VATICANO, 18 Jun. (ACI/EWTN Noticias).- La nueva encíclica del Papa Francisco Laudato Si’ publicada este jueves, va más allá de exponer algunos problemas actuales que afectan al planeta e incluye un claro llamado a cambiar hábitos y tendencias negativas en la vida de cada persona.
El Pontífice propone cinco formas concretas para el cambio de vida. En el capítulo sexto, el último del documento, señala que “ante todo la humanidad necesita cambiar”.
Para el Papa, “no todo está perdido” ya que los seres humanos “también pueden sobreponerse, volver a optar por el bien y regenerarse, más allá de todos los condicionamientos mentales y sociales que les impongan”. En definitiva, son capaces de “iniciar caminos nuevos hacia la verdadera libertad”.
Estas son las cinco claves de cambio que propone en Laudato Si’:
1.- Ser agradecido y practicar la gratuidad: El Papa pide que todo cristiano reconozca el mundo (lo creado) “como un don recibido del amor del Padre”, algo que implica “actitudes de renuncia y gestos generosos”.
Es importante convencerse de que “menos es más” y que se debe crecer en la sobriedad y en la capacidad de gozar con poco. “La sobriedad que se vive con libertad y conciencia es liberadora” puesto que “quienes disfrutan más y viven mejor cada momento son los que dejan de picotear aquí y allá, buscando siempre lo que no tienen, y experimentan lo que es valorar cada persona y cada cosa, aprenden a tomar contacto y saben gozar con lo más simple”.
Francisco invita también a “dar gracias a Dios antes y después de las comidas” porque ese momento “nos recuerda nuestra dependencia de Dios para la vida” y “fortalece nuestro sentido de gratitud”.
2.- Educar en los diversos ámbitos: El Pontífice pide no educar sólo desde el punto de vista científico, con leyes y normas como se ha hecho hasta ahora, sino ir más allá. Solicita realizar “pequeñas acciones cotidianas” como “evitar el uso del material plástico y de papel, reducir el consumo de agua, separar los residuos, cocinar sólo lo que razonablemente se podrá comer, tratar con cuidado a los demás seres vivos, utilizar transporte público o compartir un mismo vehículo entre varias personas, plantar árboles, apagar las luces innecesarias”.
La educación se puede desarrollar en la escuela, en los medios de comunicación, la catequesis y sobre todo en la familia.
3.- Destierro del consumismo compulsivo: Las personas que se dejan “apresar” por los mercados, son sumergidas en la “vorágine” de las compras y los gastos innecesarios. “El consumismo obsesivo es el reflejo subjetivo del paradigma tecnoeconómico. Ocurre lo que ya señalaba Romano Guardini: el ser humano ‘acepta los objetos y las formas de vida, tal como le son impuestos por la planificación y por los productos fabricados en serie y, después de todo, actúa así con el sentimiento de que eso es lo racional y lo acertado’”.
“Tal paradigma hace creer a todos que son libres mientras tengan una supuesta libertad para consumir, cuando quienes en realidad poseen la libertad son los que integran la minoría que detenta el poder económico y financiero”.
En esta confusión, afirma Francisco, “la humanidad posmoderna no encontró una nueva comprensión de sí misma que pueda orientarla, y esta falta de identidad se vive con angustia. Tenemos demasiados medios para unos escasos y raquíticos fines”.
4.- Olvido del egoísmo: El Papa Francisco sostiene que la situación actual del mundo favorece distintas formas de egoísmo. Así, las personas se vuelven autorreferenciales y se aíslan en sí mismas. “Mientras más vacío está el corazón de la persona, más necesita objetos para comprar, poseer y consumir”. Por tanto, pide “salir hacia el otro” y superar el “individualismo”.
5.- Conversión interior: El Santo Padre recuerda la necesidad de ‘convertirse’, es decir, encontrarse realmente con Jesucristo e iniciar una vida nueva. El cristiano, asegura, debe vivir su vocación admirando la belleza de la obra de Dios y protegiéndola.
Así, el Papa propone “una sana relación con lo creado” como parte de la “conversión íntegra de la persona” y tomando de modelo a San Francisco de Asís. Esto implica “reconocer los propios errores, pecados, vicios o negligencias, y arrepentirse de corazón, cambiar desde dentro”.
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