y esperaba superar cada día más, pues ya era un profesional de la música. Quiero dejar escrito lo que siento en este minuto. Como dije ayer a un sacerdote, estoy bravo con Dios. Y le pregunto: Señor Todopoderoso, ¿dónde estabas a esa hora que permitiste tamaña injusticia? ¿Dormías acaso que no corriste en su ayuda? ¿Qué deudas teníamos contigo? Creo en ti, Señor Todopoderoso, porque lo evidencio, pero dudo de tu bondad y de tu justicia.
A quienes gobiernan mi país y dictaminan las leyes; a los miembros de tribunales que dicen hacer justicia: ¿hasta cuándo habrá que esperar para que hechos terroristas como éste no reciban castigos ejemplarizantes? Los causantes de hechos de sangre van a las cárceles como a becas y allí dentro se forman como licenciados, gozan de pabellones mensuales con sus mujeres, disfrutan pases periódicos y, a la mitad de su condena, si tienen buena conducta se les otorga la libertad “condicional”, que muchos aprovechan para volver a matar impunemente, porque ya en Cuba no se aplica la pena de muerte.
La ciudad de Camagüey está electrizada con este hecho. Mi hijo fue la tercera víctima de la pandilla que esa madrugada ejecutaba el delito continuado. Casi a diario surgen en nuestras calles casos como este; pero la prensa, amordazada, no está facultada a difundirlos. Y ocultar la verdad es la manera más sórdida de mentir.
La consternación que hoy me embarga no se apartará de mí mientras yo exista. Pero desde ahora en adelante lucharé con todas mis fuerzas para que las calles de nuestra ciudad sean verdaderamente seguras para nuestros jóvenes, cuyos padres hoy, espantados, los acorralan en sus casas. Hoy me ha tocado a mí. Mañana la víctima puede ser un hijo de ustedes. Exijamos justicia verdadera. Castigo ejemplarizante.
He sido un fervoroso defensor del derecho a la vida. Pero si es necesaria la aplicación de la pena máxima para salvar a personas inocentes, pues sea aplicada.
Pedro Armando Junco
La furia de los Vientos
La furia de los Vientos
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